Perpetuando su influencia, Macri y CFK bloquean la consolidación de nuevos liderazgos

Perpetuando su influencia, Macri y CFK bloquean la consolidación de nuevos liderazgos

Con el cierre de listas a la vuelta de la esquina, la interna del Partido Justicialista se profundiza y dista de una disputa democrática. El macrismo atraviesa una dinámica similar.

Eduardo Reina

 

La figura de "matar al padre", planteada por Freud como un proceso de independencia emocional, se refleja claramente en la política nacional en nuestro país. Cristina Kirchner y Mauricio Macri encarnan dos liderazgos que, pese a su desgaste, se niegan a dar un paso al costado. En política, al igual que en la vida personal, los hijos no maduran hasta que superan la sombra de sus padres. Sin embargo, tanto Cristina como Macri permanecen atrapados en una lógica de poder que los empuja a buscar relevancia, “perpetuarse" o eternizarse en el poder. Es un rasgo de las democracias atrasadas del subdesarrollo.

La relación entre los líderes y sus partidos es tan compleja como la que existe entre padres e hijos, no solo en Argentina sino en el mundo:  Charles de Gaulle y el gaullismo en Francia, Margaret Thatcher y el Conservadorismo británico, Fidel Castro y la Revolución Cubana, Nelson Mandela y el Congreso Nacional Africano (CNA), Hugo Chávez y el chavismo en Venezuela, solo para recordar algunos casos.

Los jóvenes enfrentan la ardua tarea de abrirse paso mientras los antiguos referentes se resisten a ceder. Cristina Kirchner y Mauricio Macri proyectan una sombra que obstaculiza la consolidación de nuevos liderazgos en sus espacios.

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Cristina Kirchner y Mauricio Macri.

El desafío más grande para ambos no es solo mantener relevancia, sino superar lo que parece ser una adicción al poder. En política, retirarse a tiempo no es debilidad, sino una oportunidad para alcanzar trascendencia. Sin embargo, ni Cristina ni Macri parecen dispuestos a dar ese paso.

La interna del Partido Justicialista refleja esta dinámica. Con el cierre de listas a la vuelta de la esquina, más que una disputa democrática, el panorama parece una pulseada por el poder. Cristina Kirchner sigue utilizando su liderazgo como herramienta de presión, mientras Ricardo Quintela, gobernador con una gestión cuestionada (semanas de conflicto docente,  “chachos” por doquier, defaulteo, etc.), intenta posicionarse aprovechando la falta de valentía de otros para jugar la ficha de desafiarla. Quintela buscaba evitar la participación de Cristina, ahora en esta situación planteada ya "salvó la ropa" , al proyectarse como "líder" de una nueva línea interna, aunque su apoyo real se desconoce por lo incierto.

La renovación peronista se diluye entre las mismas figuras de siempre: Wado de Pedro, Mayra Mendoza, Martín Insaurralde, Martin Sabatella y otros tantos leales a Cristina. El federalismo con guiño de Axel Kicillof, Cuervo Larroque, Gabriel Katopodis, Aníbal Fernández y el  juego a dos puntas de Jorge Capitanich.

El supuesto ofrecimiento de la vicepresidencia a Quintela no es más que una maniobra para que La Cámpora mantenga el control de los cargos clave.

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El macrismo atraviesa un proceso similar. La falta de claridad sobre el rol de Macri ha generado frustración dentro del PRO. Macri parece oscilar entre un regreso estratégico y la intención de influir desde las sombras. 

Tanto Cristina como Macri representan ciclos políticos agotados. Sin embargo, la falta de renovación termina buscando alternativas disruptivas, como la de Javier Milei, quien ha sabido canalizar el desencanto hacia los liderazgos tradicionales.

Cristina y Macri todavía tienen la oportunidad de ceder con dignidad y permitir que sus espacios políticos evolucionen. Pero su negativa a soltar el poder pone en riesgo esa posibilidad. La renovación es una necesidad, no una opción. Y como en el fútbol del "siga siga", mientras los dirigentes dudan, el cambio vendrá desde el pueblo, con o sin ellos.

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