Trump se comprometió a renunciar al Tratado Transpacífico de libre comercio, denunciar a China por manipulación de su moneda y levantar las restricciones a la energía no renovable.
Página/12 En Estados Unidos
Donald Trump se comprometió a renunciar al Tratado Transpacífico de libre comercio; denunciar a China por manipulación de su moneda; levantar las restricciones sobre el uso de energía no renovable y contaminante; hacer un recorte de impuestos que beneficia principalmente a las grandes fortunas; anunciar un plan de obra pública por diez años y un billón de dólares; llevar a cabo una reforma política federal; acabar con el sistema de salud impulsado en los últimos años por Barack Obama; comenzar la construcción de un muro en la frontera con México; expulsar a al menos dos millones de inmigrantes ilegales; anular todas las órdenes ejecutivas que dejó su antecesor y prohibir la entrada de ciudadanos provenientes de países donde hay actividad terrorista. Todo eso, prometió, en sus cien primeros días de gobierno.
Eso dice su “contrato con el votante americano”, un programa de gestión que el presidente electo había presentado en octubre, en el peor momento de su campaña, en un caluroso discurso en Gettysburg, sitio histórico cerca de Pennsylvania donde la Guerra Civil, hace un siglo y medio, tomó su rumbo definitivo. El documento, que luego fue publicado y difundido en los estados en disputa, detalla las medidas que tomará ni bien asuma su lugar en el despacho oval de aquellas que deberá trabajar en conjunto con el Congreso y sigue al pie de la letra lo más encendido de su prédica proselitista.
Pero aquí, a la sorpresa del martes le siguió la incertidumbre del miércoles. Porque siempre hay una distancia entre lo que se dice en la campaña y lo que se ejecuta en el gobierno, y Trump aún no ha mostrado sus cartas como para delinear los contornos de su mandato. Durante todo el día los medios nacionales alternaron análisis del resultado, que los sorprendió, con especulaciones sobre los próximos pasos del nuevo jefe de Estado.
Cuál será su gabinete. Cuáles las políticas que llevará como bandera en el primer tramo de su gestión. Qué promesas de campaña cumplirá en los primeros días y cuáles deberán esperar. La victoria del candidato republicano echó por tierra un montón de certezas y trajo consigo otras tantas preguntas, de cuyas respuestas dependerá el futuro inmediato y de mediano plazo en todo el planeta. No hay antecedentes para contrastar: por primera vez en la historia, este país eligió para ocupar la Casa Blanca a una persona que no había pasado antes por ningún otro escalafón de la carrera política o en las Fuerzas Armadas.
En sus primeras horas como presidente electo Trump utilizó un tono y un estilo muy distinto al que de la campaña. Durante su discurso inaugural hizo llamados a la unidad del país: su audiencia ya no era partidaria sino que le hablaba a todos los estadounidenses. En el transcurso del miércoles también se dedicó a abrir canales de diálogo. Con la oposición demórata, que todavía groggy por la piña del martes, sólo atinó a cumplir su rol protocolar en estas situaciones. Con su par mexicano Enrique Peña Nieto, a quien llamó para retomar el diálogo que habían iniciado durante la campaña.
Se mostró, en una palabra, ‘presidenciable’, ese atributo etéreo que se le había requerido sin éxito durante toda la campaña y que no necesitó para ganar, pero del que, ahora, aparentemente, hará uso para gobernar. O al menos esa es la señal que el camaleónico magnate quiso dar en su primeros pasos como político profesional. Resta por ver si ese “nuevo” Trump será el que veamos los próximos cuatro años o si seguirá habiendo, como en los últimos meses, una especie de duelo Jeckyll / Hyde entre el político dedicado y el playboy con problemas para acatar límites, un estilo poco compatible con el ejercicio de la primera magistratura de una potencia mundial.
El puente que más se ocupó en reestablecer el presidente electo en sus primeras horas como tal fue el que tenía con su partido y que había llegado a la elección quemado y en ruinas. Trump, un outsider que cayó en paracaídas a la candidatura, nunca se llevó bien con el establishment republicano y en la etapa final de la campaña el vínculo terminó estallando en mil pedazos. Ayer, las principales figuras del partido se apuraron en presentar una especie de rendición incondicional ante el ganador. El jefe de la mayoría en la cámara baja, Paul Ryan, que llevó la voz cantante en el conflicto con el candidato, lo elogió y llamó a su victoria “el logro político más increíble” que haya visto en su vida.
“Hablamos del trabajo que tenemos por delante y la importancia de sacar adelante al país juntos”, dijo Ryan. La relación entre el presidente y el partido tendrá lugar institucional en la articulación de Casa Blanca y el Capitolio, donde funciona el poder legislativo en Washington, DC. Trump necesita de la mayoría en ambas cámaras que logró el Partido Republicano el martes, y para eso deberá negociar. Pero también sabe que ganó la elección él solo y se valdrá de esa legitimidad para conducir ese vínculo activamente y no dejarse marcar la cancha. Un dato a estar atentos: si le “perdona la vida” a Ryan y lo deja permanecer al frente del cuerpo legislativo o si buscará reemplazarlo por otro dirigente en el que tenga más confianza.
De los proyectos que planteó el candidato en su “contrato con el votante”, algunos servirán seguramente como terreno seguro para que presidente y legisladores avancen en conjunto: es el caso de la eliminación del Obamacare, el sistema de salud que fue una de las políticas de estado principales de Barack Obama y que siempre tuvo la resistencia de la elite republicana. El proyecto prevé “la eliminación” del programa y su reemplazo por “cuentas de ahorro para la salud (health savings accounts)”, retrocediendo en la cobertura que había crecido durante los últimos años.
Además, Trump contará con el apoyo en su proyecto de ley de “alivio a la clase media y simplificación” del sistema tributrario. Detrás de ese nombre se esconde un enorme recorte de impuestos que beneficia principalmente a las grandes fortunas, que podrán pagar entre 15 y 35 por ciento menos impuestos, con el objetivo teórico de generar condiciones para más inversión y nuevas fuentes de trabajo. Esa ha sido históricamente una de las grandes banderas econ{omicas de los republicanos, que no pondrán objeciones.
Hay más dudas sobre si el presidente electo podrá imponer sus reformas más resistidas, particularmente las que apuntan a la inmigración, un tema en el que el partido republicano se encuentra dividido. Las propuestas de Trump en la campaña eran extremas, por ejemplo: “Financiar completamente la construcción de un muro en la frontera sur con el entendimiento pleno de que México reembolsará el costo total”. Hay que ver si intentará pasar el proyecto así o cederá para ayudarlo a encontrar consensos.
Pero más allá de su relación con el Congreso hay una serie de propuestas en el “contrato” del magnate que podría ejecutar tan solo con su lapicera, desde el despacho oval, incluso en las primeras horas desde que asuma la presidencia. Si cumple sus promesas electorales, para la noche de su primera jornada en la Casa Blanca, Trump habría anunciado la salida de Estados Unidos del TPP y la decisión de renegociar NAFTA bajo la amenaza de dejar caer ese tratado también, y comandado a su secretario del Tesoro para que denuncie a China por manipulaciones cambiarias. El resultado de esas acciones cambiaría de un plumazo el mapa económico, financiero y comercial del planeta.
Otras de las medidas que prometió tomar es “anular todas las órdenes ejecutivas” que firmó su predecesor. En la práctica, eso implica, entre otras cosas, levantar las restricciones en la producción y el uso de energías como el petróleo, el shaleoil, el gas natural y el carbón, que habían sido limitadas por Obama a causa de su condición contaminante. En la misma línea, cancelaría la ayuda de Estados Unidos a los programas de Naciones Unidas sobre cambio climático (Trump cree, literalmente, que el cambio climático no existe y todo se trata de una estada del gobierno chino en busca de ventajas competitivas) para financiar con ese dinero un programa de infraestructura.
Por último, uno de los puntos más polémicos de su propuesta, y que también figura entre sus compromisos para los primeros días de gobierno, está “iniciar acciones para sacar del país a más de dos millones de criminales inmigrantes ilegales” y “suspender la inmigración de países con actividad terrorista en los que una investigación de antecedentes no pueda llevarse a cabo” de forma previa a la emisión de la visa, un eufemismo para “prohibir la entrada de musulmanes a los Estados Unidos”, como dijo, en otras palabras, en muchos actos de campaña.
En los próximos días, a medida que dé entrevistas y nuevos discursos, y se vaya conociendo cómo acomodará las piezas de su gabinete, comenzará a avisorarse el contorno real de lo que será su mandato. Más adelante, su primera gira como presidente electo puede dar una pista de cuáles serán sus prioridades en política internacional, un tema en el que tuvo posiciones oscilantes durante la campaña. La respuesta, calmada, de los mercados locales, a su elección, también puede interpretarse como una prenda de paz de Wall Street hacia el candidato. Por ahora, la respuesta de Trump, como la mayor parte de su futuro inmediato, sigue siendo un misterio.
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