Con el conflicto salarial en el área de Seguridad quedó en evidencia la incómoda situación de Berni y Garré, y de Kicillof y Lorenzino; los otros ministerios afectados
El jueves, Nilda Garré ingresó en la Casa Rosada a las 16 para verse con el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, en medio de la crisis por la rebelión de las fuerzas de seguridad. Su segundo, Sergio Berni, apareció por Balcarce 50 a las 19.30, cuando Garré ya se había ido.
En pleno acto por el lanzamiento del megaproyecto para la construcción de viviendas en terrenos fiscales, un desconocido se sentó en el escenario junto a la jefa del Estado. Se trataba del segundo de la nueva Agencia de Administración de Bienes del Estado (ex Onabe), Martín Reibel Maier. Su jefe, Alberto Vulcano, quedó ubicado en la primera fila, pero entre el público.
Son todas escenas de la influencia e importancia que Cristina Kirchner les da a los vices en cada uno de los ministerios, en una política que intenta concentrar poder, una comunicación radial con sus colaboradores y la posibilidad de que los número dos ejerzan las veces de comisarios políticos de sus superiores directos.
Esta estrategia quedó en evidencia con la crisis de las fuerzas de seguridad, en la que Garré apareció como parte del problema y Berni como quien intentaba solucionarlo. También Kicillof fue identificado como ideólogo del recorte salarial, pero después fue Lorenzino quien debió salir a negociar el desajuste.
El cada vez más alto perfil de los viceministros se repite en las distintas dependencias oficiales. En su mayoría, los segundos pertenecen a La Cámpora, la agrupación liderada por Máximo Kirchner. La Presidenta reservó ese lugar para los jóvenes bendecidos por su hijo.
En Justicia, Julio Alak comparte el poder con el camporista Julián Álvarez; el secretario de Medios y vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro, con Rodrigo Rodríguez (alias Rodra), a cargo de la Subsecretaría de Medios. En la Casa de Moneda, Katya Daura, que llegó al cargo de la mano del vicepresidente Amado Boudou, también comparte el poder con el vice de la entidad encargada de fabricar los billetes, Esteban Kiper. Como Kicillof y Reibel, todos pertenecen a la agrupación juvenil de Máximo.
La influencia de Kicillof, el más escuchado en el equipo económico por la Presidenta, lo lleva a competir también con el presidente de YPF, Miguel Galuccio, y con el ministro de Planificación, Julio De Vido. La disputa también llega al secretario de Comercio, Guillermo Moreno, y la ministra de Industria, Débora Giorgi, todos en constante puja.
POLÍTICA KIRCHNERISTA
La política de elección de vices ministeriales con alto perfil no es nueva en el kirchnerismo, pero se fue intensificando desde el segundo mandato de Cristina. Ya Néstor Kirchner elegía esta misma forma de gobernar. De Vido debió compartir su poder con el entonces poderoso secretario de Transporte, Ricardo Jaime, que hablaba directamente con el ex presidente sin consultar a su jefe directo. De esa época data el histórico doble comando en la Secretaría de Inteligencia, entre su titular, Héctor Icazuriaga, y su segundo, Francisco "Paco" Larcher.
Esta forma de ejercer el poder puede deparar desinteligencias dentro de un mismo ministerio, argumentan en la Casa Rosada. "Lo que Cristina habla con Kicillof, Lorenzino no se entera", explicó un colaborador presidencial a LA NACION. Lo mismo ocurre en varios ministerios. Un secretario de Estado explica la dinámica como una lógica de control del segundo sobre el primero. Otros funcionarios, en cambio, sostienen que la forma de gobierno bicéfala garantiza a todos llegada a la jefa del Estado. "La Presidenta escucha a todos y si un proyecto le gusta, avanza, sea de quien sea", agrega un funcionario.
Hay ministerios en los que todavía no avanzó esta práctica. En la Cancillería comenzó a crecer el perfil del segundo de Héctor Timerman, Eduardo Zuaín, que responde a la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, aunque el canciller es quien tiene el trato con Cristina.
En Interior y Transporte, Florencio Randazzo mantiene la hegemonía sobre su equipo, pero heredó al secretario de Transporte, Alejandro Ramos, nombrado directamente por la Presidenta. Abal Medina también se mantuvo a salvo. Eso sí, los nombramientos en la Secretaría de Medios, bajo su control, fueron casi todos para La Cámpora.
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