Las cadenas de distribución alimentaria y las empresas de bienes de consumo no suelen llevarse bien.
Por: Carlos Gómez Abajo.
Las segundas suelen tener más poder de fijación de precios, y en crisis como la actual han presionado los márgenes de sus clientes. El conflicto ha llegado a mayores entre Carrefour, que ha anunciado un veto a los productos de Pepsico en sus principales mercados europeos. Al frente de ambas compañías están Alexandre Bompard (Saint-Étienne, Francia, 1972) y Ramón Laguarta (Barcelona, 1963).
Bompard, presidente y director general de Carrefour, se define como una persona familiar. Está casado con la juez Charlotte Caubel, hasta el pasado día 11 secretaria de Estado para la Infancia (adscrita al Ministerio de Justicia), cargo al que había entrado en mayo de 2022. Tienen tres hijas, y los cinco son aficionados a ir a conciertos de música: desde el cantautor Alain Chamfort hasta el rapero Eddy de Pretto. Él sigue el tenis (era fan de Roger Federer), y el fútbol. Su padre, Alain Bompard, fue presidente del Saint-Étienne, uno de los equipos con mejor palmarés del país, aunque ahora está en segunda división.
El ahora jefe de Carrefour hizo un grado en Derecho y un posgrado en Economía por el Instituto de Estudios Políticos de París; luego cursó un MBA en la famosa Escuela Nacional de Administración (ENA), donde estudian las élites del país. Fue inspector de Hacienda entre 1999 y 2002, y, durante unos meses, asesor del conservador François Fillon, entonces ministro de Asuntos Sociales y Trabajo con Jacques Chirac, y que luego sería primer ministro.
Se pasó al sector privado en 2004, en la cadena de televisión Canal+, como jefe de gabinete del director general, Bertrand Meheut; luego fue jefe de deportes. Dirigió también la radio privada Europe 1. En 2011 se convirtió en director general de Fnac, a la que sacó a Bolsa dos años después, separándose así del grupo de lujo Kering.
Se incorporó a Carrefour como presidente y director general en 2017. Al poco tiempo anunció un plan estratégico para mejorar la sostenibilidad de los envases y reducir los desperdicios, así como para reducir costes.
En la pandemia, concedió a 85.000 empleados una prima de 1.000 euros, y él y el resto del consejo renunciaron a parte de sueldo para destinarlo a los empleados.
Laguarta también ha tratado de apoyar la sostenibilidad ambiental desde Pepsico; por ejemplo, con la compra de SodaStream, que hace máquinas regasificadoras de bebidas y ayuda a reducir el uso de envases. Lleva en el grupo casi tres décadas, y es su CEO desde 2018.
Tiene tres hijos varones con su esposa, María. MBA por Esade y máster en Gestión Internacional por la escuela Thunderbird de Phoenix (Arizona, EE UU), comenzó su carrera en la española Chupa Chups, con responsabilidades sobre Oriente Próximo, Extremo Oriente y Estados Unidos. En 1996 fichó por Pepsico (Lays, Doritos, Gatorade, Tropicana o 7Up), primero con cargos de desarrollo de negocio y marketing, en España; luego como responsable para Grecia y Chipre; y de nuevo en la Península Ibérica. Habla inglés, español, catalán, francés, alemán y griego.
En 2006 se mudó a Ginebra como director comercial para Europa; en 2010, ascendió a presidente de mercados en desarrollo, y en 2014, a CEO para Europa y África subsahariana. En ese periodo, ayudó en la compra de la firma rusa de lácteos y zumos Wimm-Bill-Dann, un acuerdo valorado en 5.400 millones de dólares, la segunda mayor adquisición de la compañía. Hace siete años se mudó a Nueva York para trabajar en la sede central del grupo. En 2018 lo nombraron CEO, y meses después, también presidente.
El conflicto entre distribuidoras y grupos como Pepsico se ha endurecido por las nuevas regulaciones del sector alimentario en Francia, que dificultan a cadenas como Carrefour rebajar sus precios. El Ejecutivo del país ha ordenado que las negociaciones entre ambas partes acaben este mes, en vez de en marzo, como dicta la normativa, con la idea de que la relativa relajación reciente de la inflación se note lo antes posible. Pero puede salir por la culata, porque Pepsico ha ganado poder de negociación.
Al tiempo, el Gobierno galo ha restringido la capacidad de las cadenas de supermercados para comerciar con los productos a nivel europeo, por lo que los vendidos en Francia deben someterse a las limitaciones de precio mínimo y descuentos que tratan de proteger a los pequeños establecimientos.
Pepsico dijo en octubre que preveía incrementos “modestos” de los precios este año, y pese a las subidas de los dos últimos años, la demanda sigue aumentando. Carrefour, como otros minoristas, está apostando fuerte por sus marcas blancas. La guerra se ha recrudecido.
El conflicto
Los mercados afectados por la medida de Carrefour son Francia, Italia, Bélgica y España, que suman 9.000 locales, dos tercios de su red.
En las estanterías que antes ocupaban los artículos de Pepsico ahora hay carteles que rezan: “Ya no vendemos esta marca debido a los aumentos inaceptables de los precios”.
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