En la coalición no hay claridad sobre cómo posicionarse respecto a las intervenciones del Presidente. El impacto del paro de la CGT, la disyuntiva sobre la renovación y el silencio como estrategia.
Por Joaquín Múgica Díaz
“Milei tiene un discurso para cuando gana, empata o pierde. En todos sale bien parado. Si el Congreso rechaza la ley ómnibus, es la casta que defiende sus privilegios. Si se aprueba pero con modificaciones, es un triunfo con algunas quejas de la casta. Si se aprueba como quería el Gobierno, es la mayor de las victorias. Nunca pierde. Siempre gana. Los tres discursos ya están bien armados”.
La reflexión pertenece a un funcionario del kirchnerismo que mira con ojos críticos los movimientos del Presidente y de la oposición. Los días difíciles del peronismo, que no encuentra la forma de capitalizar los errores no forzados del gobierno nacional o la aplicación de las políticas más polémicas. La batalla cultural y la económica al mismo tiempo, que Milei lleva adelante sin prejuicios y que expone a la coalición, que no tiene un plan de acción unificado.
La fuerza política está en el peor de los escenarios de la última década. Aún está asimilando la derrota de las elecciones, no tiene un liderazgo que conduzca a todo el espacio, el kirchnerismo está inmerso en una interna de poder y recambio de nombres, el sistema político se dinamitó y Javier Milei, pese a todos los pronósticos opositores, sigue adelante con su plan de ajuste y reacomodamiento de la macroeconomía, manteniendo un importante respaldo social.
El desorden en el que convive el peronismo le impide pararse con autoridad frente a la sociedad. Parece ser un escenario bastante lógico, teniendo en cuenta que no hay una identidad clara ni la posibilidad de atravesar los límites de la representación propia. “La gente no nos quiere escuchar hablar. No quiere vernos”, se sinceró un dirigente de trayectoria. Esa situación es la que los lleva a no saber cómo enfrentar el fenómeno Milei.
Gran parte de la dirigencia percibe que el sector menos politizado de la sociedad ya no quiere escuchar a Cristina Kirchner. Ni verla. Tampoco quieren escuchar a Sergio Massa. Se está transitando un nuevo proceso después de cuatro años de gobierno peronista. No es casualidad que el ex ministro de Economía, que prepara la presentación de su libro para fines de este mes, haya decidido cultivar el perfil bajo desde que dejó la gestión. La disyuntiva interna es cómo renovarse sin que la gente los rechace y encontar cómo dejar en jaque a Milei.
La marcha para reclamar que no haya una reducción del presupuesto de las Universidades Públicas fue un tiro en el pie para el Gobierno. Agrandaron un conflicto que después no pudieron controlar y que puso en la calle a miles de personas que le marcaron la cancha a Milei. Parte del peronismo quiso aprovechar la situación pero no pudo. Para el Presidente fue un gol en contra, pero para la oposición resultó ser una opción desaprovechada en su intento de querer legitimar el reclamo a través de la política. Un error.
En el peronismo hay múltiples reuniones en las que se habla sobre cómo posicionarse frente a Milei. Se analizan los motivos por los que el Presidente sigue conservando un importante apoyo de la sociedad, porqué sus expresiones polémicas no son tenidas en cuenta en la magnitud de lo que implican y cómo debe hacer la oposición para revalorizar su rol pero, al mismo tiempo, convertirse en una opción confiable.
Entre todas esas reuniones, hay una que se hace con cierta regularidad en San Fernando, donde gobierna el massista Juan Andriotti. En esas tertularias se han encontrado Cristina Kirchner y Sergio Massa, y los dirigentes más cercanos a ambos como los camporistas Eduardo “Wado” de Pedro, Paula Penacca y Mayra Mendoza, además de Máximo Kirchner y Cecilia Moreau, uno de las principales voces del Frente Renovador.
La ex presidenta y el ex ministro de Economía está muy activos. La primera desde el Instituto Patria, lugar donde también pasa muchas horas de su vida el líder de La Cámpora, y el segundo desde sus históricas oficinas de Avenida Libertador, donde funciona la Fundación Encuentro, en la que trabajan muchos de los ex funcionarios que lo acompañaron en su paso por el Palacio de Hacienda. Ambos están comunicados, en forma permanente, con legisladores, gobernadores, sindicalistas e intendentes. Siguen siendo trascendentes, influyentes y movedizos.
CFK aparecerá en escena hoy por tercera vez en 15 días. Un gesto claro de que busca concentrar la centralidad opositora en su figura. En su entorno aseguran que el objetivo de sus palabras es exponer las debilidades y grietas de la política libertaria. Y explicar al detalle los motivos por los que el discurso de Milei, de que el ajuste recae sobre la casta, es falso y se puede comprobar en la perdida del poder adquisitivo y los puestos de trabajo.
Esa misma línea discursiva, puertas adentro de su espacio político, es la que explica Sergio Massa. Les remarca a los propios que el sacrificio que está haciendo la clase media es ineficiente y que recae sobre los sectores asalareados. El ex ministro es de los que cree que la gente no quiere ver a los políticos hablando de política. Mirar o eschuchar las discusiones internas del peronismo es el principal mecanismo para espantarlos.
La cuenta que hacen en el massismo es que del sector que rechaza al Gobierno -cerca de la mitad del electorado-, en su composición el 90% no lo votó y el 10% son desilucionados. Todo ese sector, pero especialmente los que confiaron y no están conformes con el rumbo libertario, quiere ver en la oposición solidez para discutir las políticas y medidas de Milei, no para debatir el poder interno y la renovación de liderazgos.
El paro de la CGT tuvo repercusiones distintas dentro del peronismo, donde algunos creen que termina siendo contraproducente (Luciano González)
Claro está que ese tiempo llegará. Pero tanto para Cristina Kirchner como para Sergio Massa, el momento de la discusión debe ser el año que viene, más cerca de las elecciones legislativas. Además, advierten que la sociedad se casó con Milei hace cinco meses y que le cuesta ver las debilitades del plan de acción libertario. No por falta de capacidad, sino porque la confianza puesta en el voto fue mucha. Fue la gente -a través de las elecciones- la que rompió el sistema político establecido y le abrió la puerta a un outsider como Milei.
Las reuniones frecuentes, los llamados teléfonicos que se mantienen en el tiempo y los posicionamientos políticos similares en estos primeros meses del nuevo gobierno, son una muestra cabal de que la sociedad Kirchner-Massa sigue estando muy fuerte, pese a la derrota electoral y las diferencias ideológicas de fondo que siempre los separaron. Un bloque político sin fisuras que se mantienen unido y con poder de influencia en la órbita peronista.
Ese esquema que componen los dos dirigentes es solo una terminal del mundo peronista. Massa, por ejemplo, le recomendó a la CGT no hacer el primer paro general apenas algunas semanas después del comienzo de la nueva gestion. La central obrera lo hizo igual y se expuso a una estrategia de comunicación oficialista en la que le remarcaron que en cuatro años del gobierno de Alberto Fernández no habían hecho ningún paro.
Algunos sectores del peronismo creen que el paro terminó siendo contraproducente para el espacio político, porque la idea que atraviesa a mucha gente es la que instaló Milei: hay que sufrir este tiempo para estar mejor después. Entonces, en esa lógica, el paro es leído como una decisión que solo entorpece a los trabajadores. Sobre todo a los que les descuentan el día o los que necesitan generar ingresos diariamente.
La discusión interna del kirchnerismo le queda incómoda al peronismo, en este tiempo donde intenta renovarse
La mayoría de los gobernadores peronistas alternan críticas al gobierno nacional con largos días de silencio. El más confrontativo, por el rol que tiene y el lugar que ocupa en el mapa opositor, es Axel Kicillof, que quedó en el medio de una interna que desató uno de sus principales lugartenientes, como es Andrés “Cuervo” Larroque. Justamente el reclamo de CFK va directo a La Plata, por creer que allí tienen el foco corrido y están peleando por las listas del año que viene en forma anticipada.
Que la discusión sobre la renovación peronista se esté dando después del estallido del sistema político - donde Juntos por el Cambio se desgranó y La Libertad Avanza está creciendo del centro hacia las perifecias - es muy incómodo para Unión por la Patria. En ese contexto, y con un contrato social con el electorado que esta desgastado, en el peronismo sufren el ruido de las voces que siguen vigentes y que dejaron de enamorar a las mayorías. Pero, al mismo tiempo, no saben a quién mirar para encontrar el norte hacia donde ir.
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