Son la 3, que se usa para ir al sur de Necochea; la 29, alternativa para llegar a Mar del Plata; y la 56, que lleva a Pinamar. Tienen un solo carril por mano, con banquinas de tierra y tramos con baches.
Clarín relevó el estado de la ruta nacional 3, usada para viajar hacia balnearios al sur de Necochea; la provincial 29, una alternativa para ir a Mar del Plata sin pagar peaje; y la provincial 56, clave para llegar hasta Pinamar o Villa Gesell.
En la ruta 3, la segunda de alcance nacional con más accidentes según el Centro de Experimentación y Seguridad Vial (CESVI), los primeros 100 kilómetros son de autovía. Se paga un peaje de $ 7 en Cañuelas y el recorrido empieza bastante bien. “Solamente hay que tener cuidado con las interrupciones del cantero central en la autovía Cañuelas–San Miguel del Monte, que permiten girar en U para hacer retomes. Esa maniobra puede resultar peligrosa y hay camiones que hunden la tierra de la banquina”, aclara el jefe de Investigación del CESVI, Hernán de Jorge.
Ya en Monte, en el kilómetro 110, aparecen otras complicaciones. Si bien hay carteles que exigen bajar la velocidad, la vida de la ciudad se mezcla con el apuro de la ruta. Muchos cruzan a pie, en bicicleta o en moto. Desde allí la ruta se reduce a un solo carril por mano. Y hasta Azul, en el kilómetro 263 –donde se paga otro peaje, de $ 5–, se recarga con camiones de una amplia zona agropecuaria. “Se forman filas de cinco o más camiones e intentar un sobrepaso es peligrosísimo”, explica Juan Manuel Crocco, uno de los fundadores de Vecinos Autoconvocados Autovía Ya, asociación que reclama que se transformen en autovía los 193 kilómetros que separan Monte y Azul. “Cuando se cruzan dos camiones, entre el espejo de uno que va en un sentido y el del otro en la mano contraria quedan sólo 15 centímetros de separación”, describe Crocco.
En los 187 kilómetros de Azul a Tres Arroyos (último peaje, de $ 5) la situación se agrava: se observan áreas en las que el asfalto tiene ondulaciones, baches y, en algunos sectores, lomitas entre la calzada y las banquinas, por el peso de los camiones. Y en las banquinas se alternan el pedregullo, el pasto y la tierra. Un escenario similar se ve desde Tres Arroyos, en el kilómetro 522, hasta Bahía Blanca.
Para acercarse a Mar del Plata desde Buenos Aires, muchos eligen la ruta 29, que nace en Brandsen. Se trata de una vía de un carril por mano que está en buen estado en la mayor parte del recorrido y no tiene peajes. “El problema es que entre General Belgrano y Ayacucho, casi 200 kilómetros, no hay estaciones de servicio ni señal de celular”, cuenta el locutor y periodista Diego Calderón, de Radio Ayacucho. Esa ruta tiene dos tramos con el asfalto en estado deplorable. El primero comprende unos 15 kilómetros, cerca Ayacucho, en el sector que queda entre los cruces de las rutas provinciales 50 y 74. “Hay que bajar la velocidad porque rompés el auto”, asegura Calderón. Los últimos 20 kilómetros también tienen grietas y pozos.
Para los que eligen Pinamar o Villa Gesell, los 62 kilómetros de la ruta 56 –entre Conesa y Madariaga– son vitales. Pero los usuarios se quejan de que la vía, de un solo carril por mano, es angosta, suele congestionarse y tiene banquinas de pasto peligrosas. Cuando se forman filas, suelen verse sobrepasos arriesgados que más de una vez terminan en accidente. “Rutas como esta tienen unos 7,40 metros de ancho: un arco de fútbol separado por una línea pintada”, ironiza Ignacio Zavaleta, de la ONG Unión de Usuarios Viales.
Algunos vecinos de General Madariaga, incluso, exigen que en la 56 se construyan banquinas de asfalto cada dos kilómetros para facilitar maniobras y detenciones. Pero el contrato que firmó la concesionaria Autovías del Mar hace unos años prevé obras de ampliación recién en 2017. “Es insólito si pensás que pagás un peaje de $ 26 en Samborombón, en la ruta 2, y otro de $ 26 en Conesa, en la ruta 11”, se queja el titular del Comité Nacional de Defensa del Usuario Vial, Ricardo Lasca.
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