¿Quién mueve los precios de “los mercados”?

¿Quién mueve los precios de “los mercados”?

En los mercados de competencia perfecta, tanto oferentes como demandantes son “tomadores de precios”. ¿Quién los mueve, entonces?.

Por: Juan Carlos de Pablo.

El sagaz Kenneth Joseph Arrow señaló un problema técnico cuando preguntó lo siguiente: si en los modelos de competencia perfecta, tanto los oferentes como los demandantes son tomadores de precios, ¿cómo es que se mueven los precios? Linda pregunta de examen, en un curso avanzado de microeconomía. Pero hoy la cuestión viene a cuento a raíz de las explicaciones –más precisamente, las racionalizaciones– de las modificaciones de los precios de las divisas, las acciones y los títulos públicos, eso que periodistas y analistas denominan “los mercados”.

Al respecto, conversé con el norteamericano Meyer Louis Burstein (1926-1999), quien estudió en la universidad de Chicago y enseñó en la Northwestern y en la York, esta última sita en Ontario, Canadá. Según le explicó a Mark Blaug, influenciado por Arnold Carl Harberger y Gregory Chi–Chong Chow, Burstein se preocupó por diseñar apropiados modelos de la relación stock–flujo de los bienes, que pudieran ser estimados. Lo cual le permitió medir el cambio de la calidad, en el caso de los bienes durables. Escuchándolo a Milton Friedman se interesó por las ventas atadas o condicionadas. También contribuyó a la comprensión del factor tiempo en la teoría económica, aprendiendo de Joan Violet Robinson; y desde 1963 mostró que el desequilibrio macroeconómico no puede ser derivado del esquema walrasiano. Una ojeada a los títulos de las obras que publicó lo muestra como un economista interesado en cuestiones bien variadas.

–¿Qué quiere decir tomadores de precios?

–Piense en el dueño de un quiosco de diarios y revistas, o en el propietario de una estación de servicio. Ninguno de los dos puede modificar los precios a los cuales venden sus productos. ¿Se imagina un quiosquero que, para vivir mejor, intentara vender los diarios 40% más caros que el precio impreso en la tapa? No vendería ninguno. Y no me refiero a una cuestión legal, sino a la facilidad con la cual sus clientes irían a otro quiosco, o algún empleado de éste último comenzaría a vender, de manera ambulante, diarios al precio de tapa.

–¿Qué puede hacer un oferente en estas condiciones?

–Ante la imposibilidad de modificar los precios de venta, lo único que puede hacer es reducir sus costos; y frente al avance de las alternativas, achicarse o desaparecer. Que más y más personas prefieran la versión digital de los diarios, a la edición impresa, hace que muchos quioscos cierren. El caso de las estaciones de servicio es diferente, porque –en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires al menos– la cantidad también se reduce, pero porque el valor de la tierra en la que están instaladas es mayor como proyecto inmobiliario que comercial. ¿Llegará el momento en el cual haya que inventar modelos de autos con tanques de nafta o de gas gigantescos, para ser utilizados en la Capital Federal?

–Los precios de las acciones, como los de los ravioles y los de las zapatillas deportivas, no son fijados ni modificados por una persona y rigen en todo el país. ¿Quién los modifica y cómo?

–Dejemos de lado la tecnicalidad planteada por Arrow, en el sentido de que cualquier modificación de precios implica algún grado de imperfección del lado de la oferta, para concentrarnos en los procesos decisorios. ¿Por qué un fabricante de ravioles decide modificar los precios a los cuales pretende vender? A diferencia del vendedor de diarios, no piensa ni que se quedaría con todo el mercado si los demás aumentaran los precios y él (o ella) no lo hiciera; ni que perderá la totalidad del mercado si él los eleva y los demás no. Sabe que opera en una situación intermedia.

–¿Por qué decidiría aumentar sus precios?

–Porque sus ravioles se pusieron de moda, poco probable; porque le aumentó algún rubro de costos (como la materia prima, la energía, los salarios, los impuestos, etc.), más probable, y quiere trasladarle esto a sus demandantes; o porque un día se contagió el bicho de la maldad; nada probable. El caso más probable, el de la traslación a precios del aumento de los costos, sugiere simultaneidad en la conducta de muchos oferentes.

–Lo cual da pie a las explicaciones conspirativas.

–Adam Smith decía que era imposible que cinco productores de un mismo bien se reunieran una tarde a tomar un té, y de ahí no saliera un acuerdo para perjudicar a los consumidores. Su confianza no radicaba en las motivaciones de las personas sino en la restricción que el sistema económico le pusiera a sus ansias. La competencia impide que los productores ejerzan sus “maldades” con los demandantes. Pero esto no demuestra la existencia de conspiraciones.

–Explíquese.

–Si sube el precio de la harina, cabe esperar una elevación del precio de los ravioles, no se necesita ninguna reunión secreta. Es más, en condiciones de alta inflación e incertidumbre, Guillermo Antonio Roberto Calvo habla de los “comportamientos de manada”. Si viera que todo el mundo corre de izquierda a derecha, yo también lo haría, y mañana compraría el diario para saber por qué corrían. Lo que 2024 mostró es que la inflexibilidad descendiente de los precios monetarios dejó de ser tal. Notable cantidad de productores modificaron para abajo las listas de precios que habían lanzado en diciembre de 2023.

–Entiendo el caso de los ravioles, que también explica el de los relojes. ¿Cómo entender la modificación de los precios de las acciones y los títulos públicos?

–Harold Wilson, ex primer ministro inglés, hablaba de “los gnomos de Zurich”, y en la explicación de la evolución de las cotizaciones de las monedas virtuales, las teorías conspirativas están a la orden del día. Suelo burlarme de todo recordando a Daniel Della Costa, quien decía que había una asociación que era tan pero tan secreta, que ni sus propios miembros sabían que existían.

–Sea más específico.

–Todos los pesos, y todos los dólares, están “en el mercado de cambios”, no solamente los que se transan. Todos los días hay personas que tienen que comprar dólares, y otros que tienen que vender. Los rumores hacen que los compradores adquieran la mayor cantidad posible, y los vendedores la menor cantidad posible. Cualquier intermediario, ante esto, modifica los precios; y sus competidores hacen lo mismo. Hasta que se pincha el globo.

–¿Quiere decir que los meros rumores no tienen vida infinita; y que las profecías autocumplidas no existen?

–Nada tiene vida infinita, y las profecías autocumplidas son, en el mejor de los casos, una exageración. En el futuro del tipo de cambio, la continuación del equilibrio fiscal es mucho más relevante que las dudas que plantean algunos analistas, no importa las universidades donde estudiaron o la institución a la que pertenecen.

–Don Meyer, muchas gracias.

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