Descomponer las moléculas que forman el plástico para reensamblarlas. Un plástico podría reciclarse con este método hasta el fin de los tiempos
Desde su creación en la década de los 50, los plásticos han inundado cada aspecto de la vida de los seres que habitan el planeta. De las casi 9.100 millones de toneladas de plástico que se han producido en este tiempo, se calcula que menos de una décima parte se ha reciclado, mientras que alrededor del 12% se ha incinerado y el resto ha terminado en vertederos y océanos, donde se va degradando hasta convertirse en microplásticos. Ante este problema y su papel en el cambio climático, surge la necesidad de reducir la extracción de petróleo y, con ella, la promesa del reciclaje enzimático.
Carbios, una compañía francesa especializada en bioquímica, trabaja en un tipo de reciclaje químico llamado despolimerización. Es decir, en la descomposición de las moléculas que forman un plástico en sus componentes fundamentales, llamados monómeros. Para ello, ha desarrollado una tecnología basada en enzimas modificadas genéticamente. Encontradas en la Ideonella sakaiensis, estas enzimas pueden convertir el tereftalato de polietileno (PET), el plástico más común en envases y tejidos, en moléculas más pequeñas, concretamente en ácido tereftálico y monoetilenglicol. Estos monómeros se pueden volver a ensamblar en polímeros que son, en términos de sus propiedades físicas, tan buenos como los nuevos.
En teoría, una sola botella de plástico podría reciclarse con este método hasta el fin de los tiempos, sostienen los investigadores a Smithsonian Magazine. El reciclaje enzimático también puede aplicarse al poliuretano, utilizado en espumas, aislantes y pinturas, entre otros plásticos.
A diferencia de los procesos tradicionales de despolimerización, las enzimas de Carbios permiten obtener un producto más puro, al ser más selectivas desde el punto de vista químico que los catalizadores sintéticos. Además, Carbios ha resuelto el problema de su tendencia a desestabilizarse con el calor desarrollando una enzima, llamada cutinasa, capaz de convertir a altas temperaturas casi 95.000 botellas de plástico PET en monómeros en 10 horas. Según Alain Marty, científico jefe de Carbios, el producto final es físicamente indistinguible de las sustancias de base petroquímica utilizadas para fabricar el PET virgen.
En teoría, una sola botella de plástico podría reciclarse con este método hasta el fin de los tiempos, recoge Smithsonian Magazine. El reciclaje enzimático también puede aplicarse al poliuretano, utilizado en espumas, aislantes y pinturas, entre otros plásticos. Esta tecnología ha llamado la atención de L'Oréal, Nestlé y PepsiCo, compañías que ya han colaborado con Carbios para producir botellas de prueba. Todas parecen estar dispuestas a utilizar plástico reciclado con enzimas para sus productos.
Estos avances han impulsado la cotización de las acciones de Carbios en el Eurnext. Desde el 1 de marzo de 2020, el precio de sus acciones ha pasado de 7 a 35,50 euros, con un máximo de 49 euros el 1 de enero de 2021.
No obstante, pese a que parece solucionar uno de los grandes problemas relacionados con el cambio climático, al mismo tiempo alimenta otro. Desde Carbios admiten que su proceso consume más energía que el reciclaje convencional aunque menos que la producción de PET virgen a partir del petróleo. En cuanto a los aditivos químicos tóxicos que se encuentran en muchos plásticos de consumo, señalan que se filtran durante el procesamiento posterior a la reacción y se incineran.
Sin embargo, el principal obstáculo para el reciclaje enzimático es el dinero. Según los datos del Laboratorio Nacional de Energías Renovables, el precio del PET virgen a base de petróleo ha oscilado entre 0,90 y 1,50 dólares por kilo desde 2010. Por su parte, el precio de los plásticos PET producidos mediante el reciclaje enzimático no bajaría de los 1,93 dólares el kilo. A su favor tiene la subida en el precio del petróleo y el endurecimiento de la normativa sobre plásticos de un solo uso por parte de la Unión Europea.
De funcionar, el reciclaje enzimático será una solución para el problema actual, pero no la definitiva. Ciertos plásticos, como el cloruro de polivinilo y el poliestireno, se mantienen unidos gracias a enlaces demasiado resistentes para las enzimas. Por ese motivo, junto a la tecnología, será esencial la puesta en marcha de medidas que limiten la producción de plásticos difíciles de reciclar y mejoren los índices de recogida para su reciclaje.
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