La ex presidenta y el futuro titular del PRO analizan sus próximos pasos en medio de las internas de ambos espacios. Los mensajes públicos y privados. Las especulaciones electorales.
Por: Federico Mayol.
Mauricio Macri le tocó el brazo a Juliana Awada y, con un gesto, le avisó que era el momento de irse. Algo incómodo por el alboroto y la marea de dirigentes, empresarios, lobistas y funcionarios que se apiñaban a su alrededor para estrecharle la mano o fundirse en un abrazo con Javier Milei, y aún alterado por los efectos del jet lag -había aterrizado ese mismo día tras un extenso vuelo que partió desde Dubai-, el ex presidente aprovechó que toda la atención estaba puesta sobre el Presidente para retirarse por una puerta lateral, sin probar ni un solo bocado de la cena, que esperaba para servirse.
Horas después, Macri se subiría otra vez a un avión rumbo a Europa, para completar un par de viajes pendientes y volver a instalarse definitivamente en el país el próximo 6 de mayo, en la previa del acto que preparan sus colaboradores, en la Ciudad o en Vicente López, para ser oficializado presidente del PRO.
Hasta la irrupción de Milei, la cena de la Fundación Libertad solía ser un ámbito dominado casi exclusivamente por la dirigencia del PRO, y, al menos en el plano doméstico, el ex presidente ocupaba un rol estelar. Esta vez, el fenómeno libertario se apoderó de la escena hasta en las formas: Macri, Luis Lacalle Pou y José María Aznar presenciaron azorados el discurso de casi una hora del Presidente, que incluyó pasajes estrafalarios más propios de un stand-up de la calle Corrientes que de una velada formal para discutir el avance de las ideas liberales y el libre mercado.
Se trata de un cambio de paradigma impulsado por Milei que, más allá de su apoyo al rumbo general de la administración y a la ejecución del programa económico, a Macri todavía le cuesta digerir. Se lo nota visiblemente incómodo. Lo atraviesan sensaciones ambivalentes. De a ratos, se fastidia más de lo normal. Estaba así de molesto hasta hace algunas semanas cuando recibió en su casa a Santiago Caputo, el asesor estrella de la Casa Rosada. La visita, dicen, lo dejó algo más satisfecho. Pero no del todo. En su entorno creen que, por momentos, lo subestiman, y que, en su caso, no hay peor osadía que tocarle el bigote al león. “Mauricio es como un león en un jardín de infantes: puede parecer simpático, pero en cualquier momento se come a un chico”, describió en estos días un dirigente muy vinculado que trabaja para él.
Abrazo entre Javier Milei y Mauricio Macri en la cena de la Fundación Libertad
Después de meses de silencio, Macri reapareció públicamente este miércoles en la cena de la Fundación Libertad, acompañado además por el morbo del reencuentro social con el presidente y Patricia Bullrich, su rival interna en la disputa en torno a qué tipo de vinculación y alianza debería sellar el PRO con La Libertad Avanza, una discusión que explotó por el aire cuando la ministra aceptó unilateralmente incorporarse al Gabinete. Los tres no se mostraban juntos desde la noche del balotaje, en noviembre pasado. Y lo que se vio a mediados de semana desnudó el porqué de tantos meses de desencuentros.
La discordia, sin embargo, no es propiedad exclusiva del espacio de centroderecha que, con matices, gobierna la Argentina. También atraviesa al peronismo, en particular al kirchnerismo, y en especial en la provincia de Buenos Aires: es uno de los motivos por el cual Cristina Kirchner, que moldeó, junto al fundador del PRO, el sistema político de la última década hasta que Milei quebró el statu quo, volvió ayer a la escena pública, en Quilmes, uno de los bastiones de La Cámpora.
A diferencia de Macri, que en los últimos meses repartió su tiempo entre el país y el exterior, la ex presidenta se instaló a tiempo completo en el Instituto Patria, cerca del Congreso, en la misma oficina en la que ejecutó, de cara al 2019, el experimento fallido del Frente de Todos que llevó a Alberto Fernández al gobierno.
En esa oficina, Cristina Kirchner recibe a intendentes, gobernadores, legisladores y sindicalistas. La derrota del peronismo en manos de Sergio Massa le extendió el certificado de liderazgo que le habría costado ratificar si el ex ministro de Economía ganaba el balotaje, y que ayer intentó revalidar en Quilmes, con un discurso muy duro contra el programa económico actual -”Debe dar un golpe de timón”, le pidió al mandatario-, y con una puesta en escena destinada a ordenar las internas despiadadas que tienen a Máximo Kirchner y a Axel Kicillof en el centro del ring. Ambos compartieron primera fila.
Cristina Kirchner en Quilmes
“Cuando vayan a hablar a los canales de televisión o a la radio, ¿qué corno importa lo que pensás de Juan, Pedro o José?”, pidió. Andrés “El Cuervo” Larroque, que escuchaba también en primera fila, había sido el primero en desnudar públicamente -después se sumó el intendente Mario Secco- la interna bonaerense. “Hay que formarse, salir a discutir estas cosas, no pelotudeces”, abundó. Dijo que el “bastón de mariscal” no era para “dárselo en la cabeza a otro compañero”.
Ayer, el gobernador bonaerense se paseó, antes de Quilmes, por dos distritos, Ensenada y Avellaneda, plantados en el nuevo mapa político bonaerense frente al campamento camporista. En el Instituto Patria que Jorge Ferraresi administró -y financió- durante los cuatro años del gobierno macrista sugieren que el intendente y algunos de sus colegas, que fogonean la confrontación con La Cámpora y esperan una señal de Kicillof de rompimiento definitivo con el jefe del PJ provincial, trabajan no solo con ese objetivo, sino con la ex presidenta como destino final de sus acciones.
Pero más allá de la interna provincial, Cristina Kirchner creyó que éste era el momento ideal para reaparecer otra vez públicamente tras sus esporádicos mensajes enviados a través de Tik-Tok, su nuevo fetiche en redes sociales, de cara a lo que será, según ella, los meses más complejos en términos socioeconómicos. “La desocupación es el gran drama que se viene”, vaticinó. Aseguró, además, que Milei no tiene un “programa de estabilización”. Está convencida de que ahora sí hay un resquicio para empezar a injertar, otra vez, un mensaje de confrontación a este plan económico.
La ex mandataria estudia a diario la implementación del ajuste fiscal de Milei y Luis “Toto” Caputo, y su impacto en el Gran Buenos Aires. Los encuestadores, por caso, reconocen una tendencia a la baja de la imagen presidencial en los sectores medios y medio bajos del conurbano.
Cristina Kirchner junto a la intendenta de Quilmes Mayra Mendoza
Uno de los consultores que trabaja para el sistema político, por ejemplo, detectó este mes una caída en la popularidad de Milei. Además, una de las empresas más reconocidas de opinión pública del mercado terminó de procesar en estas horas su última medición: el presidente acumuló en el Gran Buenos Aires una imagen negativa en torno a los 60 puntos. En el caso de Cristina Kirchner, ese número se sitúa por debajo de los 50 puntos. Macri, en tanto, se mantiene estable, con cifras más parecidas a las de Milei que a las de la ex presidenta. El ex jefe de Estado supo tener peores mediciones. También mejores.
Cristina Kirchner es muy crítica del programa económico de Milei y sus consecuencias. Lo es desde hace meses. Pero sabe que todavía persiste un altísimo nivel de enojo con la última versión de su proyecto encabezada en los papeles por el ex presidente Fernández. Máximo Kirchner tiene un diagnóstico similar. Pero a diferencia de la ex presidenta, la conducción del jefe del peronismo bonaerense tiene cada vez más detractores. Lo planteó en las últimas semanas Larroque, que hace rato tomó partido por Kicillof. Hasta ahora, Cristina Kirchner nunca pudo -¿quiso?-saldar esa disputa política.
La vuelta de la ex presidenta al Instituto Patria, los movimientos internos en el kirchnerismo, la dificultad del gobernador bonaerense para aglutinar tropa propia y catapultar su figura al resto del país, y la carencia de liderazgos en el pleno del peronismo, renovaron en ese espacio un viejo déja vu: la posibilidad de que Cristina Kirchner analice, a futuro, volver a postularse para un cargo público.
“¿Por qué no?”, se ilusionan en un sector del kirchnerismo. La experiencia de Lula da Silva en Brasil sobrevuela los análisis políticos afines a ese sector. En el 2018, Fernando Haddad reemplazó a Lula como candidato presidencial del Partido de los Trabajadores por la inhabilitación del actual presidente, investigado entonces por la Justicia. Haddad llegó al balotaje, pero cayó, en números muy similares a la segunda vuelta entre Milei y Massa, frente a Jair Bolsonaro. En los últimos años de la presidencia de Bolsonaro, Lula se dedicó a reconstruir su liderazgo: amplió su base de sustentación, e hizo acuerdos multisectoriales, apalancado en su electorado, y volvió a la Presidencia del país vecino.
Antes de eso, estuvo un tiempo en la cárcel, tras una investigación plagada de irregularidades.
El ex presidente, Mauricio Macri (Fundacion Libertad)
En el caso de Macri, sus próximos pasos están orientados en tratar de revitalizar el PRO, y evitar que termine absorbido por La Libertad Avanza, un proceso de goteo que tuvo su primera experiencia con el desembarco de Bullrich al gabinete, una incorporación que a algunos legisladores del PRO les fascinaría imitar.
El ex presidente oscila en su posicionamiento público, pero especialmente en privado, en torno al gobierno. “Muchos en el PRO, empezando por Mauricio, apostamos a que esto salga bien. Si eso significa que el PRO se diluye en el futuro, será un costo. Mauricio te firma que a Milei le vaya bien y nunca volver a ser presidente”, aseguró hace veinte días el ex ministro Guillermo Dietrich, muy cercano a Macri, en una entrevista con Jorge Fontevecchia en Perfil.
Más allá de sus constantes viajes, Macri está muy activo, incluso hasta en los detalles que en otro momento de su carrera hubiera soslayado. Por ejemplo, la puja por un lugar en la AGN en la representación de los diputados. “Mauricio quiere ocupar todos los lugares que se puedan”, resaltaron en su entorno. En el caso de la auditoría, está detrás de la incorporación de Jorge Triaca, un dirigente con vínculos muy sólidos con el sistema que trascienden al PRO. Cristina Kirchner también talla en ese organismo que en las últimas semanas se puso de moda por la auditoría a la universidad pública: había postulado a Virginia García, su ex nuera.
En el macrismo dicen que el ex mandatario está preocupado con la instrumentación de la gestión. Y con la sostenibilidad política del proyecto libertario a largo plazo. A pesar de esa preocupación, cerca de Macri están seguros que la supuesta fusión electoral que se alienta desde algunos sectores para el año próximo no terminará por materializarse. Y que el PRO debería enfocarse en promover nuevas figuras de cara al 2025. Algunas de ellas parecen hoy más mimetizadas con LLA que con el PRO.
Parte de ese proyecto que Macri empezará a promover en el corto plazo buscará exponerlo a mediados de mayo, cuando inaugura su presidencia del PRO, una vez que la jueza María Romilda Servini oficialice la lista que lo promovió a ese lugar.
El ex presidente insiste en privado en que todas las incorporaciones al gabinete de cuadros vinculados al PRO se dieron de manera particular. Le gustaría, en ese sentido, tener más influencia: hay errores de gestión que lo inquietan. En las oficinas de Macri juran que hace poco un empresario de primera línea que apostó como pocos por Milei fue a verlo para que empiece a tener más injerencia.
Es que, en realidad, el ex presidente no pudo tallar como quiso en áreas sensibles del gobierno. Por ejemplo, en Justicia, donde pisa fuerte Sebastián Amerio, el viceministro y representante del Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura, el lugar que Macri había pedido para un dirigente propio. Amerio no hace nada sin consultar con Santiago Caputo, el último de los integrantes de la mesa chica de Milei que se reunió con el ex jefe de Estado. Antes, había visitado Olivos para una cumbre junto a Karina Milei y Nicolás Posse que no tuvo los mejores resultados. “Le dicen a todo que sí y después no pasa nada”, se fastidiaron días atrás en el entorno del ex mandatario.
Resolución de Cancillería
El único rubro en el que sí talló en concreto Macri fue en Deportes, por su obsesión con la posibilidad de implementar las sociedades anónimas en el fútbol. El secretario del área, Julio Garro, ingresó con su venia. En la semana, la Cancillería resolvió además designar al embajador Ernesto Gaspari, que tiene a su cargo la administración del Palacio San Martín, como “enlace y representante” de ese ministerio ante la Conmebol. Gaspari es muy cercano a Macri.
Como Cristina Kirchner, urgida por ratificar su liderazgo, resignada frente a la ineficacia de sus herederos políticos -su última apuesta, Eduardo “Wado” de Pedro, se diluyó en estos meses en el Senado-, Macri está obligado a reanimar al partido que fundó hace más de dos décadas. La irrupción de Milei lo corrió de la centralidad de la centro derecha. La disputa entre Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta del año pasado propició un campo fértil para la proliferación de un discurso potente y agresivo como el de LLA que se apoderó de las ideas macristas, y las llevó a la práctica con una audacia inhabitual. Milei capitalizó a la perfección el hartazgo contra el sistema, que incluyó al propio ex presidente.
En el entorno de Macri hay un sector que cree que el ex jefe de Estado tiene el año próximo una sola salida: encabezar la lista de candidatos a senadores por la ciudad de Buenos Aires.
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