En una ciudad donde pocos minutos de lluvia, a veces es tan sorpresiva como devastadora. Gestiones municipales anteriores golpeadas por denuncias de corrupción. La droga instalada en cada esquina y una ciudad devastada por abandono. Esta es la herencia que recibió el actual jefe comunal Joaquín Losada.
No hay dudas que el capital político que posee Losada es contundente, así lo mostraron las elecciones del 2015, donde (él solo) sacó casi el 22 por ciento de los votos, pero le alcanzará para soportar la pesada herencia. Ya que la cotidianeidad de ser intendente transforma a ese capital político en efímero; provenga del partido que provenga, o de la ubicación del terreno que controla o la cantidad de personas que lo hayan elegido.
Estrellas y figuras jóvenes de la política que pasaron por el municipio posadeño transcurrieron por momentos de incertidumbre y en el último tramo de su gestión, sin garantías de futuro político. Por mencionar: Juan Manuel Irrazabal, apadrinado en su momento, por la ahora devaluada agrupación 13 de Julio que lideraba el eterno Cachilo Rodríguez; finalizó su gestión antes de tiempo y saliendo por la puerta chica del edificio municipal. Otro de los casos emblemáticos, es la de Jorge Brignole, el hombre que se atrevió a decir que: “el intendente de Posadas es el candidato natural a la gobernación”, y en las últimas elecciones concluyó siendo furgón de cola de Joaquín Losada.
En este sentido, si por algo se destacó el municipio posadeño, es que intendente que llegó, intendente que minó su capital político; y hasta aquí nadie a logrado su resurrección política luego de pasar por el edificio de Rivadavia y San Martín. Algunos podrían mencionar como excepción a Orlando Franco, quien fue el único jefe comunal en lograr una reelección en la capital provincial. Pero cabe recordar que su último triunfo está matizado por enroques de “gallos y media noche”.
En su contra, Losada tiene archienemigos políticos en la propia renovación, entre ellos uno ya mencionado en esta nota, el también exintendente Orlando Franco, persona de suma confianza de Carlos Rovira. Y el resistido y siempre polémico Eduardo “Balero” Torres, titular del Instituto de Loterías y Casinos, quien se muestra como clossista o ahora losadista, pero en realidad responde a las huestes del rovirismo. Y no dudará en lanzar los primeras “señales” ni bien se lo pidan. Pero el mayor problema para Losada, no son sus enemigos o el municipio; es el propio Losada. No es hiperactivo, no se destaca por ser un funcionario que visite obras, y lo peor, su soberbia. Que según allegados al propio lozano, se ha incrementado en las últimas semanas luego de asumir como intendente.
Además hay otros rivales externos, entre ellos el joven que lidera el concejo deliberante de Posadas, Alejandro Velázquez (CET) que en poco tiempo se ha convertido en uno de los opositores más visibles y con más estructura. Reforzó este perfil ganando la presidencia del cuerpo. Mostrando así que a pesar de su edad, posee la experiencia suficiente como para enfrentar desafíos difíciles. A la lista también hay que agregar a la joven guarda de radicales: Martín Arjol, Pepe Pianesi y Pablo Velázquez, entre otros.
Ante todo este contexto Losada no tendrá una gestión sencilla. Deberá apelar al manual del buen intendente: asfaltado de calles, cambio de cañerías y cloacas, extensión del plan de limpieza ciudadana, cámaras de seguridad urbana, combatir el narcotráfico, ordenar el tránsito, entre otras medidas. Pero para ello es necesario trabajar. Y el lozano renovador, no se destaca por esa probidad.
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