En líneas generales se acercan tiempos difíciles, aunque toda crisis contiene una oportunidad.
Por: Ricardo Salas.
En líneas generales se acercan tiempos difíciles, aunque toda crisis contiene una oportunidad. Quizás eso también constituya una buena ocasión para que la plana mayor de la política deje de mirarse el ombligo y le preste mayor atención a la agenda de problemáticas urgentes del ciudadano común.
“Si todos imponen condiciones políticas, no hay diálogo ni soluciones posibles”, se subraya, mientras la coyuntura muestra atascados a los Gobiernos nacional y bonaerense, cada uno en su orilla.
El gobernador Axel Kicillof decidió hace rato proyectarse en las antípodas del presidente Javier Milei confrontando las políticas de su gestión provincial con las de la Casa Rosada para profundizar la disputa que mantiene por la poda de fondos. Desde la óptica opositora consideran que el gobernador abre el paraguas para advertir que no va a poder gestionar la Provincia si “no hay plata”, como dice la mediática frase de La Libertad Avanza.
Es que, en su discurso de apertura de sesiones ordinarias, Kicillof no sólo calificó como un "ajuste catastrófico" y un "extravagante experimento" el modelo económico comandado por Milei, sino que prometió más políticas de asistencia social bajo el eslogan “Estado Presente”, a modo de desmarcarse del pedido presidencial de “paciencia y confianza” frente a la pérdida del poder adquisitivo.
Creen en las diagonales que lo que pretende Milei es tratar de “ganar tiempo” con el lejano Pacto de Mayo, para intentar enderezar la nave económica izando como bandera su proclama de la “antipolítica”.
En rigor, tanto Kicillof como sus interlocutores, dicen estar de acuerdo en cualquier llamado al diálogo institucional desde la Casa Rosada, pero pretenden plantear algunos asuntos puntuales como “reiniciar la obra pública urgente” o discutir también sobre la arbitraria quita de los diferentes fondos que debería tener la Provincia, que en los últimos meses fueron cancelados por las políticas de ajuste de los libertarios.
“Si el Pacto de Mayo va a ser solo para la foto, que empiecen sin nosotros”, indican portavoces desde calle 6. Claro que la Provincia no puede permanecer ajena a la discusión por el injusto reparto de la coparticipación, un tema relevante que vuelve a aparecer como una de las principales preocupaciones del arco político bonaerense, incluso de la oposición.
Las políticas que vienen impulsando los libertarios parten por mitades el escenario político. Y, paradójicamente, esta nueva realidad puede ser funcional a la reconstrucción del peronismo. Después de un gobierno muy malo -como el de Alberto Fernández-, cualquiera diría que es muy difícil para el PJ reposicionarse rápidamente en la opinión pública.
Pero el rumbo del gobierno libertario le calza como anillo al dedo al relato construido por Néstor y Cristina Kirchner, y que dominó las dos últimas décadas. Cambiando los interlocutores, sólo es cuestión de tiempo -y de que el Gobierno de Milei trastabille- para volver a tener chances reales de ganar a nivel electoral.
Probablemente, quien mejor está capitalizando esa nueva realidad es Kicillof, que logró subirse al ring con el Presidente, y que por el momento es quien más claramente encarna la oposición.
Aunque parezca una contradicción, a Kicillof se le va a complicar la gestión por su disputa con el Gobierno nacional, pero los beneficios políticos cosechados de ese enfrentamiento serán inversamente proporcionales al grado de dificultades al que lo someta Milei.
La oposición de JxC, por su parte, tanto en la Provincia como en la Nación, sigue buscando una brújula. Sobre todo el radicalismo. La irrupción de Milei profundizó la grieta, al catapultar a la cima del poder al sector más radicalizado -los llamados “halcones”- pulverizando la incipiente línea moderada que encabezó Horacio Rodríguez Larreta, y que en su momento aglutinó a dirigentes del PRO, la Coalición Cívica y la UCR.
El fracaso del gobierno de Mauricio Macri, y la derrota electoral del año pasado, pusieron en jaque la continuidad de Juntos por el Cambio. Las tensiones internas por la postura del espacio frente al gobierno libertario, por ahora no llegaron a provocar una ruptura definitiva gracias a la elasticidad de los acuerdos parlamentarios, y a la necesidad de supervivencia.
En ese esquema, en el PRO las cosas parecen estar más claras. Es que ideológicamente sus dirigentes tienen más afinidad con el gobierno libertario, y su interna decantó en el ala dura, con la ministra Patricia Bullrich y Macri a la cabeza.
El expresidente tiene el camino allanado para volver a presidir el PRO que supo fundar, y si bien apoyó y trabajó por el triunfo libertario, no se resigna a desarmar la herramienta electoral de JxC.
En ese contexto, es la UCR quien la tiene más difícil. Es que la gran mayoría de sus dirigentes se siente incómodo con la figura de Milei, que ataca una a una todas las políticas por las cuales el centenario partido luchó históricamente.
A nivel ideológico, están muy lejos de lo que propone el Presidente. Pero el problema es que sus votantes mutaron, y la mayoría -sobre todo en el interior bonaerense, donde la UCR tiene su mayor base de representación- votaron a Milei y lo siguen apoyando.
Por eso hoy los radicales están ante un dilema de difícil respuesta: ¿Ser críticos de Milei, y al mismo tiempo opositores al gobierno de Kicillof? Una delgada línea de equilibrio que, por ahora su presidente, Maximiliano Abad, viene sorteando con destreza.
Comentá la nota