Hoy los tandilenses acudirán masivamente a las urnas para definir a sus representantes, en una liturgia que más allá del hastío que evidenció el vecino en el curso de los días de campaña, mayoritariamente reconoce en el acto eleccionario el valor de su voto para ratificar o modificar el rumbo de la actualidad política y económica del país, la provincia y su terruño.
Se cuenta ya con un piso, un diagnóstico importante como fueron las PASO a la hora de especular sobre lo que ocurrirá en el cuarto oscuro. Disipadas las fuerzas minoritarias que no superaron el porcentaje exigible y contando el resultado expuesto, a priori no hay mucho margen a la hora de considerar un cambio abrupto a lo ocurrido en agosto. Nada extraordinario ocurrió para que así sea.
Allí pues estuvo el desafío de las fuerzas políticas y sus respectivos candidatos con sus jefes de campaña a cuestas. Mejorar la performance de las Primarias, consolidando los votos recibidos y persuadiendo al votante esquivo, aquel que no encontró opción alguna o el mismísimo votante que eligió otros nombres en la primera oportunidad.
La fotografía electoral que primeramente presenta la ciudad es que se contará con la particularidad de un voto fuertemente localista a la hora de elegir la opción casera, con notable capacidad de corte en el momento de acompañar las alternativas nacionales. Las candidaturas provinciales –senadores en este caso por la Quinta Sección- siempre se verán beneficiadas o perjudicadas (según el caso) por la tijera que, comúnmente se usa arriba o debajo de la boleta.
Hasta aquí los candidatos y sus respectivos militantes se dijeron conformes por el trabajo realizado.
Desde el radicalismo se insistió en la receta lunghista. Una elección legislativa tomada como un plebiscito a la gestión. Y ahí se volvió a acrecentar la figura del intendente Miguel Lunghi, que como un militante más pateó las calles de la ciudad y timbreó puerta por puerta. Fortaleza y debilidades al mismo tiempo de un oficialismo que sigue dependiente casi en exclusividad de su máximo líder.
El justicialismo vernáculo en su versión kirchnerista logró lo que tantas veces perjuró y pocas veces aplicó: unidad de sus actores que si bien –se conoce- hay ciertas rivalidades de egos y luchas intestinas entre sus soldados, supo disimular sus diferencias y mostrar una propuesta con candidatos sólidos, instalados a pesar del primer desconocimiento popular, con buen presente y mejor futuro en tanto y en cuanto no echen a rodar sus folclóricas miserias post acto eleccionario.
Se hizo lo que muchos justicialistas planteaban hace tiempo. Apostando a una renovación que, en este caso respaldado por un notable aparato y a fuerza de la propia impronta de la sabia joven, lograron instalarse en la agenda y pulsearon palmo a palmo al lunghismo los espacios de discusión en la opinión pública, lo que no es poco.
De la cosecha de votos dependerá la suerte de la estrategia de campaña elegida. No llegar a los 30 puntos sería alimentar a las fieras y dejaría un sabor amargo al todopoderoso armador de esta alternativa política serrana: Diego Bossio.
Desafío distinto es el que le toca al candidato macrista Claudio Ersinger, quien colado en la interna massista (se cree la vedette del territorio bonaerense) debió pugnar para que el corte no resulte una grieta de semejante calibre que ponga en duda sus aspiraciones 2015.
Quien también pone mucho en juego es Mario Bracciale, quien claramente resolvió en el último tramo de la campaña copar el voto justicialista no kirchnerista y focalizar la campaña en lo meramente local. Si bien resultó tal vez el hombre que contó con mayor respaldo de los referentes provinciales y nacionales, con presencias casi cotidianas en el pago, la poca expectativa que generaría en esta oportunidad De Narváez sobre el resto de los competidores, le hizo trabajar en la consolidación de su imagen de aquel “un vecino más”.
Hasta las PASO, fue la figurita tentada por uno u otro espacio considerando que se trata de un candidato de vuelo propio. Tal vez como nunca, en esta elección ponga en juego esa imagen que supo conseguir.
Y finalmente Germán Olivera como cara representativa del Frente de Izquierda, que a medida que crece el descontento por la clase gobernante y las mayorías aumenta en adeptos, tal vez no tanto por un voto propositivo sino más bien una expresión de protesta. El caudal de votos en la ciudad, se cree, será semejante a lo que ocurra en el territorio nacional y provincial, lo que no es poco.
Así las cosas, la suerte está echada, hoy jugará también el poder de logística de los partidos mayoritarios a la hora de los traslados de los votantes como la fiscalización de mesas. Lo demás, queda en manos de los votantes, quienes expresarán su humor social frente a la coyuntura del país y la ciudad, sin dejar de lado el horizonte en un país cargado de incertidumbre política como económica a lo largo de su historia.
Comentá la nota