Por Jorge Fontevecchia.
“La novela de la Argentina” podría ser el título de una serie que relate lo que sucede en nuestro país desde la perspectiva de quienes más incómodos se sienten con el triunfo del Frente de Todos, sobre lo que suponen que es, hace y puede hacer Cristina Kirchner.
Si ella dice que “hay que alinear salarios y jubilaciones, precios y tarifas”, se trata de un ultimátum al ministro de Economía, Martín Guzmán. Si dice “los que tengan miedo que busquen otro laburo”, inmediatamente se vaticinan cambios de gabinete. Y si se desplaza al embajador en China, Luis María Kreckler, y se ascendería al segundo en la misión diplomática, Sabino Vaca Narvaja, se presume que fue por orden de Cristina Kirchner ya que Vaca Narvaja es tío de su nieta.
Pero el ministro Guzmán ya había dicho lo mismo o “peor” sobre que los salarios le ganarían a la inflación en 2021. A Luis María Kreckler lo habría desplazado Felipe Solá con la aprobación de Alberto Fernández en contra de los deseos de Cristina Kirchner, para quien Kleckler iba a ser el canciller con el que la vicepresidenta quería reemplazar a Felipe Solá (los interesados en el tema deben leer la columna de ayer de Roberto García: Disparate en Oriente). Y en lugar de buscarse otro laburo, los ministros fueron reconfirmados dos veces por Alberto Fernández, primero al reunirlos en Tierra del Fuego dos días después del reclamo público de Cristina Kirchner, agregando: “Tengo gratitud con cada ministro que trabajó a mi lado para mantener en pie a la Argentina”. Y los volvió a reunir en un asado de desagravio en la Quinta de Olivos previo a la Nochebuena en un tácito mensaje de “no hay cambios de gabinete”.
Felipe Solá hasta la desafió públicamente al decir “me gustaría tener otro trabajo pero no tengo tiempo”, y el secretario de Comunicaciones y vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, recoge muestras de solidaridad dentro del gabinete tras las críticas de Alicia Castro por no aplaudir a la vicepresidenta en su discurso de La Plata. Dicho sea de paso, otra embajadora leal a Cristina Kirchner desplazada, en su caso de Rusia, otro destino estratégico junto a Cuba, su seguro de residencia por si algún día su vida política y judicial se complicara en la Argentina, lo que nunca está descartado porque parte de las causas judiciales no muestran, por ahora, cómo poder detenerse.
La sobrestimación del poder de Cristina Kirchner tiene diferentes explicaciones. Entre quienes la odian, y son quienes más la sobrestiman, ella emerge como un fantasma. Para Lacan, “el fantasma es la respuesta que el sujeto construye al enigma del deseo del Otro”. Cristina Kirchner castradora pasa a ser significante de lo más temido: la castración, en sentido simbólico, del falo como ventaja. Invirtiendo la frase “te amo porque amo en ti algo más que tú”, a “te odio porque odio en ti algo más que tú”.
Otra explicación es la lógica de los medios: ya sea por la fragmentación de las audiencias y la emergencia de nuevas plataformas que tienden a emparejar, como por cuestiones presupuestarias, la televisión ya no construye celebridades como Susana Giménez o Marcelo Tinelli, y no genera recursos que permitan sostener aviones privados, varias mansiones en el país y el exterior más un ejército de guardaespaldas y asistentes. Hasta Adrián Suar, teniendo la prerrogativa de conducir él mismo un canal, tuvo que cerrar su productora Polka. Y a un star system debilitado de celebridades de televisión, la política le suma gratis figuras a su elenco porque los aviones, las residencias, el ejército de guardaespaldas y asistentes los provee el Estado (por eso tantos canales de noticias). Cristina Kirchner viene a llenar un espacio en el estrellato como también usufructuó Macri aunque en su origen ganándose su lugar en los medios invirtiendo con su propio patrimonio.
Cristina es un personaje shakesperiano, que aventaja en mucho a Macri, quien no supo cómo mantenerse en el poder ni tiene la voz ni las capacidades histriónicas de la vicepresidenta. Pero como le hizo decir Shakespeare a uno de sus reyes, “gritas demasiado para tener razón” y la recurrencia de Cristina Kirchner como denunciadora y analista crítica del Gobierno podría estar demostrando la impotencia de quien no gobierna. El discurso en La Plata fue equivalente a la tercera carta de Cristina y si por tercera vez se queja y Alberto Fernández la ignorara, faltará poco para que el círculo rojo comience a preguntarse: ¿la reina está desnuda?
Otro personaje al que podrían estar sobrestimando quienes sobrestiman a Cristina Kirchner es a su hijo Máximo, al que ya colocan como presidente 2023. En el acto de La Plata Máximo dijo “los empresarios tienen que entender que los argentinos no pueden más, no puede ser que quieran hacer lo mismo de todos los años”, frase que podría decir cualquier consumidor en un almacén pero algunos medios colocan como amenazas lanzadas por Mijaíl Bakunin, quien corría a Marx por izquierda. El mundo del espectáculo requiere prototipos marcados: el inútil de la PlayStation o la reencarnación de Néstor Kirchner.
Fue la propia Mirtha Legrand, reina madre del star system, quien dijo que Cristina Kirchner era una gran artista, entendiendo esa definición, no como la intérprete de un papel que otro le dicta, sino dotada de una gran capacidad para transmitir emociones.
Guy Debord hace ya medio siglo explicaba en La sociedad del espectáculo que la ilusión es siempre más resistente que cualquier análisis de los hechos. El espectáculo tiene el monopolio del régimen de visibilidad. Cristina, como la “Cruela” de la política, interpreta “una lírica de la furia” que resulta irresistible a quienes aterroriza, espectáculo que se retroalimente hasta que aburra.
Como todos los sistemas, el sistema político funciona sobre la base de estados estables endógenamente generados, los atractores, y transiciones abruptas entre esos estados, las bifurcaciones. Todavía hoy Cristina Kirchner cumple el papel de atractor en la formación de la coalición gobernante panperonista y en determinado momento podrá pasar a ser causa de una bifurcación. Será cuando la contestación a la pregunta del título de esta columna se responda afirmativamente. Para perdurar, o sea, mantenerse unida, una coalición, como cualquier cohesión de elementos diferentes, tiene que generar propiedades emergentes no poseídas por ninguna de sus partes. Que en la interacción entre sus diferentes elementos se produzca algo nuevo y en esa dinámica se vaya transformando también a sí misma.
Si los componentes del Frente de Todos se mantuvieran sin modificaciones durante sus cuatro años de gobierno, su petrificación los llevaría a quebrarse.
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