Un grito de 200 años que llega al presente y desafía el futuro.
Por: Daniel E. Di Bártolo.
La evocación de los 200 años de la declaración de la INDEPENDENCIA constituye un nuevo motivo para la reflexión histórica que, por definición, se transforma en un debate acerca del pasado que interpela nuestro presente y desafía la construcción del futuro.
Comprendemos la historia como vigencia y no como mero relato de hechos que sucedieron y que nada dicen en su significado y trascendencia.
Por ello, para nosotros la HISTORIA ES LA MAESTRA DE LA POLÍTICA. Entender los procesos históricos -nunca son hechos aislados-, nos permite comprender los factores concurrentes que inciden en el contexto político social y económico de la actualidad y, del mismo modo, nos facilita intentar pensar el futuro a modo de prospectiva.
En este marco, los argentinos estamos recordando seis años de BICENTENARIOS: desde Mayo de 1810 pasando por el Congreso de los Pueblos Libres de 1815 y arribando a Tucumán en 1816. Un proceso cargado de tensiones que devino en una definición política: la libertad y la independencia de los pueblos de América del Sur de toda dominación extranjera.
La historia nos dejó el papel clave que desempeñaron San Martín y Belgrano presionando sobre el Congreso reunido en Tucumán para que declarase la INDEPENDENCIA. Pensemos en la perspectiva latinoamericana de esas acciones políticas y militares. Lo mismo sucedió con Artigas y los pueblos libres, aunque la “historia oficial” lo ignore.
En nuestra concepción, el sujeto PUEBLO asumió su propio destino en las luchas por la LIBERACIÓN de la PATRIA. Ese mismo sujeto colectivo consolidó la INDEPENDENCIA a través del tiempo.
Fueron las milicias montoneras de Güemes y los caudillos federales; la pelea de Juan Manuel de Rosas frente a la invasión anglo-francesa. Fueron los gauchos martinfierranos desterrados por la Generación del 80. Fueron las clases medias expresadas en el Yrigoyenismo luego de la sanción de la Ley Sáenz Peña. Fue “el subsuelo de la patria sublevada” expresada en el 17 de octubre.
Fue la INDEPENDENCIA ECONÓMICA del primer peronismo. Fueron los jalones de autonomía política, económica y social. Fue el VIVIR CON LOS NUESTRO de los últimos doce años.
La INDEPENDENCIA es, a su vez, una declaración que data del 9 de julio de 1816 y una construcción popular que seguimos construyendo.
Mientras el sujeto PUEBLO profundizó INDEPENDENCIA, en la otra vereda, hubo constantes acciones DEPENDIENTES.
Rivadavia firmó aquel empréstito con la Banca inglesa Baring Brothers que proyectó nuestra deuda externa hacia entrado el siglo XX. En los años 30, el pacto Roca – Runciman, recreó lo que Arturo Jauretche dio en llamar el “estatuto legal del coloniaje”.
Los golpes militares trajeron en 1966 y en 1976, las recetas liberales que, en la noche negra de la última dictadura militar, configuraron la destrucción del aparato productivo, el quiebre de las economías regionales, la desocupación y la pobreza.
Aun así, la batalla más profunda del proceso de la INDEPENDENCIA es de orden CULTURAL. Si bien nuestra cultura popular se caracteriza por sus propios modelos y expresiones, la incontenible fuerza de la dependencia trata de avasallar nuestra identidad.
Este es el marco de disputa en el presente. Nos encontramos ante una fenomenal batalla por la identidad cultural independiente. El rol de los medios de comunicación que se han plegado a la globalización juega encolumando en el proyecto de la dependencia.
En simultáneas, como si varios tableros de ajedrez estuviesen desplegados, las organizaciones libres del pueblo producen su propio código comunicacional y la influencia de la tecnología a través de las redes sociales configura un nuevo escenario.
¿Es la Argentina un país independiente?. Desde el punto de vista formal, es indudable. Sin embargo, desde una mirada socio – cultural creemos que estamos construyendo nuestra independencia día tras día.
Del mismo modo, los modelos económicos y políticos que hoy se desarrollan, nos alejan de una perspectiva independiente. El progresivo quiebre de las alianzas latinoamericanas del Mercosur, la Celac y su reemplazo por el alineamiento con los países hegemónicos está mostrando una tendencia.
Nos parecemos más al país del primer centenario sustentado en un perfil agro-exportador de materias primeas sin valor agregado que al país que soñamos en la generación del bicentenario: con una fuerte apuesta al desarrollo científico – tecnológico en orden a un modelo industrial con producción propia.
Al recordar y celebrar el BICENTARIO DE LA INDEPENDENCIA es menester re-pensar nuestro proyecto como país. Lo enseñó Gustavo Cirigliano: “Siempre se debate un proyecto nacional, sino lo hacemos, alguien lo hace por nosotros”.
* El autor es Secretario de Educación Nacional del SADOP y miembro de la Fundación CEPES
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