El mandatario rechazó que sus tropas estén utilizando armamento químico y dijo que está dispuesto a asistir a un encuentro con Estados Unidos y Rusia en Ginebra, pero señaló que no piensa renunciar, como pide Washington.
"Las acusaciones contra Siria con respecto al uso de armas químicas o a mi dimisión cambian cada día. Y es probable que esto se use como preludio de una guerra contra nuestro país", sostuvo el mandatario en uno de los salones del Palacio del Pueblo, sede de gobierno, en una entrevista con dos medios argentinos, entre ellos Télam.
"Dijeron que usamos armas químicas contra zonas residenciales. Ahora, si fuesen usadas sobre una ciudad o suburbio con un saldo de diez o veinte víctimas, ¿sería creíble? Su uso significaría la muerte de miles o decenas de miles de personas en cuestión de minutos. ¿Quién podría ocultar semejante cosa?", enfatizó sobre una de las acusaciones más delicadas que pesan sobre él.
Télam es la primera agencia de noticias de habla hispana a la que Al Assad le concede una entrevista desde el inicio del conflicto armado que su gobierno mantiene, desde hace más de dos años, con insurgentes que quieren derrocarlo y que –según la ONU– ya dejó más de 70 mil muertos.
Con una afabilidad que no estuvo exenta de respuestas cortantes, Al Assad recordó el papelón del ex secretario de Estado norteamericano Colin Powell cuando se paró delante del Consejo de Seguridad de la ONU y, mostrando un frasquito, aseguró que esa era la prueba de las armas químicas del entonces presidente de Irak, Saddam Hussein.
"¿Y dónde estaban las armas de destrucción masiva?", recordó Al Assad para desacreditar las denuncias en su contra. "Occidente miente y falsifica pruebas para desatar guerras, esa es su costumbre" enfatizó, y denunció que las potencias "encomendaron a Israel el ataque perpetrado días atrás para elevar la moral de los grupos terroristas".
No obstante, remarcó su posición dialoguista y la aceptación de concurrir, de producirse, a la conferencia internacional que Estados Unidos y Rusia se proponen realizar en Ginebra para hallar una salida al conflicto, aunque con la exigencia de que los opositores abandonen la lucha armada.
"Hemos acogido bien el acercamiento ruso-estadounidense, pero debemos ser realistas: no creemos que muchos países occidentales quieran efectivamente una solución en Siria", advirtió.
"Nosotros siempre optamos por dialogar con cualquier parte que lo quiera hacer, pero esto no incluye a los terroristas, ningún Estado dialoga con terroristas", enfatizó, para agregar que "hay confusión en el mundo: creen que una conferencia política detendrá el terrorismo sobre el terreno y eso es irreal".
Al Assad sostiene que el grueso de los combatientes enemigos vive fuera de Siria y están vinculados a otros países, por lo que no tienen una decisión propia, no son autónomos y no tienen una base popular real. "Hay terroristas de 29 países combatiendo en Siria, por lo que no creemos que muchas naciones occidentales que los apoyan quieran efectivamente una solución", especuló.
La temática discursiva siempre tuvo idéntica raíz: la causa del problema está afuera y la posibilidad de una autocrítica nunca fue considerada por el mandatario. Como tampoco dar un paso al costado para descomprimir el conflicto en el marco de la negociación de paz.
"Que alguien diga que el presidente sirio tiene que irse porque Estados Unidos, otros países o los terroristas lo quieren es algo inadmisible", afirmó, para completar con una certeza: "Este asunto lo resuelve una decisión popular a través de las urnas en las elecciones convocadas para 2014."
"Además, el país está en crisis, y cuando el barco se encuentra en medio de la tormenta, el capitán no huye. Y renunciar sería huir."
Fue tajante en su respuesta y en el análisis posterior al responder si la política exterior del presidente Barack Obama para Medio Oriente es similar a la de Ronald Reagan o George W. Bush. "Las administraciones estadounidenses son parecidas en la mayoría de las cosas y las diferencias son mínimas. Lo que cambió (con Obama) fue el discurso y eso no tiene ningún valor, lo importante son los hechos sobre el terreno", aseguró.
"En Estados Unidos hay instituciones y lobbies que rigen la política, y cualquiera que llegue (a la Casa Blanca) tiene una huella propia, pero no puede trazar toda la política independiente de esos elementos existentes", precisó.
Al Assad analizó que son las circunstancias que están cambiando las que impiden que Estados Unidos se lance a nuevas invasiones al estilo Afganistán o Irak, pero denunció que mantiene el apoyo político y logístico a los insurgentes junto con el envío de "medios no letales".
"Estados Unidos cambió los instrumentos pero no los principios, y pasó de la invasión directa a otro tipo de guerras", afirmó.
La entrevista transcurrió en un salón-biblioteca del imponente palacio ubicado en la cima de un cerro a las afueras del barrio Al-Mazeh, desde donde se aprecia una amplia vista de la ciudad que a lo lejos parece mucho más tranquila de lo que realmente está. El conflicto, los insurgentes, tema central también con Al Assad.
"Los terroristas no son una sola entidad, son grupos y pequeñas bandas y cada una tiene su cabecilla local, son centenares. Y una de las razones de la renuncia de (el ex enviado de la ONU y la Liga Árabe para Siria) Kofi Annan es que no sabía con quién de ellos dialogar", describió.
Uno de los desafíos que enfrenta Occidente a la hora de apoyar a los rebeldes es que entre ellos hay salafistas o wahabitas, es decir islamistas radicales que repudian la laicidad de Siria y entre los que se destaca el Frente Al Nusra, alineado públicamente con Ayman al Zawahiri, el líder de la red Al Qaeda.
En la norteña ciudad siria de Alepo, sobre todo, flamean sus banderas negras en honor a la jihad (guerra santa), y su intención pública es la caída de Al Assad para crear un nuevo califato, una potencia islámica donde los musulmanes vuelvan a lo que llaman "islam original".
¿Por qué Occidente los apoyaría?, preguntó Télam.
"A Occidente le importa tener gobiernos leales como los que existían en América Latina, que explotaban a los pueblos para entregar sus bienes. Y si son extremistas, los usan ahora y los combaten después. Aunque Afganistán lo refutó: apoyaron a los talibanes y con el 11-S pagaron un precio altísimo", sostuvo.
"Lo malo –finaliza Al Assad– es que los wahabitas quieren difundir el pensamiento extremista en los niveles populares y no sólo en el gobierno. En Siria tenemos un islam moderado y por eso resistimos el fundamentalismo con todos los medios", concluyó. «
El dato
Cifra de muertos
"Muchos de los muertos de los que hablan son extranjeros que vinieron a matar al pueblo sirio."
Grabadores prohibidos
El presidente de Siria es un hombre diplomático en el trato, rara vez durante la entrevista levanta la voz para enfatizar algo. No necesita hacerlo –sin embargo– para transmitir que no es su ámbito preferido el de la prensa y los periodistas. Uno de los cuestionamientos más fuertes a su gobierno es la falta de libertad de prensa, la escasez de voces opositoras en comparación con las del oficialismo.
Bashar al Assad remarca las reformas que implementó, incluida la de la Constitución, pero su semblante se transforma cuando se lo consulta sobre si incluirán también a la prensa y el periodismo. "No se puede hablar de libertad de prensa sin que haya libertades políticas en general, porque eso está interrelacionado", responde tajante y despejando de un solo golpe cualquier duda que hubiese al respecto. "La mala imagen que tiene Siria en el exterior, en gran parte se debe a cómo informan los grandes medios de comunicación occidentales", completa. Una idea que esbozó en la recepción que ofreció a los dos periodistas argentinos que posteriormente lo entrevistamos.
"¿Qué se sabe en Argentina de mi país?", preguntó Al Assad casi a boca de jarro, luego de la formalidad de los saludos y la bienvenida. La preocupación no pasaba por saber si su país está en la agenda informativa, sino en el tratamiento que le dan al conflicto armado, a la actuación del ejército sirio y a su gobierno en particular, en el marco de un concepto que presupone que todo debe estar perfectamente controlado.
Como la decisión de la responsable de Prensa de Presidencia, quien sin mediar anuncio alguno decidió que nuestros grabadores (que se encontraban en la cabina de sonido, junto al traductor) no iban a encenderse porque ellos mismos se encargarían de transcribir la entrevista. De nada valieron los lógicos reclamos posteriores. "Son nuestras normas", adujo sin el menor espacio para un debate sobre la libertad de prensa con un ejemplo empírico.
De poco le sirvió también porque, periodistas al fin, a la tecnología la acompañamos con una buena dosis de memoria y una agenda adonde quedaron anotados los conceptos vertidos por el presidente, que respondió a todo lo preguntado y jamás amagó con una censura similar.
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