El Gobierno presentó su programa, pero en el mercado reclaman algunas precisiones.
Por: Francisco Jueguen.
El ministro de Economía, Luis Caputo, está ciegamente convencido y tiene apoyo total de Casa Rosada. “Venimos a hacer algo distinto”, viene diciendo a sus interlocutores estos días. “La gente votó a un candidato que dice la verdad”, agrega. Y la verdad revelada de las fuerzas del cielo es la motosierra, como aseguró Javier Milei en su discurso inaugural cuando afirmó que el ajuste es inevitable.
El ministro insiste en que hay una falla de diagnóstico. Los gobiernos culparon a la inflación, a la deuda y al dólar. “Hay falsas soluciones para falsos problemas”, critica. Se toman medidas sobre las consecuencias y no sobre la causa: los 113 déficits fiscales acumulados. Las crisis recurrentes que vive la Argentina, está convencido, nacen de que los políticos gastan más de lo que tienen y nadie está dispuesto a prestarle a un país sin credibilidad tras nueve defaults. Para Caputo, los meses que vienen serán duros. En dos semanas, creen en el Palacio de Hacienda, hubo precios “reprimidos” que se duplicaron. El descongelamiento golpeará a las ya flacas billeteras, pero había que “sincerar”.
Con esa convicción, Caputo fue al microcine del quinto piso del Palacio de Hacienda el martes por la tarde. Entre otros, estaba Santiago Oría, el publicista de campaña de Milei y encargado de la imagen audiovisual del libertadio. Los nervios jugaron en contra cuando se revisó el material. Hubo corridas entre Casa Rosada –allí pululaba Santiago Caputo, hombre clave en la comunicación presidencial- y el Palacio de Hacienda. Finalmente, el mensaje se regrabó en la privada del ministro de Economía. En la puerta del microcine había unos diez periodistas haciendo guardia a la espera de novedades. Incluso ese segundo mensaje no terminó de estar a la altura de lo que esperaba el propio Caputo. Sin embargo, casi una hora y media después de lo previsto, la Argentina pudo ver al ministro de Economía explicando un plan, que es de transición.
Discurso de Luis Caputo Captura
Caputo explicó un programa de shock basado en la eliminación del déficit financiero (5,2% del PBI) este año mediante una significativa baja de gastos, pero también una suba de impuestos. El ancla, aseguró, será fiscal. Pero la fiscalidad es temporalidad: para que el mercado crea en el ajuste debe verlo aplicado en el tiempo. Día a día. Mientras tanto, tras la devaluación que llevó el dólar a $800 –un overshotting, ya que se lo esperaba por dichos oficiales en $650-, el Banco Central (BCRA) intentará fijar un “ancla nominal”. Lo hizo estableciendo un crawling de 2% mensual cuando la inflación se moverá muy por encima. Si el dólar se queda prácticamente quieto, creen en la entidad, la apuesta sería el peso.
En el puente hasta la próxima cosecha en marzo, abril y mayo, el BCRA apuesta a convertirse, con varios instrumentos, en una aspiradora de pesos en el mercado, mientras suman refuerzos aportados por créditos –como el de US$960 millones de la CAF para pagarle este mes al FMI- y dólares del campo.
Más allá de las expectativas, se trata de un programa de corto plazo para preparar un plan de estabilización. El programa tendrá un costo social elevado: habrá más pobreza, desempleo y una fuerte recesión que, a mediano plazo, ayudaría a contener la inflación. Se devaluó y se decidió acelerar la inflación. Esto licuará lo planes, jubilaciones, pensiones, ingresos públicos y las leliqs. “Es parecido a lo que hizo Massa”, ironizó un veterano economista, que recordó además que la actual gestión, como la previa, tiene distintos tipos de cambio, hizo una devaluación fiscal (PAIS mediante) y tiene cepo.
Con restricciones de capital, el que esté en pesos perderá. La tasa real es negativa. Será una pérdida más baja que si compra dólar, pero perderá igualmente por el salto de los precios. “Con leliqs fundiéndose sería más fácil dolarizar”, ironizó el economista. Lo que complicaría esa opción es la deuda que asumirá el BCRA en dólares de los importadores -que tienen un permiso de importación de la Secretaría de Comercio no aval del BCRA-. Esto podría empeorar la paridad de los bonos y encarecer el crédito.
En el BCRA no lo ven así: creen que esa deuda ya formaba parte de la entidad y que lo que hacen, ofreciendo instrumentos ley argentina a suscribir en pesos, pero a pagar en dólares, es sólo patearla a futuro. Además, sostienen ayudará a eliminar el overhang (sobrante) monetario.
Para no ser sólo un parche camino a la estabilización real le falta un ancla nominal, que los expertos no detectan. “En un tiempo van a correrla de atrás”, dicen sobre el crawl al 2%. Todas estas dudas se suman a una serie de preguntas que comienzan a colarse en la política argentina, entre expertos y en Wall Street.
¿Tolerarán los argentinos la motosierra?
Un relevamiento que publicará mañana la prestigiosa consultora Zuban Córdoba busca dar algunas respuestas recogidas luego de las medidas anunciadas por Caputo. El 65% de los consultados cree hay que darle tiempo al Gobierno. Un 30% cree que hay que darle todo el mandato para ver cambios. Son los que votaron a Milei. Otro 30% le ofrece sólo tres meses. Un 15% opina como Mauricio Macri: seis meses para estabilizar. El resto se divide entre uno o dos años. La encuesta también preguntó quién tiene la culpa del fogonazo en los precios que se ve actualmente. Un 49% responsabiliza todavía a Alberto Fernández. Un 31, a Milei, y un 19% opina que es una culpa compartida.
La polarización sobre los dichos de Milei es absoluta. Un 54% acuerda con su visión de una herencia catastrófica (un 45% no); un 50% coincide en que la única solución es el ajuste (un 47% no); un 47% apuesta por el shock (un 47% no). El 74% cree que el ajuste impactará en la gente; el 80% sabe que afectará a sus cuentas y las de su familia. “La gente quiere que ocurra algo. Hay crédito entonces, pero no un cheque en blanco”, explica Gustavo Córdoba, el autor de la encuesta, que cree que la ciudadanía espera una mejor comunicación sobre el tono, el tiempo y el impacto que tendrá el plan.
La pregunta sobre la factibilidad del programa se extiende entre los especialistas de los bancos de inversión en Wall Street. El más duro augurio esta semana lo dio Oxford Economics: dice que la Argentina caerá en default en 2025, las reservas se acabarán, y el déficit fiscal volverá a subir luego de bajar 2,3% del PBI el año próximo. Sin embargo, Barclays a más corto plazo, habló, en cambio, de un equilibrio fiscal “alcanzable”, aunque puso en duda la gobernabilidad por el salto inflacionario y la recesión que tendrá que enfrentar el gobierno de Milei durante los próximos meses.
¿Dolarización o no?
“El objetivo sigue siendo llegar a una dolarización”, dijo esta semana Caputo en una entrevista con Pablo Rossi en LN+. Mientras, en el BCRA se niegan a hablar sobre un esquema monetario que no sea el de trazos gruesos de ir equilibrando pesos y dólares tras la devaluación, y la decisión de arrastrar el tipo de cambio un 2% mensual. Nadie quiere hablar allí aún de metas monetarias, de inflación, competencia de monedas o dolarización. O sea, de un ancla nominal. “Es la prueba de la independencia del entre el BCRA y el Ministerio de Economía”, bromearon sobre los dichos de Caputo y el silencio de Bausili.
Caputo había alejado el fantasma de la dolarización en una reunión con los bancos antes de ser nombrado. Había dicho que dolarizar no sirve para estabilizar. Primero -señaló- había que bajar el déficit. Con la licuación estaría cumpliendo. El problema para los bancos es que también licúa pases y leliqs.
“Que la dolarización resolvería los problemas de la Argentina solo fue el ejemplo más reciente del poder persistente del pensamiento mágico en materia monetaria”, escribió Paul Kruman en The New York Times esta semana. En estos días, algunos avezados leectores de informes financieros recordaban que el “Plan Caputo” se parecía bastante al que describieron tiempo atrás desde Anker sus socios, Caputo y Bausili, cuando trabajaron sobre dolarización. Fue con un paper que acercó a Caputo y Milei.
La dolarización está totavía en el tapeteShutterstock
¿Aguantará del tipo de cambio?
El BCRA no removerán el cepo hasta que haya un nuevo equilibrio macro. Lograda la eliminación del déficit financiero, se buscará liquidar la fuerte vinculación existente entre el Tesoro y la entidad. Ese amoría resiste vía emisión monetaria y también vía deuda. En ese contexto, la intención de Bausili es que los precios (liberados) sean los canales de transmisión de información para el mercado.
El Gobierno dejó saltar el dólar más de lo esperado para hacer un “colchón”. No fijó el tipo de cambio, sino que lo mueve al 2% mensual y así lo sostendrá “por un tiempo”, hasta ahora indeterminado. De esta manera, haría más atractiva la tasa en pesos. Pero lo que sí se mueve es la inflación. Por lo tanto, en el mercado ya se preguntan cuándo volverá a verse atraso el tipo de cambio real con un fogonazo de precios.
Según el economista Salvador Vitelli, se llegaría al 28 de febrero con un dólar a $426. Esa inercia es la que acelera la liquidación del campo (sumado al acecho de suba de retenciones). Así logró que el BCRA comprara US$727millones. El apagón importador, tras la suba del impuesto PAIS a todos los bienes y servicios, ayudó además a restringir importaciones esta semana, lo que neutralizó la demanda.
Todavía resuena aquel informe de Bull Market (la consultora de Ramiro Marra) que mencionaba la posibilidad de un nuevo salto cambiario. ¿El definitivo de convergencia?, se preguntaba. Hablaba allí de febrero. Por ahora, el veranito sigue: los dólares libres bajaron esta semana y la brecha se achicó. Los mercados le responden al ministro. El tiempo dará su veredicto en las próximas semanas. Entonces, la brecha cambiaria podría volver a ampliarse rápidamente ante la nueva expectativa de devaluación. “Yo creo que esto es para los primeros 45 o 60 días”, afirmó un importante economista. Luego, cree él, deberá imponerse un nuevo esquema monetario. ¿Cuál? Es todavía un misterio en la Argentina.
¿Quién pagará el ajuste?
Milei dijo que la suba de impuestos prevista –los ingresos subirán 2,2 puntos de PBI- es transitoria. Caputo afirma que él está ideológicamente en contra de ese camino, pero aseguró que bajar el déficit es la prioridad. En el sector privado hay enojos. Las economías regionales están que trinan, porque el salto del tipo de cambio no compensaría, dicen, el alza de retenciones. La suba del PAIS no cayó nada bien. Sin embargo, todavía hay cautela y acompalamiento a las decisiones de nuevo Gobierno.
Un borrador de un paquete impositivo comenzó a circular esta semana. Se tomó como oficial, pero todos lo deconocen. En Economía no lo asumieron, pese a que los proyectos coincidían con los anticipados por el ministro; en AFIP negaron que Florencia Misrahi, la nueva titular de la agencia, sea la autora junto a César Litvin, su ex empleador. Todos miraron entonces a Liban Kusa, asesor de Milei en temas impositivos y abogado de Bruchou & Funes de Rioja. LA NACION intentó consultarlo, pero el especialista no contestó.
“Él estuvo en casi todo el proyecto en general. Hay que esperar a que quede redacción final. Porque habrá seguramente cambios y lo que circula aún no me lo confirman”, contó un ex funcionario del área impositiva. “A partir de ahora esto es un mercado persa”, anticipó por el lobby que comenzará a verse tras ese globo de ensayo. No por nada, Milei ya llamó a los gobernadores a una reunión. Sin los principales interesados en recomponer ingresos tras la reducción del impuesto a las Ganancias de Massa.
El texto muy bien escrito y fundado incluyo además una moratoria, un blanqueo un proyecto sobre Bienes Personales, y un único cambio a los impuestos internos: al tabaco. Buscarían subir el impuesto interno, pero se eliminaría el mínimo. Curioso. Es el gravamen que no pagaría, aunque hay un fallo de la Corte Suprema que así lo establece, una tabacalera nacional muy cuestionada. Las dos multinacionales del sector negaron que, entre sus abogados, esté el estudio Bruchou & Funes de Rioja.
Los expertos celebraban, en medio del caos general de los primeros días del Gobierno, que no aparecieran todavía más impuestos internos. “Sino esto ya era Hiroshima”, exageró uno sobre las peleas intestinas que tanto interesan a la “casta”, esa que los argentinos creían había perdido las últimas elecciones.
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