El año político en La Pampa tuvo de todo. Altibajos y sorpresas, principalmente. Novedades que dejaron desconcertados, pero también la vigencia de algunas tendencias.
Y la instalación de una polarización provincial que dividió el mapa político en dos, PJ y Cambiemos, alentada por la consolidación del presidente Mauricio Macri, y que para sostenerse dependerá de cómo le vaya en su gestión en los próximos meses.
La permanencia y la confrontación
El año fue sacudiéndose entre las certezas, las posibilidades y las incertidumbres. La política, como la vida, no es una calesita sino una montaña rusa, canta Bon Jovi, y así se la vivió en La Pampa.
La confrontación durante casi todo 2017 fue la norma en la relación entre los gobiernos de Carlos Verna y Macri. No hubo tema en el que no se cruzasen. La crítica permanente de un lado y la falta de envío de fondos nacionales del otro fueron noticia corriente. A mediados de año, el gobierno del PJ manejaba encuestas donde la aprobación del presidente era baja, y el radicalismo se preparaba para competirle en las elecciones como principal oposición, con ciertas posturas críticas al macrismo.
Desde este escenario Verna cerró filas con todas las líneas internas del justicialismo y otras vertientes peronistas: el marinismo y el jorgismo, hoy difuminado, los espacios socios como el lezcanismo y los dos aliados del massismo, y el kirchnerismo camporista hoy domesticado. Quedaron afuera el kirchnerismo combativo y el kirchnerismo testimonial, uno presentando una lista por dentro del PJ y el otro por fuera quedando reducido a la mínima expresión. Se le dio forma electoral a una coalición de gobierno compuesta de ismos aglutinada por un conductor y un enemigo enfrente. Se designó un candidato de consenso, y Ariel Rauschenberger fue señalado por el dedo del gobernador, en una primaria que parecía un trámite.
El día que todo pareció cambiar
El espacio opositor al PJ no se resolvió hasta que llegaron los tiempos electorales. Para entonces Cambiemos era el sello del PRO, que buscaba instalarlo, y que chocaba con la reticencia del radicalismo. Finalmente el macrismo decidió apoyar la alianza con una lista de unidad y un candidato radical encabezando, y resignar para 2019 su protagonismo. Pero el radicalismo hizo todo mal: a la pelea por preservar una identidad partidaria cada vez más diluida le sumó la profundización de su internismo crónico entre dos sectores antagónicos. Se presentaron dos listas con Francisco Torroba y Martín Berhongaray, y el PRO impulsó la propia con Martín Maquieyra.
Lo que ocurrió el 13 de agosto en las PASO fue la gran sorpresa electoral, impulsada por la expansión del voto a favor de Cambiemos a nivel nacional. El PRO le ganó a los dos sectores radicales, hoy claramente divididos, y los votos de Cambiemos superaron ampliamente al PJ. Todos quedaron desconcertados por un resultado que barrió con todo lo dado.
Dos proyectos frente a frente
La incertidumbre fue la marca del PJ en las semanas siguientes. Verna se puso la campaña al hombro para traccionar los votos necesarios para dar vuelta la elección del 22 de octubre y el aparato justicialista hizo lo demás. Del otro lado estaban los referentes del macrismo, con Javier Mac Allister a la cabeza que sacaba chapa de candidato a gobernador para 2019. El 22-O la ola electoral amarilla barrió con casi todo, pero no pudo hacerlo en La Pampa donde el PJ pudo remontar más de 22 mil votos. Fue un empate técnico definido por solo 76 votos de diferencia. Pero hubo uno que triunfó y otro que quedó segundo.
El resultado mostró, como indicamos en una columna de esos días, dos Pampas, dos proyectos políticos antagónicos que quedaron frente a frente por una polarización provincial alentada por los aires nacionales. Un equilibrio de fuerzas en el voto a voto que mostraron la vigencia de La Pampa peronista y la novedad de Cambiemos. El PJ dejó clara la persistencia de su proyecto de gobierno desde 1983, y la oposición mostró los dientes para pelear la alternancia en 2019. El PJ tiene su fortaleza en Verna con su conducción y la posibilidad de su reelección en dos años, y también la debilidad de contar solo con él como figura central para volcar la balanza. Cambiemos tiene como fortaleza ser parte de un proyecto nacional y haber mostrado ser opción de poder con votos, pero la debilidad de estar atado a la suerte de Macri y su heterogeneidad, donde la interna radical siempre juega a favor de la frustración.
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