El gobernador no quiere atravesar un cambio de mando complicado. El antecedente con Lifschitz, guardado en la retina. Otro signo de provincialismo.
Por Pablo Fornero
Hay una sola razón mayúscula para comprender el motivo por el cual Omar Perotti decidió que el 16 de julio se realicen las PASO y el 10 de septiembre las elecciones generales en Santa Fe: el gobernador no quería una transición, un cambio de mando extenso como el que le tocó atravesar con el socialista Miguel Lifschitz. Cualquier otro motivo, incluso los más políticos, carecen de la potencia del primero.
Santa Fe venía, durante las tres gobernaciones socialistas, con la lógica de ir a votar en el primer semestre del año. En junio la provincia estaba liquidada en términos electorales. El proceso se cerraba antes del inicio formal de una campaña nacional. La provincialización al mango.
Hasta ahí, podría decirse que Perotti comparte ese argumento. Pero la experiencia que le tocó vivir con su antecesor socialista Miguel Lifschitz significó para el rafaelino una suerte de trauma. Unos seis meses tirados a la basura. Contratiempos, pases de facturas y acusaciones cruzadas. El punto máximo fue cuando un sector del PJ, el conducido por el senador Armando Traferri, decidió votar el presupuesto que había confeccionado el propio Lifschitz.
El Gobernador firmó el decreto que establece que las elecciones P.A.S.O serán el 16 de julio mientras que las elecciones Generales se llevarán a cabo el 10 de septiembre. Ademas, el cierre de alianzas será el 7 de mayo y la presentación de candidatos el 10 de mayo.
Perotti no pudo borrar ese antecedente de su cabeza. De ahí viene el principal motivo para fijar el calendario electoral 2023. En menor medida juega la situación nacional del Frente de Todos (FdT) y la chance de una recuperación económica de la mano del ministro Sergio Massa, que derrame positivamente en el peronismo de las provincias.
En los últimos meses, el gobernador se concentró excesivamente en la provincia, en su peronismo, o en lo que él entiende como peronismo. Perotti se abrió completamente del FdT, no compartió más la agenda, sobre todo la del kirchnerismo, y entró en duros cruces con el gobierno nacional.
Su futuro político quedará atado a su suerte y voluntad. Perotti piensa por estos días cómo darle sobrevida al perottismo. Por ese motivo, por ejemplo, no cierra con el senador Marcelo Lewandowski. Será candidato a diputado provincial y procurará que su sector, su visión del peronismo, trascienda desde ahí.
Perotti y la no rosca
Perotti delegó la rosca desde el vamos. Se concentró en lo que más le gusta. Él entiende al peronismo desde la gestión, desde el hacer. No quiso ser presidente de PJ santafesino y dejó la política en su mano derecha, el actual diputado Roberto Mirabella.
La pandemia le frenó en 2020 la creación de un sector interno dentro del peronismo, de una tribu que forje un tipo de PJ más regional y menos vinculado y sometido a los desdenes de la arena nacional. Pasada la etapa más aguda del coronavirus, lanzó Hacemos, una suerte de institucionalización del perottismo.
Con esas métricas fijó el calendario electoral. Con la creencia de que acercar las fechas al calendario nacional le traerá más complicaciones a la oposición que al propio peronismo santafesino. Pero con el planteo central de que solo tendrá que compartir tres meses de transición con su reemplazante. Sea no peronista, peronista de otro palo o perottista.
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