En una convocatoria de organizaciones sociales, de mujeres y partidarias, contabilizaron 27 femicidios desde 1996. La protesta se hizo en el mismo momento en que sesionaba la multisectorial de Género en la Cámara de Diputados. Denunciaron doble discurso y falta de políticas estatales efectivas.
Zulema Liek estuvo presente toda la tarde. Su nombre resumió la bronca por otra muerte evitable. La mató su pareja, un hombre violento, que luego se quitó la vida. Zulema es la última de 27 víctimas de femicidios en 18 años.
El domingo por la noche, cuando el fútbol mandaba festejar un campeonato, Zulema se aprestaba a cerrar su comercio. Tomó el perro, le puso la correa. Sacó 50 pesos y buscó las llaves. Horacio “Pando” Braum, que la violentaba desde hace años, tenía planeada otra canallada.
Le disparó al pecho y la mató de manera instantánea. El asesino, tiró otros 4 tiros. El último fue a su sien. Culminó su plan violento, conocido por el estado en sus más variadas formas. Lo sabía la justicia. Lo sabía la policía. Lo sabían la Dirección de Violencia Familiar del gobierno de La Pampa y la Dirección de Políticas de Género de Santa Rosa. Zulema, igual murió. No llegó a activar el botón antipánico. Nunca tuvo uno. Creyeron que no lo necesitaba.
Zulema Liek disparó a la escena pública el debate sobre las promocionadas políticas sobre género que no se implementan en la misma medida en que se las publicita. Una concejala, del oficialismo, le propinó un golpe duro e inesperado a un gobierno de su propio partido. Fabiana Ballejos arremetió contra todos los dispositivos estatales planificados para que las mujeres no tengan que perecer en el intento de cortar un vínculo violento. Logró un repudio generalizado de todos los concejales.
Nadie renunció. Es difícil que eso ocurra. Fueron las organizaciones sociales, de derechos de mujeres y partidarias, las que hoy coparon la rotonda del Centro Cívico. Realizaron una intervención artística en la que se reflejó cada uno de los 27 casos de femicidios ocurridos desde 1996.
Cortaron la calle y se ganaron el repudio de los mismos y esperables de siempre. Un taxista se ofuscó porque no lo dejaron pasar. Un lavacoches se quejó porque le quitaban su trabajo por media hora. La policía protegió los edificios y los inspectores de tránsito llegaron cuando la manifestación se las había arreglado para cortar la circulación de vehículos.
La violencia de género está arraigada en nuestra sociedad. Los dispositivos estatales e institucionales volvieron a fallar. Pero no deben cesar. La mejor respuesta a las críticas, que hoy los ofende, pasa por garantizar la atención de quien lo demanda.
Zulema ya no está. Evitar otras víctimas, se impone.
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