Si bien las medidas son consideradas en la “dirección correcta”, también se juzga que llegaron tarde. Se vuelve a reclamar un ministro de Economía fuerte y con una visión integral de los problemas que hay que enfrentar en lo inmediato
Si en algo coincidían ayer empresarios, financistas y banqueros en la previa a los anuncios era en la necesidad de llevar adelante un urgente cambio de nombres en el equipo económico. Y dentro de esa necesaria oxigenación hay un funcionario al que prácticamente todos apuntan: Martín Guzmán.
El ministro de Economía se anotó un triunfo con la alta adhesión del canje de deuda, pero le duró demasiado poco. Los bonos cayeron fuertemente durante septiembre, dejando al descubierto que la operación no había conseguido recuperar la confianza de los inversores. Y luego volvió a quedar descolocado al asegurar que no habría nuevas restricciones cambiarias, cuando era obvio que el “dólar ahorro” tenía las horas contadas, al menos tal como venía funcionando hasta mediados del mes pasado.
Aquel episodio generó un cortocircuito con el presidente Alberto Fernández, que “bancó” a Guzmán en su postura inicial de seguir vendiendo dólares a pesar de la sangría de reservas que venía sufriendo el BCRA. El ministro no acertó con su diagnóstico. Primero pensó que el mercado se calmaría con el canje de deuda, después pidió esperar a que se coloquen los nuevos bonos y luego a dar a conocer el Presupuesto. Pero ese mismo día, 15 de septiembre, se anunció el endurecimiento del cepo.
“No está mal ir por el lado de baja de retenciones y suba de tasas, pero hubiera sido muy bueno en un equipo que recién arranca y no con funcionarios que ya están con este nivel de desgaste”, aseguraba ayer en una charla con Infobae un conocido banquero local.
Además de medidas económicas que permitan tranquilizar la crisis cambiaria, los inversores consideran que es imprescindible a esta altura contar con referentes más fuertes para la salida de la crisis. El objetivo es regenerar un “shock de confianza” en medio de fuertes expectativas devaluatorias
El “shock de confianza” que están esperando los inversores no pasa exclusivamente por una cuestión de nombres. Pero sí hace falta en estos momentos alguien que inspire respeto y un rumbo que se pueda mantener y cumplir hacia adelante. Guzmán carece de ese perfil, según interpretan tanto en el mercado local como en Wall Street.
En su momento fue Roberto Lavagna el que permitió salir de una situación financiera crítica en 2002, con bancos cerrados y presión cambiaria extrema. Pero aquel cambio de Gabinete, que había arrancado con Jorge Remes Lenicov en el Palacio de Hacienda, resultó fundamental para empezar a operar un cambio de expectativas.
Ya más cerca en el tiempo, la decisión de Cristina Kirchner de remover a Mercedes Marcó del Pont del Banco Central a fines de 2013 y designar a Juan Carlos Fábrega, que presidía el Banco Nación, también fue una movida fuerte. Ese recambio le permitió al Gobierno avanzar con una devaluación controlada. Un incremento de 22% del tipo de cambio (de $ 6,50 a $ 8) y un aumento de las tasas en enero de 2014 le dio al Gobierno varios meses de respiro y achicar la brecha cambiaria.
El ministro de Economía se anotó un triunfo con la alta adhesión del canje de deuda, pero le duró demasiado poco. Los bonos cayeron fuertemente durante septiembre, dejando al descubierto que la operación no había conseguido recuperar la confianza de los inversores.
¿Y Miguel Pesce? El titular del Banco Central cometió una serie de errores no forzados, incluyendo recientemente la prohibición para girar dólares entre cajas de ahorro, algo que provocó fuerte alarma entre los ahorristas. Tampoco resultó prolija la implementación de las nuevas reglas de dólar ahorro y se le critica no haber adelantado a las empresas la decisión de permitirles pagar sólo una parte de sus vencimientos de deuda en dólares.
Pero aún a pesar de estos tropiezos, las miradas de los empresarios apuntan a la conducción económica y no tanto al BCRA. En otras palabras, un ministro que tenga una visión integral de los problemas de la Argentina y los enormes desafíos que hay por delante, algo que hoy Guzmán no está en condiciones de ofrecer.
Claro que modificar algunos nombres del Gabinete sin una mayor claridad sobre el rumbo que quiere adoptar el Gobierno tendría un resultado apenas discreto. Ese recambio debería venir acompañado de otros condimentos que no deberían estar ausentes: claridad sobre quiénes serán los socios estratégicos de la Argentina, condena a la situación que atraviesa Venezuela, un fuerte ajuste de la política y dar marcha atrás con el impuesto a la riqueza, entre otras. Sin esas señales será muy difícil estabilizar el mercado cambiario y calmar la ansiedad de los inversores.
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