El 9 de octubre del 2020, el gobernador Rodolfo Suarez reconocería en público lo que tantas veces había deslizado en privado. Que para las elecciones de medio término que se celebrarán este año, las PASO en agosto y las generales en octubre, le gustaría contar en la lista de candidatos con Alfredo Cornejo y Julio Cobos. Y en tren de enumerar más candidatos, sumaría a Ernesto Sanz, el cofundador de Cambiemos que actualmente vive una suerte de retiro de la política, aunque no del todo, desde su San Rafael natal.
“Tenemos para hacer una oferta electoral muy interesante, tanto con Julio Cobos como con Alfredo Cornejo, quien también puede llegar a ser candidato”, dijo Suarez aquel día de octubre del año pasado, al diario Perfil, en una entrevista con Jorge Fontevecchia. De Sanz festejaría su amague por aquellos días para volver a participar activamente en la esfera nacional de la política interviniendo en la interna del radicalismo en la provincia de Buenos Aires: “Ernesto es una persona con una visión de la política muy interesante. A mí me ayuda mucho. Bienvenida sea esa vuelta”, comentó el gobernador.
Esa sería la primera y única declaración política a gusto de Suarez desde ese momento hasta los actuales días. A regañadientes –porque pretende dar más una imagen de que su preocupación pasa por la gestión más que por el examen electoral– el gobernador admite que, efectivamente, quiere a Cornejo y a Cobos encabezando las listas de senadores y diputados nacionales, en ese orden, para alcanzar un triunfo contundente y gobernar sin mayores contratiempos ni sobresaltos hasta fines de su mandato, en el 2023.
Pero, hoy, nadie, salvo en el entorno muy cercano del gobernador, puede asegurar que Cornejo será candidato. De Cobos hay más certezas y hasta casi una confirmación por adelantado. Pero no con Cornejo, pese a todo lo que se ha lanzado a rodar en las últimas semanas.
Cornejo, si puede, evitará ser candidato. No lo entusiasma, hoy, una confrontación electoral que lo tendrá como protagonista excluyente frente a todo el kirchnerismo nacional. Tampoco quiere volver al trajín de pasar de un lado a otro en un santiamén, ni mucho menos las reuniones con los empresarios, a quienes, indefectiblemente, los candidatos –todos por igual y de cualquier signo político– acuden para pasarles la gorra para financiar los gastos.
Por lo que se sabe, sólo dos razones harían renunciar a Cornejo de ser el mascarón de proa del oficialismo provincial: la primera, que no logre convencer a Suarez de que puede ser otro y no él quien encabece la lista de senadores; la segunda se desprende de la primera: que no encuentre el candidato ideal para ocupar ese puesto.
Cornejo está convencido de que su nombre no es imprescindible en la lista. Que como está hoy el oficialismo, podría imponerse sobre el perokirchnerismo sin que necesite de su presencia. Se sustenta en las encuestas que le acercan a menudo.
Pero hay algo más encerrado en ese casi convencimiento que nadie develará por nada del mundo: el oficialismo podría imponerse en las elecciones por lo que tiene de arrastre todavía, por lo que mostró y ha sido en el pasado reciente y por el estado de confusión en la que se encuentra la principal oposición que tiene a Anabel Fernández Sagasti como líder absoluta y segura candidata a renovar su banca en el Senado. La gestión, por varios factores, no ha demostrado ser lo suficientemente exitosa y avasallante como para que se sustente en ella todo el peso de la campaña.
Y, como será una elección típicamente de grieta, con pasajes más que virulentos, se cree que el protagonismo pasará por los candidatos y por un estilo de lucha casi de cuerpo a cuerpo, de emboscadas y de guerra de guerrilla, en donde el que acierte en sus dichos y eslóganes efectivos, ocurrentes y contundentes, es probable que tenga más posibilidades de avanzar que su oponente. Por eso, además, Suarez prefiere a Cornejo y a Cobos juntos en el frente.
El plan de Cornejo parece inclinarse por darles espacio en esta instancia electoral a alguno de los intendentes del Gran Mendoza que no podrán ir por la reelección. En la lista aparecen Tadeo García Zalazar, de Godoy Cruz, Daniel Orozco, de Las Heras, y Marcelino Iglesias, de Guaymallén.
Hilando fino, Tadeo se caería rápidamente de entre las opciones. Las señales indican que es quien saca alguna ventaja sobre el resto para pelear por la sucesión de Suarez en el 2023. Orozco, en esta línea de análisis, tampoco sería el preferido por estar Cobos encabezando la lista de diputados. Orozco es Cobos y pocos le darían a ese tándem el privilegio de encabezar las dos ofertas para el parlamento.
Entonces queda Iglesias. Nadie parece haber hablado con Iglesias. Tampoco Cornejo. Cuando se lo consulta periodísticamente, Iglesias dice que llegó a la Intendencia para terminar el mandato y retirarse a su casa. Sin embargo, nadie descarta que si le piden que asuma la defensa del oficialismo ante el kirchnerismo, deje pasar la oportunidad. Marcelino Iglesias tiene el mismo rechazo hacia el populismo de Cornejo. Con lo que su nombre comienza a hacerse un lugar entre las opciones y, cuando todos, el establishment, los medios y buena parte de la política en general da por descontado que la carta de Suarez pasa por Cornejo y Cobos, ambos, batallando contra Fernández Sagasti por un lado y alguno de los intendentes del peronismo que terminan su mandato, como Emir Félix, Martín Aveiro, Roberto Righi, o el histórico Adolfo Bermejo y hasta, por qué no, el neokirchnerista José Luis Ramón al tope de la lista de Diputados.
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