Gioja, Capitanich y el sindicalismo buscan posicionarse mejor sin fabricar heridas ni despegarse del Gobierno. Por qué ninguno quiere romper el Partido Justicialista. El escenario cordobés.
Por Martín Granovsky.
Ni sillazos ni portazos. Ni siquiera chispazos. Tras el congreso del 5 de marzo el Partido Justicialista mira con nostalgia el folklore de sus viejos encuentros: si todo sigue igual que el jueves último, la obsesión continuará siendo evitar la pelea. Adiós a las tradiciones. Ya no se puede creer en nada.
José Luis Gioja, el presidente actual del PJ, la tiene difícil. Está enfrentado al gobernador de su provincia, el sanjuanino Sergio Uñac, y Uñac tiene más fuerza que él. Es difícil presidir un partido si hay problemas en el territorio.
Pero al mismo tiempo Gioja puede recostarse en sus pergaminos. Los antiguos (fue de todo, desde gobernador a senador y diputado) y los más recientes. Recuperó el PJ después de la fugaz intervención de Luis Barrionuevo y apostó a la unidad del peronismo cuando sonaba utópico. Nadie entre los congresales deja de reconocerle el mérito de la construcción y la paciencia. Se lo reconocen también el Presidente y la vicepresidenta. Con Gioja, el viejo edificio de Matheu al 100 pasó de ser un desierto con dos mohicanos, él y el apoderado Jorge Landau, a una sede siempre superpoblada de militantes.
En el poco tiempo que le queda entre el dengue, el sarampión y el coronavirus Ginés González García suele ufanarse de una cifra. De los equipos técnicos que convocó en 2019, salieron 37 ministros o secretarios de Alberto Fernández. El propio Ginés incluido. No es una jactancia tecnocrática. Significa que el PJ se convirtió en una marca política con prestigio y representación.
La postura clásica en el peronismo es que el PJ es una cáscara salvo en períodos electorales. Habrá elecciones legislativas recién dentro de un año y medio. Pero algunas características incluso mundiales podrían levantar el perfil del principal partido oficialista. Con una Cono Sur rodeado de gobiernos ultraconservadores (Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera, Luis Lacalle Pou, el golpismo boliviano) tanto el Presidente como su canciller Felipe Solá están obligados a cuidar la convivencia de Estado a Estado. En esas condiciones cobran mayor fuerza las relaciones entre las fuerzas políticas. Una prueba es la presidencia del Parlasur a cargo de Oscar Laborde. El puesto se convirtió en un canal de negociaciones. Otra prueba es la agenda de Jorge Taiana, coordinador de relaciones exteriores del PJ y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. Taiana acaba de compartir un conversatorio en la Universidad Nacional de San Martín con el ex canciller de Lula, Celso Amorim. Diplomático con experiencia y desde hace diez años militante activo del Partido de los Trabajadores, Amorim planteó dos necesidades paralelas. Una, preservar lo más posible el Mercosur. Otra, estimular lo que graciosamente llamó “Eje del Bien” entre la Argentina y México.
Entretanto Jorge Capitanich, que gobierna Chaco por tercera vez, ya dijo que quiere presidir el PJ. Aclaró que en un marco de unidad. Y lo mismo anunció Alberto Rodríguez Saá, el adelantado que en 2017 fue autor de aquella frase según la que “hay 2019” para el justicialismo.
En su discurso del jueves en Ferro, Gioja hizo un guiño hacia una posible salida cuando mencionó una renovación generacional. ¿Anunciaba que no peleará por la presidencia? El sanjuanino tiene 70. ¿Renovación generacional es bajar a los 60 años de Alberto? Antes de ser Presidente, AF dijo que no quería ser el jefe del PJ. ¿Lo mantendrá? Capitanich tiene 55. ¿Su caso entra en la variante de la renovación? ¿O quedaría invalidado porque todo el mundo sabe que mantiene aspiraciones presidenciales? ¿Y si el timón recae en alguna mujer?
El tono en Ferro fue la búsqueda de una lista de unidad y la necesidad de no desmarcarse de un gobierno acuciado por las urgencias de la deuda, el hambre, la recesión y el precio de los alimentos.
Ese tono primó hasta en sectores que quieren mayor presencia institucional, como el sindicalismo que tuvo voz a través del metalúrgico Antonio Caló.
Página/12 pudo determinar que Gioja, Alberto y Cristina (ellos y sus negociadores) le prestan mucha atención a los signos de armado nacional donde había baches profundos. Después de diez años de ausencia volvieron a un congreso del PJ los delegados cordobeses. Después de cinco años sin ir, asistieron los delegados salteños.
La unidad peronista parece haberse convertido en un valor no solo para el peronismo. También lo es para el anti-antiperonismo, una fuerza de peso creciente por la polarización ideológica con Juntos por el Cambio. De esa articulación entre el PJ, el Frente Renovador de Sergio Massa y 15 aliados menores nació el Frente de Todos que triunfó en las últimas elecciones.
Tal vez el PJ y sus amigos puedan reencontrarse el último domingo del mes en Río Cuarto. El 29 el peronista Juan Manuel Llamosas buscará la reelección como intendente contra el cambiemita Gabriel Abrile. El kirchnerismo va con Llamosas, que pertenece a la estructura del gobernador Juan Schiaretti. Los dos sectores formaron Hacemos por Córdoba. Mirando el panorama nacional y la situación cordobesa se entiende un poco más por qué Elisa Carrió activó a sus tractoristas: busca escenas que recuerden la crisis del 2008. El deja vu es un negocio del antiperonismo.
Comentá la nota