Mariano West, aquel que en 2001 motorizó un alzamiento en Moreno y arrancó, a tranco largo, con destino a Casa Rosada para pedir la renuncia deFernando de la Rúa, ingresó una década después a la quinta de Olivos para ver aMáximo Kirchner.
-Yo soy hiperkirchnerista y quiero encabezar un cambio en el PJ bonaerense -le dijo al hijo de la Presidente.
- Dale: pero necesito que pongas a Walter en tu lista -le dijo Máximo K en referencia a Walter Festa, un dirigente de La Cámpora de Moreno.
West le concedió el deseo y lo anotó como primer concejal, lugar que técnicamente equivale a ser subintendente porque es quien ocupará el cargo si el alcalde toma licencia, se va de vacaciones o deja su función. En la lógica de un cacique territorial, un macho alfa del PJ del conurbano rabioso, cederle ese renglón de la boleta fue un gesto poderoso.
A los meses de resultar electo, Festa empezó a desmarcarse, rompió con el intendente y el 9-A enfrentará en las primarias del FpV a West que, efecto residual de ese chispazo, puede perder la banca que durante años, por statu quo, el PJ de Moreno tuvo en el Congreso: ahora es Andrés Arregui y está en gateras Carla Campos Bilbao, que quedó en el casillero 21, pero por corrimiento, si la elección no es mala, sería diputada.
El hiperkirchnerismo que manifestó y la apertura a un neocamporista constituyen los datos más crueles del expediente West que puede, ahora, perder la interna con Festa. Detrás del retador se amontona casi la suma de los poderes K: la Casa Rosada, sectores del PJ con los que West tuvo mala relación -por ser filo-K- y hasta el sciolismo.
En lo formal, puede presentarse como un duelo PJ vs. La Cámpora, pero es una simplificación. A la vez, Festa se presenta como recambio generacional a pesar de que está por cumplir 50 mientras West tiene 65. Lo cierto es que con un padrón de más de 300 mil votantes, Moreno integra en top ten de las internas más ásperas y tensas del FpV, con resultado abierto y alertas sobre un domingo electoral caldeado y bravo.
No es ni el único ni el más temerario de los territorios: hay otras dos disputas que aparecen, en el radar del Gobierno, como más complicadas. Veamos:
•Merlo. En el pago que Raúl Othacehé gobierna desde 1991 hay una interna añeja y dura entre el alcalde, que después de una temporada cerca de Sergio Massa, volvió al FpV donde competirá con Gustavo "Tano" Menéndez. Esa interna es la que todo el sistema político del PJ mira con más preocupación, por temor a incidentes y figura, incluso, en la mirada de la Justicia como la de más alto riesgo. La relación Othacehé-Menéndez está rota hace años y se potencia, además, con una vinculación con la riña provincial: el "Vasco" pactó con el dueto Domínguez-Espinoza, mientras que, por decantación, Menéndez se arrimó a Fernández-Sabbatella. Con un padrón de 370 mil votos -en la primaria compiten 19 listas de los distintos partidos-, Merlo puede ser uno de los distritos donde la estructura del PJ impacte sobre la elección de gobernador.
•Quilmes. Francisco "Barba" Gutiérrez fue el único intendente que logró ser reelecto en Quilmes y pasará al Guinnes de ese distrito si logra su tercer mandato. Pero antes tiene una interna con Daniel Gurzi, un dirigente que cuenta con respaldo de sectores del sciolismo pero, sobre todo, de Aníbal Fernández, que mantiene una porfía con Gutiérrez que no ahorra crítica contra el candidato a gobernador, a quien acusó de operar desde Casa Rosada para perjudicarlo. No es, entonces, un duelo Gutiérrez -Gurzi, sino entre el "Barba", metalúrgico, y Aníbal F. porque aparece el factor provincial: Gutiérrez fue uno de los primeros alcaldes de peso que salió a bancar a Julián Domínguez. Con casi medio millón de votos, y 19 lista de intendente, el efecto Quilmes sobre la interna de gobernador asoma como determinante.
c Matanza. En su territorio, Fernando Espinoza designó heredera a Verónica Magario y, enfrente, animado por Aníbal F., se juntó tropa disidente, con origen sindical, y postuló a Heraldo Cayuqueo, dirigente de la UOCRA. No constituye, a priori, ninguna amenaza para el dominio de Espinoza, pero por topetazos anteriores pueden aparecer conflictos porque es en ese dominio donde Espinoza quiere sacar una diferencia sustancial para derrotar a Fernández quien, a su vez, sponsorea a la lista opositora de Magario. Sobre esa provincia donde habitan casi un millón de votos y se presentan 18 candidatos a alcalde, el 9-A jugarán dos estructuras -es mayor y más eficaz el PJ oficial- y el tercer tiempo, el escrutinio, será la clave de todo.
• Almirante Brown. Darío Giustozzi, luego de pensarse para otras ligas, volvió al distrito a renovar como intendente y, como le ocurrió a todos los exmassistas, deberá enfrentar internas, en este caso contra Mariano Cascallares, titular del IPS sciolista, que ató respaldos múltiples y se presenta como un rival con chances ante Giustozzi que, por su lado, confía en revalidar en el distrito una regla bien peronista: ganar una interna, reconfirmar jefaturas. En Brown hay 17 candidatos a intendentes y un padrón de más de 400 mil votos.
•La Plata. Con más de 520 mil votos, en La Plata se registra otro duelo bravo: Pablo Bruera enfrenta a una candidata neocamporista, Florencia Saintout. El intendente se muestra confiado en que la decana de Periodismo no constituye un riesgo electoral y que la interna le servirá para revalidar su dominio en el PJ local. Es otro duelo PJ vs. La Cámpora, pero, según admiten en la agrupación juvenil, sin la expectativa que tienen en Moreno, donde se concentra casi todo el esfuerzo. En la capital provincial hay 23 listas.
• Pilar. Un duelo de socios añejos agita este distrito con casi 200 mil votos. Humberto Zúccaro que fue y volvió del massismo contra el sciolista José Molinas, en una guerra de guerrillas, que apunta a resolver la jefatura del peronismo local. Un duelo duro e incierto.
• San Vicente. Otro cacique PJ, Daniel Di Sabatino, al que La Cámpora decidió desafiar con un candidato propio, Diego Barrale, que se tira a una aventura que en Casa Rosada consideran una lotería, pero que plantean más como una jugada a mediano plazo que para ganar, en este turno, el distrito.
• Florencio Varela. Julio Pereyra va por su reelección y enfrente le surgieron tres rivales, aunque el principal es Héctor Salatino, un exreferente suyo que migró hacia el Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella y desde allí salió a combatirlo. Acumulativa y cargada de furia, la interna rebota en el plano provincial porque Pereyra, como muchos peronistas, prefieren a Espinosa de vice que a Sabbatella. Algo similar ocurre en Ituzaingó: allí Alberto Descalzo tiene enfrente a Daniel Larrache, funcionario sabbatellista, disputa con rebote bonaerense.
• Bahía Blanca. En el sur de la provincia se enfrenta el randazzista Marcelo Feliú y el sciolista Iván Budassi, para ganar posiciones para la elección de octubre contra el massismo y el PRO, que aparece con chances vía Héctor Gay. Tiene su atractivo por ser una disputa de otro tiempo, el eco de una interna que no fue entre Randazzo y Scioli.
Otras internas de peso asoman en Morón, donde Hernán Sabbatella va de candidato a intendente -hermano del candidato a vice- contra dos ofertas del PJ, Pablo Navarro y Hernán Solito. Genera interés, también, la definición en Berisso, donde Juan Ignacio Mincarelli rankea para heredar a Enrique Slezack -víctima de un lapicerazo de La Cámpora- aunque tendrá que derrotar, antes, a Ramón Garaza. En Olavarría, Guillermo Santellán, con soporte del PJ y el sciolismo, desafía a José Eseverri, regresado del Frente Renovador, y en Azul el randazzista Mario Caputopuntea en una diversidad donde aparecen Luis Conti, Federico Bertellys y José Inza.
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