Surge del acuerdo del PRO con el senador. Hasta ahí, todo bien. Pero hay algunos que no se dieron por enterados. La postura de cada uno. Por Sebastián Saharrea
Los dos terminan sus mandatos, los dos tienen ganas de renovarlos, los dos figuran al tope de gama en sus respectivos espacios políticos: Demasiadas cosas son las que unen a Roberto Basualdo y Eduardo Cáceres para el año político que comienza. Pero aguas abajo, las cosas no parecen del todo contundentes. Veamos.
Sería por esas cosas de la naturaleza política que la fórmula de un hipotético espacio macrista unificado en San Juan elabore una boleta encabezada por Roberto para senador y Eduardo para diputado, dejando sujeta a negociación posterior los casilleros restantes. Que no es menor: los segundos de cada lista tienen clara posibilidad de ingresar si es que ganan las elecciones del 2017, y no es un detalle menor que en ambos casos deberán ser postulantes mujeres.
La cosa es que el inicio de los tanteos pone a tambalear ese dibujo trazado en el papel entre los estrategas del PRO local y los del basualdismo. Porque el lenguaje de los gestos y las señas parece no haber llegado a destino en algunos cuadros que mantienen expectativas aún a desmedro del equipo, y aún si para eso hace falta que no se consume el matrimonio.
Para cocinar el guiso, ya se largaron las instancias de apronte con los ingredientes. Los primeros encuentros fueron entre dirigentes seleccionados por cada espacio, lo que fue motivando los primeros codazos de posicionamiento.
Roberto Basualdo designó para ese trabajo a un dirigente que no figura entre sus principales espadas. Se llama Eduardo Licciardi, es amigo personal del senador, y pocas cosas más se le conocen en su foja de servicios dentro de la agrupación. No se trata de una valoración, sino de un dato: por algo habrá elegido el senador a un negociador de un perfil distinto al de sus dirigentes de mayor renombre.
Eso fue un literal revulsivo en las fuerzas basualdistas, que lo miraron con extrañeza. De hecho, algunos dirigentes reaccionaron derivando las consultas al senador cuando se conocieron los encuentros por vías informales: se limitaron a indicar que ellos no participaron y se estaban enterando.
Y así fue. Las noticias llegaron a cuentagotas, tal vez haya sido ese el efecto buscado, además de que no participaran de los aprontes los que tienen expectativas personales, por motivos más que obvios.
Desde allí en adelante, aparecieron grupos con intereses diversos. Incluso una formación, integrada por José Peluc, el actuarista Juan Sanzó y el bloquista Juan Domingo Bravo, que por lo bajo pusieron en jaque el acuerdo del basualdismo con Cáceres porque sus planes no parecen coincidir.
Tienen en mente otra idea, y motivos para sostenerla. Estiman que hay dirigentes dentro del intestino basualdista con muchos galardones como para disputarle el especio a Cáceres en el tope de la lista, y el propio senador no parece haberlos desairado por completo.
Está claro que Basualdo está claramente en línea con la fórmula natural, también lo está que no desarticula las intenciones de los que en su propio espacio se sienten en condiciones de ir en la boleta de diputados: no sea cosa que se frustre el acuerdo con el PRO, o que los amarillos también decidan jugar a senador en contra suyo y él haya bajado su artillería para contrarrestar. En este plano y por esos días, todos se miran de reojo.
Quedó claro el dibujo de Roberto: está jugado cada vez más visiblemente hacia la escuadra macrista, y aquí hay que ser bien claro que lo hace por absoluta convicción mucho más que por cualquier interés. Las rutas están pavimentadas, y el vínculo con el diputado Eduardo Cáceres, también. El asunto son las colectoras, terreno en el que deja jugar.
Sus más firmes aliados en este tránsito hacia la afinidad con Macri son los principales interesados: los intendentes que manejan territorio, por consiguiente gente, por consiguiente necesitan gestión, y por consiguiente necesitan recursos. Marcelo Orrego y Fabián Martín son, por consiguiente, los más entusiasmados en la formalizar la entente con el PRO, en consecuencia a la "fórmula natural”. Lo demostraron en sus declaraciones de esta semana a Tiempo de San Juan. Ya han recibido estímulos en metálico, y son bien concientes que todo lo que les bajen de Nación servirá a su lucimiento personal.
En otro plano están los otros líderes del espacio conducido por Basualdo: Rodolfo Colombo y el rawsino Mauricio Ibarra. Colombo ha sido contenido por el gobierno macrista en el importante despacho de la Anses, desde donde teje relaciones políticas de múltiples direcciones. Lo que dice es que buscan consolidar el espacio basualdista, y que se respetarán sus decisiones. Si es con Cáceres al frente de la lista de diputados, así será, con una condición: "Primero, enamorémonos”, describe metafóricamente al intercambio de gestos.
Lo que se reserva es que si el acuerdo naufraga, será él el primer interesado en anotar su nombre al frente de la lista de postulantes a Diputados en boleta con Roberto. Y aún si se mantiene y se abre la puerta a todas las aspiraciones, podría hasta ponerse a competir con el propio Cáceres, una disputa que tiene antecedente en el año anterior y en la que no le fue nada mal.
Ibarra en cambio aparece más encaminado en tomar distancia, si es que se concreta el ensamble del basualdismo con Macri. Su condición de massista desde la primera hora y de peronista vigente lo ponen algo distanciado del eje del PRO, sumado a la oportunidad: si Basualdo desaloja la representación sanjuanina de Massa podría quedar liderando esa facción local. Le sienta mejor y subiría algún peldaño, no estaría mal.
No está definido aún. Como no lo está nada en este espacio generoso que, como en todos los últimos aprontes políticos provinciales, suele crujir antes de acomodarse.
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