Con la pelea a cielo abierto con La Cámpora como telón de fondo, Kicillof expande su armado político junto a los gobernadores en un nuevo guiño partidario. Las diferencias con Cristina y Massa.
Por: Mariana Verón.
Entró seria al acto, nunca sonrió y cuando lo tuvo cerca, fue directo a Axel Kicillof. “Es un error lo que estás haciendo”, le advirtió Mayra Mendoza, después de haber tratado, segundos antes, de “cagón” a Jorge Ferraresi por armarle un acto opositor en Quilmes. El gobernador ni le respondió. Siguió adelante con lo suyo, como si fuera una señal de que continuará así, con su plan de expansión, sin importarle lo que digan a su alrededor.
Lejos de mostrar algún tipo de cambio de estrategia que aminore la velocidad con la que se viene moviendo la interna bonaerense, Kicillof está dispuesto a ir a fondo y saldrá “a caminar” el país, con una recorrida por distritos peronistas, como una suerte de gira nacional con la mira puesta en el PJ.
Hay voces que interpretan (él sigue sin decir nada) que podría jugar la presidencia del partido, que tiene elecciones el 17 de noviembre, justo en el mismo momento en que también aparece el nombre de Cristina Kirchner para hacerse cargo del mismo espacio. Son versiones surgidas de quienes hablan con ambos, pero no de los protagonistas.
Ferraresi en el "encuentro de la militancia" en Quilmes que fastidió a la intendenta Mayra Mendoza.
El comando “Todos con Axel”, armadores del gobernador, está preparando un acto peronista de impronta solo bonaerense para el 1 de julio en la quinta de San Vicente, por los 50 años de la muerte de Juan Perón. Será la reinauguración y puesta en valor del museo, con fondos provinciales. Pero lógicamente, la fecha habilita varias lecturas. “Tiene un significado especial”, refieren cerca del gobernador. Es una incógnita si Cristina también se moverá para homenajear al general. “No tenemos nada en agenda”, responden sus allegados.
Ese mismo día, o al otro, está previsto que Kicillof viaje a La Rioja en el inicio de su gira nacional, que también lo llevará a La Pampa. En tierras riojanas arman la agenda con fecha para el primer día del próximo mes. Son dos de las pocas provincias que sobrevivieron a la derrota que sufrió el peronismo en el país. “Se larga a caminar”, interpretan dirigentes que leen con atención estos movimientos, y empiezan a percibir ahora, más en serio, cierta vocación por liderar. Como ejemplo, el último gobernador bonaerense que estuvo en La Rioja fue Daniel Scioli, antes de largarse a la presidencial de 2015.
Cuán cerca o lejos estaría Kicillof de disputar la conducción partidaria todavía es una incógnita, pero al menos en marzo, cuando el partido licenció a Alberto Fernández, el gobernador pujó contra Máximo Kirchner por conseguir espacios de poder dentro del PJ. Es una carta que está dando vueltas.
Con un juego zigzagueante, lo que se ve en Axel es un cambio de piel. A pesar de los intentos del Instituto Patria para que solo gestione, él sigue adelante con su misión de hacer política, que esta semana encadenó con la visita al Papa y seguirá con su desembarco territorial.
Kicillof en su visita al Papa Francisco, la semana pasada.
Cerca del gobernador hay una lectura positiva del ataque constante de La Cámpora, que lejos de aplacarse, se acrecentó en los últimos días. Leen que ya Cristina Kirchner no los ordena, y eso le da margen a Kicillof para seguir adelante. De alguna manera, empiezan a naturalizar la interna. “Hagamos lo que hagamos nos van a putear siempre”, dicen en el axelismo. Sólo Cristina al mando del PJ podría neutralizar a Kicillof. El ya no forma parte del dispositivo cristinista, pero no le va a disputar frente a frente ese liderazgo. Menos aún si la ex presidenta decide ser candidata en 2025. Le conviene electoralmente.
La opción más realista es que el PJ quede en manos de algún dirigente incombustible, que genere consenso interno y nada más. Y que el liderazgo del espacio nazca después de las elecciones de medio término. Escenario 2017.
En La Cámpora siguen furiosos con el gobernador. Al fuerte cruce con Mayra Mendoza se sumó que el viernes, Ferraresi volvió a organizar un acto en distrito ajeno, esta vez en Lanús, gobernado por otro camporista, Julián Alvarez. Cerca de Máximo Kirchner consideran que es una provocación y que el gobernador no puede hacerse el distraído. “Puedo elegir quién me boludea y quién no”, fue otra de las frases que le lanzó Mayra Mendoza a Kicillof. Le reprochan que Ferraresi arma con los adversarios internos en los distritos, pero que lejos de sumar dirigentes, lo que termina generando es mayor división.
Mientras tanto, él sigue en su etapa de acumulación, un plan diseñado para que en este primer año de sus últimos cuatro de gestión se note cierta gestualidad de liderazgo y armado. Juntó en Florencio Varela a una treintena de intendentes y tiene fluido vínculo con Héctor Daer y sectores de la CGT más esquivos a los lineamientos del Instituto Patria. Ahora se expande hacia las provincias peronistas, después de sus desembarcos en territorios más hostiles, como Chubut o Santa Fe, donde sus gobernadores, Ignacio Torres y Maximiliano Pullaro, lo trataron mejor que en el conurbano. Le queda Córdoba, con Martín Llaryora a la cabeza, una figurita difícil.
Está definido que la provincia judicializará la parálisis de la obra pública con fondos nacionales después de haber entregado un petitorio al ministro de Economía. Y denunciará al Poder Ejecutivo por lo que considera una extorsión por parte del presidente de YPF, Horacio Marín, que anunció que no le dará la obra de la nueva planta de Gas Natural Licuado a la provincia de Buenos Aires, prevista para Bahía Blanca, si no adhiere al Régimen Especial para las Grandes Inversiones (RIGI), cosa que Kicillof no hará.
Kicillof con Ignacio Torres, gobernador de Chubut, a quien visitó en su territorio.
El gobernador seguirá adelante con su contraposición diaria a Javier Milei, en busca de mantener esa pantalla partida permanente que lo posicione como la más contundente referencia opositora.
Corre con la ventaja del corrimiento mediático de Sergio Massa. El último candidato presidencial del peronismo estira su momento de volver a exponerse. En la intimidad dice que ya dijo todo en la campaña, y que todo eso se va cumpliendo, que no necesita repetirlo. De todas maneras, dirigentes políticos que lo vieron en los últimos días en sus oficinas de la avenida Libertador lo ven ansioso por jugar. El dice que no, y suele molestarse ante la pregunta de por qué no habla. Sí, en cambio, deja entrever a quienes lo visitan que usará la presentación de –a esta altura una enciclopedia– su libro, para mostrarse.
A pesar de varios intentos de Máximo Kirchner para que vuelva al PJ, Massa no lo hará. Su construcción seguirá desde el Frente Renovador. Sigue firme en su alianza con Cristina. No ve un escenario de ruptura en Unión por la Patria y, como la expresidenta, considera que Kicillof se adelanta en la discusión política. Se guarda una carta: la de su candidatura 2025. Si Cristina no juega (está pendiente el fallo judicial que ratifique o no la condena en la causa vialidad para este año), otra vez lo podrían ir a buscar. Mientras tanto, Kicillof no espera que lo llamen y nacionaliza su gestión con impronta peronista.
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