Por: Javier Calvo. Estupefacta, la sociedad asiste a la ventilación pública de los escándalos protagonizados por el expresidente Alberto Fernández durante el período de su deficiente gestión. A la investigación por los negociados con los seguros por montos multimillonarios, ahora se suma la denuncia de la entonces primera dama, Fabiola Yañez, por violencia de género.
El asombro social –alimentado por el morbo de la difusión de chats, fotos y videos que no necesariamente se relacionan con los delitos indagados– se multiplica ante el desfachatado lavado de manos de dirigentes y exfuncionarios del Frente de Todos. Están quienes deberán dar explicaciones políticas. Y están quienes tendrán que rendir cuentas ante la Justicia por encubrimiento.
Repasemos a unos y otros, necesarios para entender el contexto y la cobertura de cómo Alberto Fernández llegó a la presidencia de la Nación y de cómo la ejerció, tras más de tres décadas de trayectoria atravesadas por traiciones, mentiras, doble moral y descuidismos cuidadosos.
En este nivel de análisis debe quedar explicitado, por las dudas, que el principal responsable de todos estos sucesos es el propio Alberto Fernández. Desde cualquier punto de vista, incluido el penal, si la Justicia corrobora las gravísimas denuncias en las que está involucrado.
Por necesidades políticas y electorales, para vencer a Mauricio Macri, gran parte del peronismo se unificó e intentó disfrazar a Fernández con un ropaje que le calzaba mal, ayudado por sectores mediáticos que prefirieron olvidar sus antecedentes por múltiples razones. En ciertos casos, de peso.
Allí fue central Cristina Fernández de Kirchner, que lo catapultó como su candidato presidencial. Ya como presidente, lo criticó en público y tomó distancia de la gestión, como si no hubiera tenido nada que ver. Con la misma lógica, lo zarandeó el viernes último, al sostener en un extenso posteo que los chats filtrados que denotan violencia sobre Yañez y las fotos de los golpes recibidos “delatan los aspectos más sórdidos y oscuros de la condición humana”. ¿Y la autocrítica política? ¿Y la revisión de la toma de decisiones en el peronismo?
Como señaló en otro posteo Juan Grabois, en un fuerte reclamo para que la dirigencia peronista evite mirar para otro lado y se obligue a revisar su funcionamiento, CFK eligió casi a dedo a los últimos tres presidenciables de la fuerza: Daniel Scioli, Fernández y Sergio Massa. ¿Elegirá también al cuarto, como pretende La Cámpora? La negación es total.
Hablando de negadores, será interesante descubrir qué tienen para explicar integrantes del anterior gobierno, con acceso habitual a la intimidad presidencial, sobre las denunciadas golpizas contra la primera dama. ¿Serían encubridores? ¿Habrían incumplido con los deberes de funcionario público al no denunciar un delito como la violencia de género?
Son tan cercanos a Alberto F, que algunos de ellos se trasladaron estos días a visitarlo al coqueto departamento que le sigue prestando en Puerto Madero su amigo Enrique “Pepe” Albistur. Es el caso de Julio Vitobello, su secretario general de la Presidencia durante todo el mandato. Además de contención para su amigo, porque hacen trascender que está deprimido por el escándalo, ¿no tiene nada para aportar Vitobello sobre el caso?
Más nombres que podrían poner luz, si quisieran, en esta cuestión escabrosa. Juan Manuel Olmos, histórico ladero todoterreno de Fernández, jefe de asesores primero y vicejefe de Gabinete después. Santiago Cafiero, se exjefe de Gabinete y luego canciller. Daniel Rodríguez, que está con Alberto desde hace dos décadas y era el intendente de la quinta de Olivos, donde se sucedieron varios de los incidentes planteados por Yañez. Alejandro Daniel Guglielmi, el jefe de la Casa Militar (a cargo de la seguridad presidencial).
Federico Saavedra, a cargo por entonces de la Unidad Médica Presidencial, ¿podría corroborar las curaciones de las heridas provocadas en la primera dama por Fernández? Según trascendió de allegados a Yañez, algunos de los maltratos recibidos la obligaron a ocultarse durante varios días en Olivos. De hecho, a nadie sorprendió en la residencia que el año pasado ella decidiera trasladarse con el pequeño hijo de la pareja a un chalet secundario, alejado del principal, que ocupaba el jefe de Estado.
De nada de esto dijeron saber las dos exministras de la Mujer que nombró Alberto F durante su administración, Elizabeth Gómez Alcorta y Ayelén Mazzina. ¿Dirán la verdad? Acaso haya influido en sus reacciones que la filtración del escándalo provino del peritaje que se le hizo al celular de María Cantero, la histórica secretaria privada albertista, involucrada en el caso seguros. Yañez habría compartido con ella los chats y las fotos no por amistad, sino porque ya había recurrido en vano a otras instancias en busca de ayuda.
Casi ninguna de las amistades que Alberto F tenía en la política abrió la boca. Ni siquiera, o sobre todo, Vilma Ibarra, su fiel secretaria de Legal y Técnica, que años antes había sido su pareja. “Qué querés que te diga. Mujeriego era, lo sabíamos todos. Y que se llevaban mal con Fabiola, también. Ahora, que la fajara… No lo sabía, te juro”, comenta en estricto off uno de los visitantes habituales a Olivos.
Hasta el cierre de esta nota, el que sí habló fue Eduardo Valdés, diputado y viejo amigo del expresidente. “Es una situación difícil, compleja. Es sorprendente. Nunca lo imaginé. He compartido momentos con la pareja y nunca presencié este tipo de cosas. Nunca Fabiola nos dijo algo a nosotros. Ni siquiera sabía que estaban separados en España. Nos enteramos todos ahora de esto, tanto yo como otros amigos. No era de contar estas cosas Alberto”, sostuvo el legislador en una entrevista radial.
Valdés y Leandro Santoro (otro dirigente que en su momento era amigo de Fernández y luego se distanció) fueron dos de los diputados del ex-FdT que firmaron un proyecto de resolución en Diputados para repudiar la violencia de género denunciada por Yañez y reclamar el pronto esclarecimiento del hecho
Según contaron en el entorno de Alberto F, esas dos firmas lo irritaron. Y le dio cierta satisfacción que no lo hubieran suscripto otros legisladores, como los muy próximos Cafiero y Victoria Tolosa Paz, y su detractor Máximo Kirchner. Se contenta con poco. Como siempre.
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