Las negociaciones entre el PRO y LLA dinamitaron a la cúpula macrista. La pelea entre Bullrich y el ex presidente. El debate por la gobernabilidad. Las preocupaciones de Axel Kicillof y la cena reservada de La Cámpora.
Por: Federico Mayol.
El próximo domingo, cuando Javier Milei reciba los atributos de mando, asuma la Presidencia y el sistema empiece a asimilar el nuevo mapa del poder, el peronismo y Juntos por el Cambio emprenderán un incierto camino de reconfiguración interna, con una particularidad que las atraviesa por igual: la anarquía que reina en ambos espacios.
Hace algunos meses, no muy lejanos, el círculo rojo se preparaba para que Horacio Rodríguez Larreta se hiciera cargo de la oposición a fuerza de un agresivo esquema de financiamiento y de captación de dirigentes hasta que Patricia Bullrich y Mauricio Macri hicieron trizas en la noche de las PASO ese sistema de acumulación trabajado durante un año. Desde entonces, la oposición de Juntos por el Cambio, embanderada detrás de la ex ministra, quedó reducida a una deslucida expresión de cambio que fue devorada por el avance disruptivo de La Libertad Avanza, que capitalizó el malhumor social, y por las tensiones internas, un proceso que culminó con la debacle electoral de octubre.
En el peronismo kirchnerista, la crisis de representatividad, acelerada por la pésima gestión de gobierno, pronosticaba un escenario electoral muy complejo hasta que Sergio Massa se hizo cargo de la coalición e ideó una campaña ilusoria con la que instaló que, en caso de ganar, se haría cargo del PJ e inauguraría una nueva era, signada por un “nuevo acuerdo de unidad nacional”. El ministro se cargó la campaña al hombro, se despojó de toda la simbología K, se desmarcó públicamente de Cristina Kirchner y acaparó toda la centralidad. Le alcanzó para salir primero en octubre, pero llegó muy desgastado al balotaje y la ilusión se esfumó dos domingos atrás, con la derrota por 12 puntos frente a Milei.
El peronismo y Juntos por el Cambio navegan ahora por las aguas libertarias sin capitán y sin brújula. “Están todos perdidos”, aseguró un dirigente del Gran Buenos Aires que no sabe qué será de su vida, ni de la del PJ, después del 10 de diciembre.
Axel Kicillof, gobernador bonaerense (IG @bianco.carli)
El más inquieto en ese contexto es el gobernador Axel Kicillof, que reeligió con contundencia en octubre pero que sabe que el programa de ajuste que Milei planea ejecutar una vez que asuma será implacable con la provincia de Buenos Aires. El plan contempla aislar al gobernador. Marginarlo, y negociar en todo caso de manera directa con los municipios. “De los poco más de 5 puntos del PBI que el presidente electo proyecta bajar, una parte importante impacta en la provincia de Buenos Aires”, fue el mensaje que le llegó al ex ministro de Economía K, que delinea por estas horas su gabinete -prevé anunciarlo en los primeros días de esta semana- y que tuvo que revisar la confección del presupuesto provincial en este nuevo escenario político.
El ajuste abre un interrogante sobre su proyección futura después de la derrota que corrió de la cancha a Massa -el propio ministro confirmó que tiene ofertas del exterior y que planea correrse del día a día por tiempo indeterminado- y que impactó directamente sobre la figura de Máximo Kirchner. Ningún gobernador del interior tiene el suficiente respaldo para hacerse cargo de la etapa que se avecina. Y Cristina Kirchner no dio hasta ahora ninguna señal de querer liderar otra vez al peronismo cuando deje la función pública, el próximo domingo.
Kicillof es, por el momento, el mayor sobreviviente de la tragedia electoral del peronismo. El resto de los socios de la coalición que le arrebató el poder a Macri en el 2019 tienen por delante un panorama sombrío. Alberto Fernández, por caso, ya avisó que se radicará en España cuando deje la Presidencia. Sus últimos meses fueron de degradación. Ni siquiera pudo cerrar su gestión con una entrevista con Francisco, que había aceptado recibirlo en Roma el miércoles pasado como un gesto de cortesía, a pesar de la mala relación. Cuando el Papa se enteró de la nutrida comitiva que planificaba el jefe de Estado, ordenó cancelar la visita. La Casa Rosada oficializó que se había pospuesto el viaje “por las tareas que demanda la transición”. Fernández no participó en la última semana de ninguna reunión oficial vinculada al traspaso de mando.
Alberto Fernández y Javier Milei en la quinta de Olivos (Adrián Escandar)
El miércoles a la noche, el jefe de La Cámpora juntó a todos los legisladores de su organización, los actuales y los electos, en una cena que se extendió hasta bien entrada la noche. Como suele ocurrir, no trascendieron demasiados detalles. Pero sí confiaron en que el clima general fue de catarsis. No se esperan, en ese sentido, grandes cambios en la estrategia parlamentaria. Se supone que Germán Martínez seguirá al frente del bloque. Cualquier movimiento puede alterar el clima tenso que sobrevuela al kirchnerismo.
El titular del PJ bonaerense tiene definido que se recostará sobre la provincia de Buenos Aires, y seguir de cerca la gestión de Kicillof. El vínculo está muy resentido. Ya nadie finge demencia. La caída de Martín Insaurralde que dañó la reputación de Kirchner le dio al gobernador argumentos de sobra para poner en valor su estilo de conducción que no cuadra con el sistema que rige desde hace décadas en el conurbano. Kicillof solo se referencia en Cristina Kirchner. Está decidido a rendirle cuentas solo a ella. Está por verse, a partir del 10 de diciembre, el nivel de injerencia que la Vicepresidenta intentará tener en la gestión bonaerense, en la política provincial y en el armado nacional.
Por ahora es un esquema confuso y desordenado al que Milei colaboró sobradamente con su triunfo y que también se expandió por la coalición opositora. “El tema está anárquico, va a ser todo muy complejo hacia adelante”, confió un dirigente del riñón de Macri.
La última semana en JxC fue un hervidero. Las negociaciones con La Libertad Avanza por la conformación del gabinete y la gobernabilidad del Presidente electo elevó a su máximo nivel de tensión la disputa entre Macri y Bullrich que la ex candidata presidencial decidió hacer pública cuando le envió un WhatsApp a Viviana Canosa en la noche del miércoles, que la periodista, habilitada por la ex ministra, leyó al aire: ”No me someto a Mauricio Macri”, le escribió la presidenta del PRO a la conductora de LN+.
Macri quería que Milei aceptara a Cristian Ritondo como el presidente de la Cámara baja, para apuntalar desde el Parlamento la gestión libertaria de cara al complejísimo paquete de reformas que el economista necesita aprobar en el Congreso. “Mauricio armó una hoja de ruta con el Congreso en el centro de la escena: planteó que Juntos por el Cambio sería oposición pero con un alto grado de acompañamiento”, aseguraron desde el entorno del ex presidente.
La decisión de Bullrich de negociar su desembarco como ministra de Seguridad -se confirmó oficialmente este viernes- y una serie de cargos para dirigentes de su confianza enfureció a Macri: el fundador del PRO cree que la ex candidata no se subordinó a su estrategia. Eso fue, justamente, lo que fastidió a Bullrich: “Esto no es SOCMA”, dijeron sus colaboradores. Fue entonces cuando ella le mandó el mensaje a Canosa, como una verdadera afrenta, y aceleró su incorporación.
El vínculo está virtualmente roto. Hubo una muy leve mejora en las últimas 24 horas, después de que Macri celebrara por las redes la designación de la futura ministra, pero no alcanzó para apagar el incendio. “Eso relajó, pero está todo roto”, explicaron.
Macri, según trascendió, no había pedido cuando selló en su casa de Acassuso el pacto electoral con Milei lugares en el gabinete. “Las primeras líneas son mías”, le avisó el libertario. El ex presidente sí le avisó, además de aportar logística para la fiscalización, que pondría a disposición a todos los técnicos que fueran necesarios. Pero esperaba primero que aceptara a Ritondo como presidente de la Cámara de Diputados, para gobernar de manera conjunta desde el Parlamento y ayudar a sostener al presidente electo frente a un panorama que presagia una creciente conflictividad social. Así lo habían negociado, según el macrismo, en el marco del Pacto de Acassuso.
Oficializado este fin de semana Martín Menem como futuro presidente de la Cámara baja, Macri y los dirigentes más cercanos montaron en cólera contra LLA, en particular contra Guillermo Francos, el delegado político de Milei, al que sindican como el principal artífice de la decisión de no darle al PRO ese sillón: “Mauricio trabajó para un rumbo y Francos para otro, y no lo compartimos”.
Javier Milei y Martín Menem
Macri teme por el futuro de la administración libertaria, y la sombra del peronismo kirchnerista. Más allá de que no tuvo por ahora ningún lugar de primera línea para dirigentes de su riñón -ni Bullrich ni Luis “Toto” Caputo ni María Eugenia Talerico, por citar solo tres ejemplos-, sabe que su figura quedó atada a la de Milei. También su suerte y su futuro político. Por eso insistió con vehemencia por la presidencia de Diputados. Y por aportar funcionarios, por ahora sin éxito, para el área de Justicia, a cargo de Mariano Cúneo Libarona. Es un rubro que siempre le fascinó.
El viernes, apenas se filtró que Menem había sido elegido para ese rol, en el seno más macrista del bloque PRO circuló el siguiente WhatsApp: “Que les voten los proyectos las fuerzas del cielo”. Con el correr de las horas, el malhumor se aplacó un poco.
Este fin de semana, sin embargo, existían un montón de especulaciones en torno a la composición del bloque opositor en el Parlamento. Este miércoles se constituirá el Frente PRO, con cerca de 50 diputados, incluidos los aliados. Pero los trascendidos en torno a posibles desprendimientos seguían incesantes durante este sábado. Impulsados, en buena medida, por los gobernadores.
Las negociaciones entre el PRO y Milei de las últimas semanas expusieron el desacuerdo interno en torno a la reconfiguración de Juntos por el Cambio. Y el dilema en torno a cómo plantarse frente al gobierno libertario, sumado a la falta de un liderazgo nítido, ni en el PRO ni en la UCR, que contenga a todos los bandos. El cogobierno parlamentario que Macri ideó en su cabeza desde la Cámara baja, y que generó ruido interno en los sectores más moderados, parecía esfumarse este fin de semana. Las piezas del rompecabezas opositor, como las del oficialista, todavía no encajan.
En ese contexto, el anuncio de Bullrich de convocatoria a elecciones partidarias para el año próximo, en simultáneo a su desembarco en el gabinete de LLA, inaugura un nuevo tiempo en el PRO que, según su entorno, Macri está dispuesto a disputar. El ex presidente quiere jugar todos los partidos. También el de Boca, enfrascado en una riña durísima con Juan Román Riquelme. A Macri nunca le gustó perder a nada.
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