Por: Nelson Castro. Macri y Massa coincidieron en reconocer al libertario. Uno apuesta a ganador; el otro, a polarizar con él.
“Javier Milei se viene preparando desde hace mucho tiempo antes que las PASO para ser presidente. Él esperaba el resultado que terminó sorprendiendo al resto de la política tradicional. Sabe perfectamente todos los problemas que, por no ser parte de la casta, deberá afrontar”.
Quien habla es un hombre que fue invitado a formar parte de los equipos técnicos del libertario. Hace referencia directa a las carencias que, en materia de negociación política, deberá sortear para no quedar en el camino: ausencia de gobernadores propios y minoría en ambas cámaras del Congreso. Sin embargo, hay algo que Milei da por hecho y que, al mismo tiempo, desvela a Patricia Bullrich. La cercanía con el expresidente Mauricio Macri le permitiría contar con el apoyo del PRO en materia legislativa y territorial con un puñado de intendentes del partido amarillo.
“Está todo conversado, salvo por un detalle. No hay hasta el momento ninguna posibilidad de acuerdo con el radicalismo”, asegura la misma fuente.
Si hay algo que Mauricio Macri aprendió con el tiempo es a leer la cancha y detectar la disparidad de fuerzas. Sabe que Patricia Bullrich y todo JxC deberán hacer un esfuerzo enorme para ganarle a Milei en un eventual ballottage. Sería extraño que Macri, conociendo la postura del radicalismo –con quien nunca ha simpatizado– no apueste a ganador. Esto significa, lisa y llanamente, que si la exministra de Seguridad no resultara la más votada, Juntos por el Cambio se quebraría. Nuevamente, para la desgracia argentina, comenzarían los problemas de gobernabilidad con un peronismo agazapado esperando su momento. Vaya paradoja; en este momento la moneda está en el aire, y los dos hombres que huelen el poder a la distancia ya jugaron sus cartas tendiendo puentes con “el León”, como algunos llaman a Milei: ellos son Sergio Massa y Mauricio Macri.
En la reunión del Council of the Americas del jueves pasado, el candidato libertario despertó poco entusiasmo. Sus comportamientos de rockstar de la política en este momento generan inquietud. La dolarización es fuente de desasosiego entre sectores empresariales.
El ministro de Economía se esmeró en transmitirle su confianza infinita en la victoria a los que lo escucharon a bordo del avión presidencial que lo llevó a Washington. “Es impresionante el humo que vende”, se sinceró uno de los que compartieron ese vuelo en la aeronave de reciente adquisición que no tiene Wi-Fi y tuvo problemas en la cañería de uno de sus baños. Pero esos oídos escucharon también otras cosas de boca del candidato: una trascendió; otras, no. La que trascendió fue su furia contra la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, por haber acusado a Javier Milei de estar tras los saqueos ocurridos en Córdoba, Neuquén, Mendoza, provincia de Buenos de Aires, Río Negro y CABA. De lo que no trascendió, lo más relevante es su desprecio hacia Alberto Fernández. Por lo demás, la realidad le jugó una mala pasada a la delegación ministerial. Massa esperaba ser el centro de la atención política y mediática el miércoles a la tarde cuando se comunicó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. No pudo ser: a esa misma hora, los saqueos se hacían nuevamente realidad en el castigado presente por el que atraviesa el país. Tanto fue el impacto de esos hecho, cuyas imágenes recorrieron el mundo, que tuvo que improvisar una serie de ayudas de dudosa implementación para quienes, víctimas del accionar irrefrenable de delincuentes organizados, sufrieron el destrozo de sus locales y perdieron toda su mercadería. El dato político más relevante de esa conferencia de prensa fue el elogio que Massa le regaló a Milei, al señalar que había tenido un actitud muy positiva durante su conversación con representantes del FMI. Fue un elogio que el líder libertario retribuyó.
La estrategia de Massa es clara: apuntalar a Milei para polarizar con él y desplazar y debilitar a JxC. Eso se vio muy bien el viernes en la primera visita que hizo a la provincia de Córdoba, en donde elogió no solo a su gobernador y candidato presidencial, Juan Schiaretti, sino también en el encomio con el cual se refirió a Gerardo Morales, gobernador de Jujuy. Hay que recordar que Morales compartió fórmula con Horacio Rodríguez Larreta. El ministro de Economía se ilusiona con que muchos de los que votaron por el jefe de Gobierno de CABA lo voten a él y huyan de Patricia Bullrich.
Lo otorgado por el FMI fue menos de lo anhelado por el ministro. Se hacía alarde de una cifra de 10.500 millones de dólares. Al final, fueron 7.500 millones. En la letra del acuerdo se leen críticas severas a la política económica en curso.
En Juntos por el Cambio reina una cierta pesadumbre. Todos –absolutamente todos– son conscientes del daño que produjo la feroz interna entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. “Esa verdadera riña empujó a muchos a votar por Milei”, reconoce uno de los que en vano intentaron evitarla. Una de las consecuencias más negativas es la situación que se presenta en la provincia de Buenos Aires, en donde el sistema electoral le está dando al peronismo la chance de ser gobierno aun cuando sea minoría. En el distrito más poblado el país, no hay segunda vuelta. El que saca más votos, incluso si no obtiene la mayoría, se queda con la gobernación. La aritmética es ahí, pues, muy clara y contundente: si se unieran, Juntos por el Cambio y la Libertad Avanza, ganarían con comodidad. Por el contrario, divididos, como están ahora, no hacen más que asegurar la victoria de Axel Kicillof.
En el peronismo se ilusionan con Milei. Con total desparpajo, dirigentes de sus distintas vertientes se apresuran a vaticinar un mandato brevis del libertario en el caso de que alcanzara la presidencia de la Nación. El último en hablar de ello fue el ministro de Desarrollo Social bonaerense, Andrés Larroque. Es una actitud indiscutiblemente golpista.
Forma parte de la campaña del miedo, que es la única herramienta a la cual el oficialismo acude para evitar una derrota.
Demuestran no haber aprendido nada del pasado, algo habitual en buena parte de la dirigencia vernácula y, en especial, del kirchnerismo. No le dio resultado a Cristina Fernández de Kirchner en 2015 cuando apeló al temor para evitar la victoria de Mauricio Macri. Y tampoco le dio resultado a Macri cuando, en 2019, utilizó la misma herramienta para intentar evitar el triunfo de Alberto Fernández.
¿Puede alguien sorprenderse –ante esto– del nivel de ausentismo que hubo en las PASO? Imposible.
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