Por: Mario Wainfeld. En 2015 once provincias unificaron sus elecciones a gobernador con las nacionales, la mitad clavada de las que renovaban los Ejecutivos. Aunque faltan definir unas cuantas parece inexorable: serán varias menos en 2019; al cierre esta nota suman nueve. Media un primer condicionante de manual: en aquel entonces había más provincias controladas por el mismo partido que la Casa Rosada.
Se añaden otros factores; prevalece el de despegarse de la polarización priorizando la disputa lugareña. Desdoblan con adelantamientos prolongados, en cantidades superiores al pasado. En el primer semestre se elegirá en Córdoba, Santa Fe y Neuquén entre las más pobladas.
Tucumán podría sumarse a esa oleada. El gobernador Juan Manzur consiguió, vía amparo judicial, declarar inconstitucional la fecha estipulada en la mismísima Carta Magna provincial. Convocó a votar en mayo. Uno de los precandidatos de Cambiemos, el radical José Cano, canta retruco; acudirá a los tribunales con otro amparo para revocar el adelanto.
Los baqueanos regionales malician que un par de “gobernas” cuanto menos especulan con amarrar el terruño y, ya enraizados, postularse para la presidencia. Manzur y el cordobés Juan Schiaretti caen bajo sospecha. No hay modo fehaciente de corroborarlo: los concernidos negarán todo hasta que esté descifrado el escenario provincial.
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La bonaerense María Eugenia Vidal maneja un cambio potencial gigante. Analiza separar las compulsas provincial y municipales de la presidencial. Instala la perspectiva con notas de tapa en La Nación, Promueve una comisión bicameral para estudiar la legalidad de la movida. Si quisiera llevarla a cabo tendrían que modificarse o derogarse leyes provinciales. Misión posible dada la correlación de fuerzas parlamentaria y la colaboración de los legisladores que (todavía) responden a Sergio Massa.
Especialistas desmenuzan pros, contras y prospectivas de la jugada en las páginas 2/3. Este cronista intuye que la iniciativa quedará en amague, apostaría un asado pero no un auto.
La sinergia entre las candidaturas de Vidal y el presidente Mauricio Macri es una baraja fuerte de Cambiemos, arriesgarse a renunciarla suena temerario. Claro que las tácticas electorales, como las futboleras, se endiosan con el éxito y se desprestigian con la derrota. Guillermo Barrios Schelotto y Marcelo Gallardo capacitan para dictar seminarios sobre el tópico a dirigentes políticos.
El pretexto alegado, que ni la prensa cambiemita toma en serio, es implantar la Boleta Única (BU) en los comicios locales, Imposible combinar entonces con el escenario nacional. La BU en papel se aplica en Córdoba y Santa Fe, con formatos distintos. Ahorra costos de impresión, reduce la impresionante oferta de boletas en el cuarto oscuro. Exige al votante indicar preferencias para cada categoría votada. La experiencia prueba que hay más “votos en blanco” para los cargos menos conspicuos, producto de la relativa dificultad para el elector. Los “famosos” se benefician, en detrimento de sus aliados menos conocidos. Se corrobora más diversidad en votos, “cortes de boletas”.
Quienes despotrican contra las listas sábanas deberían cuestionar a la BU: en general no figuran todos los nombres de todos los candidatos sino de los cabezas de lista... imposible colarlos a todos sin hacer un mantel.
La prerrogativa de acomodar el calendario es ventaja deportiva de quienes gobiernan, Vidal deshoja la margarita. Los estrategas de Macri ven con malos ojos la tentativa. Todos leen encuestas a lo pavote. En febrero o marzo se discernirá.
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El gobernador santafesino Miguel Lifschitz y les ex diputades Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer se insinúan como aliados progresistas del peronismo federal. Ambición modesta que habla de un bajo potencial en la coyuntura. Los socialistas santafesinos conservan la prioridad de revalidarse en la única provincia que gobernaron y sostienen. He ahí su contradicción principal, donde se juegan casi todo. Como secondbest: descolgarse de la competencia nacional es costoso para los aspirantes socialistas a entrar al Congreso Nacional.
Alfonsín y Stolbizer atraviesan el erial del llano, precisan como maná una banca en el Parlamento. Eligieron de modo Random aliados en tiempos recientes, sin fortuna,
Los peronistas federales concitan más reportajes que adhesiones. El gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, reconoce a La Nación que “no somos favoritos por ahora”, un eufemismo más entrador que su discurso. Su esposa, la actriz Isabel Macedo se anota como precandidata a primera dama, haciendo equilibrios difíciles con la temática de género. Se pronuncia a favor de la despenalización del aborto, titubea cuando incursiona en la violencia machista. Le alcanza para quedar a la izquierda de Urtubey, un cometido sencillo.
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La pregunta de moda para panelistas o tertulianos de quincho: ¿hay margen para un Bolsonaro argentino? El diputado Alfredo Olmedo contesta que sí, dando un paso al frente. Troglodita, misógino y desenfadado... el hombre califica para lanzarse.
Allende el contexto derechoso, inestable y líquido este cronista intuye que el macrismo deja poco espacio a su derecha. Las sociedades argentinas y brasileña difieren, la capacidad de protesta y resistencia social son claves. Sin exagerar paralelismos el mayor símil imaginable de Bolsonaro será Macri, si reelige. Más doctrina Chocobar, más represión, reformas laborales, tentativas de eyectar de la Corte Suprema a Elena Highton de Nolasco y Ricardo Lorenzetti. Inquisición judicial para los opositores, acentuación de la doctrina Irurzun, salvavidas tribunalicio o legal para los empresarios implicados en causas de corrupción. La tentación autoritaria ya le borró la sonrisa a “Mauricio”, si triunfa irá por más. Seguramente menos teocrático que el colega brasileño, verbalmente menos franco o brutal pero sintonizando con una ideología que se expande cual mancha de aceite (ver asimismo nota principal).
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