El rol de los precandidatos presidenciales y el efecto PASO. Bipartidismo 2.1 y una elección con mucho en juego.
Por: Nicolás Fassi.
Sin que todavía se haya disipado el frenesí de la semana post elecciones provinciales, la ciudad de Córdoba será hoy escenario de un nuevo round electoral. En un ring más chico y más atomizado, Hacemos Unidos por Córdoba y Juntos por el Cambio se disponen a definir el mapa político local. Las opciones pasan por la continuidad del proyecto que más pronto que tarde tendrá al gobernador electo Martín Llaryora como cabeza del PJ o por la confirmación del liderazgo de una reverdecida UCR. Los nombres propios de esta versión 2.1 del bipartidismo de los 80’ son Daniel Passerini, actual viceintendente, y el diputado nacional Rodrigo De Loredo.
Con más de 1,1 millón de electores, Córdoba se erige en la segunda ciudad con del país. Por un capricho, si es que existe en la política, el 23-J marca también el inicio de la parte final de la campaña hacia las PASO.
Historia reciente, la ciudad fundada hace 450 años es un bastión antikirchnerista clave, validado por las reiteradas bajadas de Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. Ambos brindaron su apoyo a De Loredo, aunque la halcona recibió un trato más preferencial de parte del candidato que incluyó fotos y cena. Mención para Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, que también acompañaron a “Rodrigo”.
Mucho más que dos
En ese juego, el oficialismo local contó con el lógico espaldarazo, aunque algo tardío, de Juan Schiaretti, precandidato de Hacemos por Argentina. Pero el verdadero factor es Llaryora. En un “rush” mediático que no tuvo ni siquiera durante la campaña para las provinciales, el gobernador electo se puso la campaña oficialista al hombro. Literal.
Como apuesta personal, inundó medios y redes sociales pidiendo el voto por Passerini y por la continuidad del tándem Provincia – Municipalidad. “Es una elección muy pareja”, reconoció. La razón, argumenta, es el nivel de desconocimiento: “El que conoce a Daniel, lo vota”.
Nacido hace 58 años en la localidad de Cruz Alta, a 341 kilómetros de la capital, Passerini tiene un histórico recorrido por el peronismo ligado a la figura de José Manuel De la Sota. Médico de profesión, apuntala su prédica a través de su trabajo en barrios populares. En pandemia encabezó la campaña de vacunación en sectores urbano marginales. Fanático del jazz, cada vez que puede se deja ver tocando el oboe, la tuba y el trombón.
En las últimas semanas levantó mucho el perfil. Más allá de la continua referencia a Schiaretti y Llaryora, apretó fuerte contra De Loredo, remarcando la supuesta vinculación de dos candidatos a concejales con casos ligados al narcotráfico.
Se trata de Cristian Chesarotti y Jessica Rovetto Yapur, 9° y 10° en la lista de concejales. En el primer caso, el hermano del candidato está detenido e involucrado en una causa por narcomenudeo que incluso generó un allanamiento policial a un comando de campaña de Juntos por el Cambio. En el otro caso, Rovetto Yapur es abogada de su pareja, quien está imputado en una causa federal por integrar una banda dedicada al narcotráfico.
Manzanas y TV
En la otra esquina está De Loredo. En su segunda aventura hacia el Palacio 6 de Julio, el ex Arsat llena todos los casilleros requeridos para enamorar a la particular clase media cordobesa. Radical de cuna, abogado y padre de familia, a los 43 años apuesta por recuperar el bastión radical por excelencia. Estratégicamente, espació las apariciones con Luis Juez, con quien comparte el fanatismo por Talleres. Alternó constantes visitas a medios de TV locales y nacionales con recorridas “manzana por manzana” de la ciudad. Atril y canastas con manzanas rojas
teloneaban las propuestas del delfín de Martín Lousteau y yerno del ex ministro de Defensa durante el hundimiento del ARA San Juan, Oscar Aguad.
Con la misma astucia que lo llevó a despegarse de Juez y, en menor medida, de Rodríguez Larreta tras el affaire con Schiaretti, De Loredo tampoco aceptó la invitación al barro. Por el contrario, aseguró que se trató de “operaciones”. “Exijo ficha limpia, pero no puedo saber qué pasa con los medio hermanos y las parejas de mis candidatos”, fue la justificación ante las acusaciones por narcotráfico. Sin embargo, desde su equipo de campaña se encargaron de remarcar las agresiones sufridas por militantes, acusándolos de violentar la campaña.
En un escenario parejo, la gran apuesta es convocar a la votación. Se especula que hay 60.000 cordobeses que no lo hicieron en las provinciales. Hasta el momento mismo de la votación, la campaña gozará de buena salud en las redes sociales, lugar muy explotado por el oficialismo.
La particularidad de esta elección la dará el PRO, que ya se aseguró el triunfo. Sea cual sea el candidato ganador, la fuerza macrista se asegurará la presidencia del Concejo Deliberante. Javier Pretto, ex diputado nacional y ex presidente del partido en Córdoba, comparte la fórmula con Passerini, mientras que la actual diputada nacional Soher El Sukaria secunda a De Loredo.
En virtud del artículo 137, inciso 3, de la Carta Orgánica Municipal, la lista ganadora del domingo, por la diferencia que sea, se lleva la mitad más una de las 30 bancas del Concejo Deliberante por la discutida cláusula de gobernabilidad.
En medio de este bipartidismo cantado, las otras 9 listas pugnarán por meter un edil. Laura Vilches (FIT-U) y Juan Pablo Quinteros (Somos), pelean en este tercer escalón. Al no tener listas oficiales, Humberto Spaccesi (Córdoba de Todos), del sector pyme, y el economista Eduardo González Olguín (Partido Humanista), representan al kirchnerismo que no tendió puentes con el oficialismo. Los libertarios muestran a Verónica Sikora. Sin embargo, la abogada no logró el reconocimiento oficial de Javier Milei.
Sin el sistema de recuento Turing de por medio, la carga de datos será a la vieja escuela: telegrama y data entry. Desde la justicia electoral avisaron que la prioridad será
la transparencia antes que la velocidad, algo que en una elección voto a voto anticipa otra noche en vela para cordobeses y cordobesas.
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