Después de la protesta del miércoles se sabrá si a Macri le queda paño para una alianza sindical.
por Eduardo van der Kooy
Ni Mauricio Macri ni Hugo Moyano tienen a esta altura la posibilidad de un retroceso. Ambos enfrentan una encrucijada similar. La pelea con el líder camionero representa para el Presidente un camino propicio en busca de la reconciliación con un sector del electorado propio, fastidiado por el escándalo de Jorge Triaca y la seguidilla de ajustes tarifarios. Merodea a ese imaginario social la lucha contra la corrupción. Hay otro costado en la disputa: la idea que el sindicalista acepte, al final, retocar el convenio laboral de su organización poderosa. Macri piensa que resulta crucial para que puedan bajar los costos productivos. No tanto para seducir inversiones esquivas. Sobre todo, para ayudar a frenar una inflación que persiste inmutable.
El desafío para Moyano asoma incluso más fiero. Debe demostrar con la movilización del miércoles que su aislamiento sería más virtual que concreto. No sólo coteja contra el Gobierno. También contra la mayor parte de la maquinaria sindical que supo conducir durante muchos años. Existe otro condimento peligroso y condicionante para él. Cinco jueces lo tienen en la mira por un multimillonario patrimonio que le cuesta explicar. El denominador común de las investigaciones tiene vínculo con el lavado de dinero.
Macri se aproxima a la colisión con algo más de resguardo. Pero no debe fallar en ningún cálculo. Especialmente en el desenlace que, antes o después, tenga su porfía con Moyano. No podrá conformarse con haber protagonizado sólo uno de los espectáculos políticos ponderados de este tiempo. Deberá ofrendarle algo a su clientela. Nadie imagina una repentina estocada final contra el líder camionero. Como el torero suele hacer con el animal luego de clavarle las tres banderillas. Pero al menos tendrá que exhibir, a modo de emblema, una oreja o tal vez un rabo.
El Presidente debió hacerle entender con pocas palabras esa realidad a Claudio “El Chiqui” Tapia. Es el titular de la AFA. Pero también yerno de Moyano. Estuvieron juntos el jueves en Olivos, antes del retiro de Cambiemos en Chapadmalal. El eje del encuentro fueron los preparativos para el Mundial de Fútbol en Rusia. Pero la actualidad del camionero, como no podía ser de otro modo, también se filtró. Lo primero es siempre la familia. La agenda presidencial suele tener esas peculiaridades bien argentinas. Todo se mezcla con todo.
Días antes Macri se había hecho un hueco en sus actividades para hablar con Jorge Sampaoli, el DT de la selección nacional. En esa conversación no se escurrió el nombre de Moyano. Pero apareció el de Lionel Messi. Al Presidente le interesa cómo hará el entrenador para hacer rendir al futbolista en el mismo nivel que acostumbra a mostrar en Barcelona.
Macri refirió a Tapia el aislamiento político en que se halla su pariente en vísperas de la gran protesta. Se trata del gran secreto que le permite al Gobierno zambullirse en una pelea hasta hace algunos meses impensada. Consiguió una plataforma sobre la cual pararse. Esa construcción se logró por una conjunción de factores. Por un trabajo político eficaz desde el poder y bastantes torpezas cometidas por los desafiantes.
El Gobierno, en vertientes distintas, ejecutó un trabajo de pinzas. Una pieza fue movida desde la Ciudad por Horacio Rodríguez Larreta. El jefe porteño cerró una paritaria del 12% con los estatales. Un número inferior en los papeles al 15% pretendido desde la Casa Rosada. Aunque engañoso: con retoques en las condiciones del convenio la cifra trepará a aquel 15%. En septiembre esa paritaria será reabierta para compararla con la evolución inflacionaria. Jorge Triaca, con el soporte de Mario Quintana, el ministro coordinador, y Rogelio Frigerio, de Interior, obtuvo lo mismo con José Luis Lingeri, que comanda el gremio de Obras Sanitarias. En un sendero similar están los mercantiles de Armando Cavalieri. Guillermo Dietrich, el ministro de Transporte, y Andrés Ibarra, de Modernización, prefirieron ordenar los convenios de la Unión Ferroviaria antes de abordar el aumento de salarios. De diez convenios vigentes pasaron a dos, bajo la venia del gremialista Sergio Sasia.
Ninguno de todos esos sindicatos acompañan a Moyano. Hubo otros que optaron por curarse en salud al considerar dos cosas. Macri reaccionó con venganzas después de aquella manifestación de agosto del año pasado, a pocos días de la victoria oficialista en las PASO. Se cargó al Superintendente de Salud y al Secretario de Trabajo. Ambos ligados al universo sindical. Aquella marcha, por otro lado, terminó en un bochorno público. Con peleas e incidentes. Cuyo rostro visible fue Pablo Moyano, el hijo dilecto de Hugo. Un sector considerable del sindicalismo clásico tampoco olvida la historia. Muchos gremios padecieron con el crecimiento del líder camionero. Debieron ceder poder a instancias de los dictados de Néstor Kirchner. No están dispuestos a correr detrás del dirigente que terminó por devorarlos.
Moyano padre tampoco calibró bien sus movimientos. En el afán por apremiar a Macri estableció alianzas para la protesta con sectores que provocan erupciones en la piel de la mayoría de los sindicalistas. No sólo con la CTA, de Hugo Yasky y Pablo Micheli. Además, con los grupos duros de la izquierda que acostumbran a tener asistencia perfecta en la calle. Y con las huestes kirchneristas, con las que el camionero estuvo enfrentado desde que Cristina Fernández llegó al poder. Esa combinación fue la que produjo en diciembre el salvaje desborde en Plaza de los dos Congresos mientras se debatía en Diputados la controvertida reforma previsional. Algunos temen que, aunque en menor escala, esas imágenes puedan repetirse dentro de 72 horas.
Las cuestiones judiciales ayudaron a fomentar el ruido en la comarca sindical. El Gobierno sigue empujando la idea que los dirigentes estén a futuro obligados a declarar su situación patrimonial. A ese propósito se suma la situación de Moyano en la Justicia. El líder camionero, como el kirchnerismo, aduce presunta persecución. Pero las investigaciones se amontonan. La última se conoció la semana pasada aunque data de diciembre. El juez federal de Morón, Néstor Barral, dispuso el levantamiento del secreto fiscal, bursátil y bancario de Moyano. La medida había sido solicitada por la Procuración General y la AFIP. No refiere a un procedimiento frecuente contra los caciques gremiales. Uno de los últimos casos golpeó al bancario Juan José Zanola. Estuvo preso entre 2009 y 2011 y salió bajo fianza. Quizás aquel procedimiento progrese con mayor velocidad que los restantes. Habría simplemente que cotejar los movimientos de fondos del líder camionero y su familia con la trama de cuatro empresas que operan en torno a la actividad del gremio.
La diputada de Cambiemos, Graciela Ocaña, hizo una ampliación de una de sus denuncias que posee relación con esa trama. Expone que la Obra Social de camioneros atraviesa una situación de quebranto. Cerca de $1.500 millones de deuda. Pese a que los costos de las prestaciones estarían un 40% por encima del promedio. Sin embargo, aquellas cuatro prestadoras de la Obra Social, del clan familiar, mostrarían ganancias superlativas.
En esa investigación se cuela la de la mafia de los medicamentos, que estalló en 2008 cuando Ocaña era ministro de Salud de Cristina. Por eso debió renunciar. La sustancia Claudio Bonadío. Otra, del juez penal económico Rafael Caputo, figura relacionada con las actividades de la empresa postal OCA. Y otro par atañen al club Independiente, donde Hugo y Pablo son los mandamás. La que corresponde a la supuesta existencia de una asociación ilícita está en manos del juez comercial Héctor Vitale. En la que indaga sobre lavado de activos interviene el magistrado de Quilmes, Luis Armella.
En el rastreo judicial estarían brotando novedades sorprendentes. Por ejemplo, la existencia de un acto extorsivo contra dos conocidas empresas cuando estaba en proceso de terminación el nuevo estadio del club. Una de ellas habría sido encargada de proveer todos los aires acondicionados. La otra, materiales de construcción. La compensación habría consistido en un compulsivo contrato de publicidad.
Macri pretende que ese panorama le sirva para inclinar la balanza política a su favor en la pulseada con Moyano. En esa balanza está como prioridad la posibilidad de modificar el convenio laboral del gremio. Una manera de empezar a tocar los costos productivos de la Argentina donde la vetusta infraestructura representa un tercio de esos costos. E impacta sobre la inflación. El 90% de las cargas en nuestro país se realizan por vía terrestre. Faltan los trenes que se deshicieron durante la década menemista. Abundan los camiones que convirtieron a Moyano en el principal líder sindical, con un sistema de servicios.
El Gobierno recurre a parches para modificar la infraestructura. Mediante un decreto autorizó el uso en rutas nacionales de los llamados bitrenes. Los usa Brasil. También Australia y pocas naciones europeas. Son camiones que llevan hasta el triple de carga de uno convencional. Siempre las soluciones de urgencia chocan contra algún factor imprevisto. Ninguna ruta está aquí preparada para tolerar el tránsito y el peso de aquellos armatostes. Dietrich tendrá que adoptar previsiones con los 9000 kms de asfalto que espera desplegar cuando Macri concluya su mandato.
Cada una de todas aquellas circunstancias revelan no sólo la endeblez del aparato productivo argentino. También el grado de su pobre desarrollo.
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