Por: Gustavo González. Ya se sabe que Javier Milei puede ver lo que otros no ven.
Lo primero que él vio fue el avance del comunismo en el mundo, lo vio incluso llegar al Vaticano y a la propia Ciudad de Buenos Aires que durante ocho años fue comandada por un comunista como Rodríguez Larreta, sin que los porteños lo hubieran percibido.
Luchar contra el comunismo. Esta semana, lo último que vio fue el “autogolpe” que está seguro ocurrió en Bolivia. Esta vez en coincidencia con un “zurdo” como Evo Morales quien acusó en el mismo sentido a su exaliado Luis Arce. Milei sostuvo que ese fue el motivo por el cual él no se pronunció en contra de esa supuesta asonada militar, a diferencia de lo que hicieron otros países de la región y la propia canciller argentina, Diana Mondino. Él vio lo que ni siquiera su funcionaria fue capaz de ver.
La política diplomática de despegarse de la región es consistente con su visión de que la Argentina no puede estar cerca de los gobiernos comunistas que la rodean. Y de los que no la rodean, tampoco.
Es la misión divina que dice haber recibido. Ya insultó a los mandatarios de Brasil, Colombia, Bolivia, Chile y México (obviamente también a los de Venezuela, Cuba y Nicaragua). El primer viaje previsto a algún país de Sudamérica lo haría este fin de semana a Brasil. No para reunirse con Lula sino con Bolsonaro, su principal opositor. La estrategia diplomática de apoyar al principal rival de quien hoy ejerce el poder, ya la había aplicado en los Estados Unidos, declarando su adhesión a Trump y no a Biden.
En pos de frenar la avanzada comunista que él ve y los líderes occidentales, no; ya denostó al gobierno chino, el otro gran socio comercial argentino y al que se le pidió que por favor renovara un swap de US$ 5 mil millones.
Es la misma cruzada que lo llevó a Europa para denunciar el peligro de comunistas encarnado en el español Pedro Sánchez, quien luego retiró a su embajadora de Buenos Aires.
Están en dudas las razones por las que este hombre puede ver lo que otro, no.
Algunos que lo admiran sostienen que se debe a que es un estadista con gran capacidad de análisis y una inteligencia superior a la media. Capaz de cambiar para siempre la teoría económica y por lo cual recibiría en algún momento el Nobel de Economía.
Viajar en el tiempo. Sin desmentir lo anterior, él suma sus propias razones, aunque muchos de sus seguidores no las crean o se las toman a risa. Se trata de la relación directa que él cree mantener con Dios y las revelaciones que eso generaría, como cuando el “Uno” (como él lo llama en confianza) le anticipó que en diciembre de 2023 llegaría a gobernar el país.
De ese vínculo se desprendería su capacidad de viajar en el tiempo a través de distintas vidas. En público sostiene que su hermana Karina es Moisés y que él reencarnó en su hermano Aarón, el gran divulgador.
En privado agrega que en otro tiempo fue un gladiador romano que peleaba en el Coliseo. Fue allí que conoció a su perro Conan quien, por entonces, era un león. Milei contó que le perdonó la vida a aquel Conan-león porque descubrió que en el futuro compartirían una misión divina que, no es otra, que ésta de destruir al “Maligno” en la Tierra.
El comunismo o el socialismo (que para él son lo mismo), serían las corporizaciones del Diablo.
Hace un mes, en una entrevista con el medio estadounidense The Free Press, avanzó sobre esta autopercibida capacidad de trasladarse en el tiempo: “Yo vengo de un futuro postapocalíptico para impedir el avance del socialismo. Algo así como Terminator”, le explicó a la periodista Bari Weiss, quien sólo atinó a reírse porque creyó que era una broma.
Lo que él ve y otros no, es que el Maligno se expresa a través de muchas formas y personas. Por ejemplo, se muestra a través de los Estados-Nación y de sus esbirros.
Desenmascarar esbirros. A la misma periodista extranjera le dijo: “Yo soy el que destruye al Estado desde adentro. Es como estar infiltrado en las filas enemigas… y yo odio tanto al Estado”. En el video se ve que la periodista ríe, creyendo que era parte de otra broma. No entendía que el jefe de Estado le dijera seriamente que quería destruir al Estado que le habían dado a conducir.
Los esbirros del Maligno son un tema para Milei. Porque detrás de personas que a simple vista parecen actuar normalmente, él vislumbra peligros. En la última semana volvió a atacar a periodistas, blanco habitual de sus agresiones. Esta vez le tocó, entre otros, a María O’Donnell, Andy Kusnetzoff y Matías Martin.
Fue por una foto en la que posaban los tres. Milei los trató de “zurdos” que viajaban a la Copa América porque eran “socialistas con la plata ajena”. Ellos aclararon lo que todos ya sabían, que habían ido a trabajar para una radio, la que lógicamente costeó sus gastos.
Después están los economistas.
Donde otros ven a profesionales respetados por sus colegas, muchos de ellos liberales ortodoxos; Milei ve ignorancia y resabios marxistas y keynesianos (que para Milei también son más o menos lo mismo). En los últimos días, le tocó a Carlos Melconian y a López Murphy. Poco antes la había emprendido contra Miguel Ángel Broda y Roberto Cachanosky, entre otros economistas de la escuela clásica.
Y acaba de detectar el peligro en el propio FMI. Reveló que su director para el Hemisferio Occidental y supervisor del caso argentino, el chileno Rodrigo Valdés, posee –sin que el organismo lo advirtiese– “formación de izquierda”.
La revelación anarcocapitalista. Se dice que la diferencia entre lo real y lo irreal, es que lo primero es lo que de verdad existe y lo segundo es lo producido por la imaginación.
El problema es quién es el sujeto que define lo que existe y lo que es apariencia o fantasía. Eterno debate filosófico desde Platón y Artistóteles hasta el presente.
Milei tiene la razonable necesidad psicológica de ser él quien defina el concepto de lo real. Por eso batalla contra quienes sostienen que ven una realidad distinta a la suya. Muy especialmente, contra aquellos que supone que pueden influir sobre los mismos sectores sociales que lo votaron.
De ahí que sus principales ataques estén dirigidos a los periodistas profesionales (sobre todo a los que fueron más críticos del kirchnerismo) y a los economistas clásicos más liberales. Porque si lo que ellos dicen ver termina siendo lo que aquellos sectores aceptan como real, su gobierno estaría en problemas.
Si fuera cierto, por ejemplo, que (como dijo Melconian esta semana en Modo Fontevecchia) en la realidad real nunca hubo riesgo de hiperinflación “ni siquiera con la bosta que había quedado de herencia”, entonces el 115% acumulado con Milei no sería precisamente un éxito.
Si además se aceptara como real que el superávit se consiguió principalmente licuando jubilaciones y pateando deudas, que la recesión económica actual sólo se asemeja a la de la pandemia y que la recuperación en V es apenas una fantasía; se pondría en duda la cordura de la revelación anarcocapitalista.
Y si se creyera que el comunismo internacional es producto de su imaginación y que la relevancia mundial de Milei, la grandeza de su liderazgo, la cantidad de importantes premios que recibió y el Nobel que va a recibir, son más secuelas de la megalomanía que de la realidad; entonces se pondría en duda su propia cordura.
Frente a los periodistas y economistas que no creen que lo que Milei ve sea del todo cierto, hay otros periodistas y economistas que sí dan fe de su existencia. Quizá cada uno ve lo que quiere ver, pero la duda existencial es si hay una realidad real que se terminará imponiendo.
O si es como dice el vocero Adorni al responder por qué el Presidente dice que juega con cinco perros en Olivos, cuando en realidad hay cuatro: “Si el Presidente dice que hay cinco perros, hay cinco perros”.
Como Orwell en “1984”, lo real sería sólo lo que el poder considera real.
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