Los asesores de los principales candidatos resolvieron ceder el terreno del proselitismo para una disputa de acusaciones y "carpetazos"
Cada campaña electoral queda en la historia por algo. La de Raúl Alfonsín por la denuncia del pacto militar-sindical y el cajón de Herminio. La de Carlos Menem 89´,por el salariazo y el lápiz rojo de Angeloz. Diez años después, De la Rúa, por su tácito apoyo a la continuidad de la convertibilidad y por recordarle a todo el mundo que decían que era aburrido. La del 2003, por presentar a un peronismo libanizado y por la aparición de un desconocido, Néstor Kirchner. Las del 2007 y 2011 tuvieron el sello indeleble de Cristina Kirchner: la profundización del modelo K y en el último de los casos la falta de competidores que adivinaron que la Presidente ganaría fácilmente.
La campaña 2015, amarreta de propuestas y flaca de proyectos, pasará a la historia como la de mayor denuncias, ataques y "operaciones" . Los comités de campaña, imposibilitados de generar propuestas en temas que realmente le interesen a la gente y con candidatos, amordazados por los especialistas, para que solo hablen de generalidades y no entreguen ninguna precisión sobre todo en economía, han decidido que el proselitismo electoral quede reducido a una guerra nuclear de "carpetazos".
La imposibilidad para romper la trilogía 40%, 30%, 20%, que más-menos ubica a los candidatos, es la consecuencia matemática del inmovilismo de la campaña. Hay recorridas por todo el país, un acto detrás del otro, pero no pasa nada que logre salir del microclima de la política. En tiempos de redes sociales y de inmediatez de la noticia, los candidatos parecen haberse olvidado que no pueden repetir en Jujuy hoy lo que dijeron en Ushuaia ayer. Esta inercia podría romperse abriendo una discusión en temas serios y urgentes explicando cada candidato lo que cree que debería hacerse.
Curiosamente esta situación en la política tiene su correlato en el futbol: hay un gran debate acerca de la conservadoras tácticas de Edgardo Bauza, campeón nada menos que de América con San Lorenzo. Él se defiende argumentando que con los jugadores que tiene no puede hacer otra cosa. Volviendo a la política: ¿será, entonces, siguiendo la explicación de Bauza, que los candidatos proponen poco y nada y discuten pocas cuestiones en serio, no por una táctica electoral, sino porque no sabrían que decir? Interrogante abierto.
Frente a esta situación, para romper el triple empate se ha buscado en las denuncias el eje de la campaña. El resultado es que todos están en duda y la sospecha generalizada es la moneda corriente de la clase dirigente. Daniel Scioli y su declaración jurada, Aníbal Fernández y su teórica conexión con el Triple Crimen, la docena de contrataciones supuestamente ilegales del gobierno de Mauricio Macri en la Ciudad que comenzó con Fernando Niembro, siguió con Avelino Tamargo y tuvo a Eduardo Amadeo como el último involuntario protagonista de la película "irregularidades de PRO"; el sistema clientelar y fraudulento en su capítulo Tucumán-Alperovich; Máximo Kirchner y sus cuitas hoteleras; el Hospital Garrahan y las continuas "novedades" de la (inconclusa) investigación de la muerte de Alberto Nisman, todo salpimentado con pactos secretos de Massa, primero con Macri, después con el sciolismo, y ahora de vuelta con Macri, vía De la Sota, son los temas que han eclipsado largamente a la propuesta de los candidatos que si por algo brillan, es por su ausencia.
En la confusión todo se mezcla. Episodios incontrastables e irrefutables con testimonios personales de sorpresiva reaparición , falsedades y mentiras sin un solo dato relacionado con la realidad y un enorme ejercicio de voluntarismo de parte de quien emite el ataque.
Sobre si tienen repercusión en el electorado la biblioteca se divide en dos: los que dicen que sí y ponen como ejemplo que Aníbal Fernández sin la denuncia televisiva una semana antes de las PASO hubiera obtenido una mayor diferencia sobre Julián Domínguez, y que Mauricio Macri perdió apoyos por el caso Niembro; y los que argumentan que los ataques tienen una gran influencia en el "microclima" de la política, en el ánimo de candidatos, empresarios y periodistas y que dificulta la recolección de fondos, pero que repercuten poco y nada en los ciudadanos de a pie.
Al respecto: la cuestión del dinero para la campaña preocupa mucho más de lo que se sabe a los campamentos políticos de Scioli, Macri y Massa.
Sergio Massa en la excepción a ambas reglas. La pasó mal en la campaña 2013 con el serio y grave episodio de su propia casa, y durante el 2014 fue víctima de un bullying del círculo rojo para herir su candidatura. Pero este año viene zafando de denuncias. Como en la clase política todos desconfían de todos, en lugar de concluir que esa condición de virgen en denuncias es un capital en favor de Massa, sospechan –sin pruebas- que cierta parte de los "carpetazos" podrían provenir del Frente Renovador, por el solo hecho de que ninguno de los ataques hasta ahora ni siquiera lo rozaron.
La otra excepción es lo que se refiere a las propuestas: Massa es el candidato que más proyectos presentó, al punto de convertirse en su más importante ventaja frente a los demás. Es verdad que muchas de las propuestas del FR son de dificultosa implementación ,que otras están enunciadas desde el tercer y no el primer lugar en las encuestas, y que algunas no salen de la pomposidad de su enunciado. Pero son las únicas que constituyeron un eje propio de campaña.
Por eso finalmente sorprendió a pocos que naufraguen otras vez los intentos para hacer un debate presidencial en Argentina. El candidato que va primero en las encuestas sólo concurrirá a una discusión pública con sus pares si una ley electoral lo obliga. Esto puede aplicarse a cualquier campaña desde 1945 a la fecha. Si no, ¿por qué nunca hubo debates? Esa ley estará lista en el 2019, si Dios y la clase política quieren. Aquí no se trata de medir el nivel de republicanismo de los candidatos: es estrategia pura.
Todos están convencidos de que si algo no "debe" decirse en una campaña electoral es la verdad. O mostrarla, a través un gesto. Y en un debate televisado, en forma involuntaria eso puede suceder. Porque como dijo el griego Esquilo: "La verdad es la primera víctima de la guerra".
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