La pandemia abrió una posibilidad para que Argentina tenga un rol relevante en el panorama global. Exportaciones, Mercosur, Venezuela y el BID.
Esta fue una de las semanas más dinámicas de la gestión del Gobierno en materia de Política Exterior. Lo que venían siendo acuerdos subterráneos con poca prensa adquirió una importante densidad en temas que son relevantes para Argentina y la región. Como escribimos la semana pasada, el Gobierno tiene proyectado que en los próximos 10 años el mundo crecería a una tasa anual del 2,9% anual y los países en desarrollo concentrarán la mitad del consumo mundial.
La expectativa es poder alcanzar los U$S 100 mil millones de exportación anuales para final del período de gestión, con Asia y Africa como motor de consumo del mundo que viene. De este análisis es que el canciller Felipe Solá, confirmó en sus redes sociales y en diferentes entrevistas que el objetivo de este año es exportar 25 mil millones. Los caminos para lograrlo fue tema central de la reunión del Gabinete de Comercio Exterior.
Para avanzar en este camino, Cancillería diseñó un Consejo Público Privado para la Exportación desde donde pretenden nuclear a empresarios de diversos rubros y, como con el Consejo Agroindustrial Argentino, acercar posiciones con sectores que miran al oficialismo con desconfianza. El sanador de esas heridas tiene nombre y apellido: Felipe Solá.
Una alta fuente de Cancillería dijo para esta columna que “nuestro país puede y debe modificar su matriz exportadora sobre la base de reemplazar exportaciones agrícolas por alimentos (en especial proteína animal) y la exportación del paquete tecnológico para la producción agrícola (biotecnología, maquinaria agrícola, agtech, kown how –servicios profesionales-) a aquellos países que tienen el potencial para ampliar su producción actual”. La capacidad de construir una dinámica exportadora será fundamental para la reactivación de una economía golpeada. A su vez, los acuerdos con grupos económicos busca materialidad a ese diálogo social muy proclamado en campaña pero con nulos avances y de vital importancia para construir la agenda del futuro.
El otro escenario en el que el oficialismo quiere recuperar impulso es el Mercosur, un ámbito muy hostil para Argentina por su condición de minoría frente a socios como Brasil, Uruguay y Paraguay que tienen una mirada más ligada al libre comercio y el aperturismo.
El fondo de la discusión del bloque es hace tiempo la posible reforma de Arancel Externo Común (AEC). La función del AEC ha sido principalmente la de tener una política arancelaria coordinada para la mayoría de los productos frente a terceros países, favoreciendo el comercio intraregional a expensas de las importaciones provenientes por fuera del bloque. Dentro del sector agrícola argentino, uno de los productos que se ha beneficiado de esta situación ha sido el trigo, que encuentra en el mercado brasileño su principal mercado de exportación; el AEC le brinda un beneficio adicional en relación a otros trigos por fuera del bloque, como es el trigo norteamericano.
Brasil, Paraguay y Uruguay pretenden avanzar hacia una apertura comercial que incluya acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, China y otros países mientras que Argentina tiene reparos ante un impacto en el sector industrial. El sábado en un reportaje con Télam, el Secretario de Relaciones Económicas de Cancillería, Jorge Neme, confirmó que Argentina presentará una propuesta para reformar el AEC cuyo contenido se desconoce, ya que, ni en la entrevista ni durante esta semana se ha informado al respecto. Desde el Palacio San Martín dicen en off: “Conectarse no es abrirse. Ese es nuestro mantra”. “Iremos paso a paso y protegiendo nuestro tejido productivo”, continuaron.
Esto podría suponer un análisis caso por caso del nomenclador para ir flexibilizando algunos sectores pero con una fuerte protección del sector industrial quien podría ser el principal afectado de una apertura total. Además, Argentina necesita correrse del rol de defensiva a la hora de discutir la necesidad de una reforma, necesario en un bloque paralizado. Y, según datos de la Cepal, el comercio interaregional caerá casi en un 23,9 por ciento en especial en las Manufacturas de Origen Industrial.
Por eso, ante la grave situación de la industria agudizada por la pandemia, Argentina busca reforzar el lazo estratégico con la Unión Industrial y sumar a los industriales brasileños para evitar una flexibilización dura que podría empeorar un sector fundamental para la generación de empleo. Hay que prestar atención a los movimientos internos en Brasil como el de la renuncia del ultra-liberal Secretario de Destatizaciones y Privatizaciones, Salim Matar, que debilita al sector anti-Mercosur liderado por el ministro de Hacienda, Paulo Guedes, y dota de mayor relevancia al ala militar que considera a la región como su zona estratégica de influencia.
De esta forma, Mercosur depende de la capacidad de Argentina de dilatar debates que no le resultan convenientes para sus intereses y de la interna en el bloque de poder que gobierna Brasil. El tiempo puede ser el mejor aliado para Alberto Fernández.
Otra de las noticias de la semana fue la decisión del Gobierno de incorporarse al Grupo de Contacto Internacional (GCI) que busca encontrar una solución pacífica a la crisis en Venezuela. El GCI está integrado por la Unión Europea, Bolivia, Uruguay, Ecuador, Costa Rica, Panamá, Alemania, España, Portugal, Países Bajos, Francia, Italia, Suecia y Reino Unido y sostiene una posición crítica al gobierno de Nicolás Maduro pero no tan dura como la del Grupo de Lima (del que Argentina sigue formando parte) donde órbita la influencia de Estados Unidos.
Esto es una continuidad de la postura expresada por el Gobierno en los organismo internacionales basada en la preocupación por las violaciones a los derechos humanos y la necesidad de una salida democrática y negociada. Venezuela está envuelta en otro dilema luego de las maniobras del gobierno para designar autoridades del Consejo Nacional Electoral que motivó que las fuerzas políticas mayoritarias de la oposición decidieran no participar de las elecciones legislativas de diciembre. Esto ubica nuevos problemas en el horizonte, ya que la Asamblea Nacional presidida por Juan Guaidó es el único poder controlado por la oposición y, de no presentarse, estaremos en presencia de otra crisis política.
En ese sentido, el Gobierno argentino tendrá que reconocer a uno de los bandos que se adjudican la legitimidad del poder. Mientras tanto, seguirá jugando el rol de moderador en una suerte de tercera posición.
Nicolás Maduro.
Por último, Argentina asumió un protagonismo fundamental en la disputa feroz por la conducción del Banco Interamericano de Desarrollo. El BID fue creado en el año de 1959 y es el instrumento financiero de desarrollo más importante de la región con un volumen promedio de 37 mil millones de dólares de fondos propios y 2 mil millones dólares de fondos de terceros. El organismo interamericano ha financiado importantes proyectos de infraestructura, desarrollo social y productivo de la región en los últimos 60 años, y es un recurso necesario para el mundo pospandemia.
Desde su fundación, todos sus presidentes fueron latinoamericanos: Felipe Herrera de Chile (1960-1970); Antonio Ortiz Mena de México (1970-1988); Enrique Iglesias de Uruguay (1988-2005); y Luis Alberto Moreno de Colombia (2005-2020).
Donald Trump decidió romper esa tradición y, basado en la representación de Estados Unidos en la institución, propuso un candidato propio para las próximas elecciones. Se trata de Mauricio Claver-Carone. Hijo de madre cubana y padre español, fue director ejecutivo de Cuba Democracy Advocates en Washington, Director Ejecutivo interino de Estados Unidos en el Fondo Monetario Internacional y asesor principal del Subsecretario de Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
La Casa Blanca confió en tener garantizados los apoyos de sus aliados más directos para lograr el objetivo pero no contaron con la astucia del tándem Argentina-México. El Gobierno argentino concentró una rosca que cerró la grieta en Argentina y Chile y camina a reunir el 25 por ciento de los apoyos necesarios para evitar la cruzada norteamericana. La estrategia no es solo para rechazar la candidatura del funcionario de Trump e imponer uno propio, sino también postergar la elección hasta que pueda hacerse de forma presencial. Eso recién sería el año próximo, tal vez, con un nuevo presidente en Estados Unidos. En el poroteo tenemos a Argentina y México que representan el 11,35 y 7,30 por ciento del directorio, Chile con 3,12, los países de la Unión Europea, Costa Rica, Nicaragua y los posibles apoyos de Canadá (4 por ciento) y Perú con 1,52. Si estos dos se confirman, la candidatura de Carone estaría terminada a pesar de los apoyos de Brasil, Colombia y Ecuador.
Más allá de si Gustavo Beliz lograr ser presidente del BID, el mérito de Argentina es mantener una autonomía estratégica a pesar de las presiones y amenazas de una potencia como Estados Unidos que está quemando las cartas para frenar el avance chino. Pensar la región y sus disputas desde los zapatos latinoamericanos es un avance para blindarse de una Nueva Guerra fría que está empezando a sentirse por estos lares.
La pandemia abrió una posibilidad para que Argentina tenga un rol relevante en el escenario global, tanto por los vínculos estrechos con Rusia y China como por ser el país junto a México que desarrolle la vacuna de la Universidad de Oxford para toda la región. Esa es una manera de demostrar que nadie se salva solo pero también, porque no, una carta para hacer valer y negociar en momentos en donde se necesiten apoyos.
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