Blatter se queda sin su armador político y la Confederación Sudamericana, influencia
Julio Grondona era un polifuncional empleado de la FIFA. En Zurich, el hombre de Sarandí manejaba los números del negocio y fungía como vicepresidente senior, un cargo creado especialmente para él; un premio a su trayectoria. Coleccionaba cargos con título rimbombante, pero lo que más le gustaba era todo aquello que se hacía detrás de las bambalinas. Le fascinaba ser armador político.
Por eso, no dudó en apoyar a Joseph Blatter ante el sueco Lehnard Johansson, en la elección de 2002. Si el suizo aún hoy es presidente de la FIFA es gracias al aura de Grondona y su eximio poder de negociación. Hablaba con sus colegas sin hablar una palabra de inglés. Prometía a futuro y se guardaba las mejores cartas para cuando no había otro camino más que la negociación. Por algo otro veteranísimo como João Havelange (que lo sobrevive) había pensado en Don Julio como el candidato a sucederlo al frente de la FIFA, incluso por encima de su propio yerno, el brasileño Ricardo Teixeira.
La muerte de Grondona supone una derrota para el fútbol sudamericano. Así como no hay un candidato natural para sucederlo en la AFA, tampoco existe una figura de sus quilates en el organigrama actual de la FIFA. Con la desaparición física de Grondona también se evapora el cargo de vicepresidente senior. Y el fútbol sudamericano pierde capacidad de negociación en las mesas importantes.
Sólo Alejandro Marón, presidente de Lanús, ostenta un cargo de relativa importancia en el cuadro jerárquico de la FIFA, como integrante de la Cámara de Resolución de Disputas. Carlos Heller y Guillermo Jorge pertenecen a la Comisión Independiente de Gobernabilidad. Julio Grondona (hijo) es miembro de la Comisión de Seguridad e Integridad. Y Daniel Passarella ocupa un lugar en la Comisión de Fútbol de Clubes. Para tener una idea de su importancia política, Grondona aglutinaba cinco puestos: a los nombrados en la Comisión de Finanzas y en la vicepresidencia le sumaba un cargo en la Comisión Organizadora del Mundial, otro en el Bureau de Brasil 2014 y la vicepresidencia de la Comisión Estratégica.
Quizá sea José Luis Meiszner otro dirigente argentino con cierta proyección internacional. El abogado quilmeño es secretario general de la Conmebol y presidió el Comité Organizador de la última Copa América, jugada en nuestro país. Definitivamente, un currículum demasiado escueto en comparación con el de Grondona, que integraba el Comité Ejecutivo de la FIFA desde 1988.
Hace unas semanas, en Río de Janeiro, llamó la atención que Grondona no participara en la premiación de los campeones mundiales. No fue él, como máxima autoridad del fútbol nacional, quien les entregó las medallas a los futbolistas argentinos tras perder con Alemania. Ya en Buenos Aires, mantuvo un perfil bajísimo durante la recepción que le brindó la presidenta Cristina Fernández a los subcampeones del mundo. Como en la FIFA, a Grondona le gustaba más escabullirse. Hablar fuera de micrófono. Charlar de fútbol y de números. Así orquestó una inigualable carrera política en la FIFA, la Meca del fútbol en la que todos quieren estar.
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