¿Reactivación o meseta larga de la producción y el consumo? Recesión y apertura importadora alertan al Círculo Rojo. Sin dólares no hay paraíso.
Por Marcelo Falak
Javier Milei hablará este lunes en la sede de la Unión Industrial Argentina (UIA) en ocasión del Día de la Industria y en momentos en que la situación del sector expone los flancos más vulnerables de la política económica. ¿Comenzó la reactivación, como sostiene el Gobierno, o la recesión apenas está encontrando el piso y lo que viene sería una meseta baja y larga de la producción y el consumo, como lamentan los ceos de la entidad, en especial los de su golpeado segmento pyme?
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En lo que tal vez sea el mejor legado de Mauricio Macri, las estadísticas oficiales han sido reconstruidas en la Argentina, pero estas siguen sin resolver rezagos temporales que complican trazar escenarios actualizados. Esto, claro, se aplica también al caso de la industria, cuya índice de producción registró en junio –último dato disponible del INDEC– una caída de 1,6% contra mayo y de nada menos que 20,1% en la medición interanual.
En paralelo, en el mismo mes, la utilización de la capacidad instalada se estacionó en un pésimo 54,5%, más de 14 puntos porcentuales por debajo de la de junio de 2023.
El sector es un puntal del empleo –esto es de las fuentes de ingresos de gran parte de la población– y en junio se convirtió en el más afectado por la destrucción de puestos de trabajo. ¿Pero cuál es su situación hoy?
Todo contra la inflación
"BRILLANTE", así, en mayúsculas, escribió Milei al repostear un video en que el economista Ricardo Arriazu señala que "destruir la inflación" es el gran pilar no sólo de una reconstrucción económica, sino de "la civilización" en el país.
En eso están el Presidente y Toto Caputo, quienes han supeditado hasta el límite de la prudencia todos los objetivos de la política económica a un impulso que quiebre a la baja la meseta del 4% en que se ha detenido la inflación.
En el camino, sacrifican varias metas también importantes:
Por un lado, competitividad cambiaria, ya que basan su estrategia en un tipo de cambio oficial planchado –evolucionando al 2% mensual, la mitad de la inflación que persiste– y en dólares paralelos intervenidos.Por el otro, la acumulación de reservas. Sólo en la última semana de agosto se usaron 107 millones de dólares para contener la brecha cambiaria, "un monto no observado desde las primeras cinco jornadas tras el anuncio de intervención del 13 de julio", señaló en un informe Portfolio Personal Inversiones. Así las cosas, las reservas están y seguirán en rojo intenso.
Atrasar el tipo de cambio para usarlo como ancla contra la inflación es una receta que ha sido usada hasta el hartazgo por gobiernos sucesivos, siempre con resultados –en el mejor de los casos– temporarios.
La agilización de diversos trámites burocráticos para importar y la reducción del 17,5% al 7,5% del impuesto PAIS –que rige desde este lunes y abaratará en 10% las compras al exterior– apuntan tanto a retomar el accidentado camino de la desinflación como a reactivar en la medida posible una economía comatosa, que –sólo por ahora– desespera más al Círculo Rojo que a una mayoría social.
Sin embargo, más allá incluso de su pertinencia, ¿con qué dólares se sostendría esa política?
No existe una respuesta lógica a este interrogante, algo que podría cambiar, apenas parcialmente y en el cortísimo plazo, si el Gobierno consiguiera algún préstamo que reforzara las reservas, ya sea de organismos multilaterales como de democracias del mundo libre como la Arabia Saudita, país al que se ha recurrido –por ahora sin resultados conocidos– desde hace un tiempo.
Si no fuera así, habría que pensar que esta economía gélida llegó para quedarse, puesto que no hay reactivación importante concebible sin dólares que financien la importación de insumos necesarios para la producción industrial.
¿Brotes verdes o fondo de olla?
Retomemos la pregunta del comienzo, justo en el Día de la Industria: ¿cuál es hoy –no la de junio– la situación del sector?
El Palacio de Hacienda y la Presidencia –y hasta el ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona, a quien le va mejor cuando habla de autos que de políticas de género– se jactan de la existencia de algunos de "brotes verdes".
Eso indicaría que lo peor de la recesión quedó atrás.
Sin embargo, se habla de una reactivación extremadamente modesta y de alcance poco prometedor.
El presidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja, señaló en la previa de la visita presidencial que "parecería que ya tocamos fondo", pero que "no va a aparecer una recuperación vertiginosa".
"Está claro que la Argentina viene con décadas de altibajos y un proceso de expansión del gasto público", añadió, contemplativo con el Gobierno, al que lo ata, como a muchos de sus pares, una simpatía ideológica que no termina de compadecerse con el interés sectorial. El empresario alimentario resolvió, como pudo, esa vieja e inexplicable dicotomía al cerrar su reflexión registrando que "esta estabilización conlleva evidentemente problemas".
El propio Caputo reconoció que el rebote no es ni parece por el momento destinado a convertirse en gran cosa.
"Hay una recuperación muy fuerte que en algunos sectores, que es de dos dígitos, pero tardará meses en llegar a la gente porque se da desde un piso muy bajo", concedió el ministro. Un piso muy bajo y autoinfligido por sus propias políticas, licuadoras ex profeso de los ingresos populares y disciplinadoras de la puja distributiva, cabría añadir.
Como se dijo, todas las fichas de Milei y Caputo están apostadas al objetivo de retomar la desinflación, único logro –económico, pero más importante, político y de narrativa– que puede exhibir el Caputazo en medio de la desolación que ha provocado.
Milei y los ceos, cara a cara
El Presidente y el jefe del Palacio de Hacienda están fastidiados por entender que muchos formadores de precios industriales remarcaron en su momento en base a estimaciones desmesuradas de tipo de cambio. En este punto, obstáculo a la desinflación y considerado por las autoridades un gesto de ingratitud de un Círculo Rojo al que le han dado todo y más, podría poner hoy Milei cierto énfasis.
Mientras, los industriales están inquietos por varios factores. Uno, la recesión, cuya sensación térmica no cambia por ningún chichón que le crezca al suelo. Dos, por la apertura importadora que insinúa el Gobierno, destinada a bajar los precios domésticos y que, se amenaza, podría extenderse incluso a los alimentos.
La ola importadora en ciernes ha llegado –vía desregulación– incluso a los rubros del aluminio y el acero, siendo este último un producto en el que talla muy fuerte nada menos que el holding Techint. En este punto, al que le falta la letra chica, anida todo un dato político.
No es falta de registro de lo ya dicho, sino énfasis: ¿con qué dólares se llevaría adelante esa política? ¿Será entonces decisión, deseo o amenaza?
¿Al mundooooooo?
Para que el piso de la recesión se convierta en otra cosa haría falta que el salario se recupere de verdad, que un alivio mínimo a las jubilaciones no siga vetado por el Presidente y que, gracias a todo eso, el consumo repunte. El estado de cosas actual explica el ya mencionado bajísimo nivel de utilización de la capacidad instalada en la industria, lo que hace que hoy no tenga sentido fantasear con un repunte de la inversión, salvo la que venga de la mano del abusivo RIGI en sectores puntuales y vinculados a la demanda internacional.
Si no hay mercado interno, ¿podría haber mercado internacional? No, más allá de sectores como la energía y la minería, mimados por el RIGI que extraerá todo y dejará poco. Eso es así debido a la mencionada política oficial de pisar el dólar para bajar –¿artificialmente?– la inflación.
"El Índice Tipo de Cambio Real Multilateral diario del Banco Central de la República Argentina (ITCRM) mide el precio relativo de los bienes y servicios de nuestra economía con respecto a los de un grupo de países con los cuales se realizan transacciones comerciales. Se obtiene a partir de un promedio geométrico ponderado de los tipos de cambio reales bilaterales de los principales socios comerciales del país", dice la autoridad monetaria. Este, según recoge la consultora Aurum, era de 79,8 al 10 de diciembre del año pasado, el día de la asunción de Milei. Saltó al 162,46 el 15 de diciembre, tras la megadevaluación iniciática del Caputazo, y al 28 de agosto último, cayó a 87,98.
Todavía no se llega al nivel de diciembre, pero el tipo de cambio previo a la megadevaluación, justamente el que motivó esa adecuación brutal, se va acercando.
Cerremos esta edición de desPertar con otra mención a Arriazu, un economista influyente y muy favorable a la mileinomía. "La mayoría de los economistas cree que hay que devaluar. Yo creo que no y que, si devaluamos, chau, se acabó todo el programa, se acabó Milei, se acabó todo", dijo hace poco en primera persona del plural.
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