La oposición se queja de una suerte de “punguismo” intelectual por parte del bloque radical. La metodología no es compleja si se omiten los aspectos éticos del asunto: los proyectos no oficiales son postergados, luego archivados y, pasado un tiempo prudente, el Ejecutivo los presenta como propios.
Mario Bracciale se quejó en su momento, durante las PASO, porque uno de sus proyectos había sufrido esa suerte. Luego fue Cacha Cena quien había presentado un proyecto para organizar un banco de tierras y ayudar a las ONG en sus proyectos de viviendas y el proyecto nunca fue tratado, pero luego hubo una propuesta similar por parte del Gobierno anunciada por el candidato Atilio Magnasco. Finalmente, ahora, son los ediles Fernando Rossi y Eduardo Ferrer quienes aseguran haber sido víctimas del hurto intelectual de la UCR.
Este último caso, que tiene días apenas, está relacionado a los semáforos para no videntes. Estos elementos de integración fueron parte de un proyecto del FPV. El proyecto fue archivado no sin antes argumentar que no había “recursos” para implementar esta tecnología. Pero eso no impidió que el Ejecutivo presentara públicamente un semáforo con esas características.
La metodología se está haciendo cada vez más común en un ambiente donde el radicalismo tiene la mayoría para no tratar un tema y mandarlo al cajón. La oposición, que no se remite al FpV, se queja. Claro que hasta ahora no ha montado la maquinita de la victimización que tantos réditos han dado a quienes aseguran ser víctimas constantes del avasallamiento y el destrato político.
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