Era el año 1995 cuando Pepsi lanzó una potente campaña en Estados Unidos que prometía premios por la compra de productos de la empresa. En el anuncio se podía ver a un joven consiguiendo diferentes premios que requerían de una serie de puntos y al final, el anuncio mostraba que se podía conseguir hasta un avión de caza Harrier obteniendo 7 millones de puntos.
La campaña fue todo un éxito pero Pepsi nunca imaginó que fuera demandada por un joven que obtuvo esos 7 millones de puntos y reclamó el caza de combate.
La letra pequeña
Ese verano, un joven de 21 años, John Leonard, pudo ver el anuncio detenidamente y se interesó por el premio que ofrecían. Investigó sobre las condiciones del producto y realmente pensó que Pepsi estaba ofreciendo el caza a sus clientes obteniendo esos puntos. Un caza valorado en 30 millones de dólares por aquél entonces.
Llegó a la conclusión que, si una botella costaba 1 dólar le otorgaban 1 punto, así que el caza costaría «solamente» 7 millones de dólares. El joven, que era bastante listo para los negocios tal y como se supo después, consiguió un catálogo de Pepsi, donde en ningún momento aparecía el caza como premio.
Pero la letra pequeña le dio la clave para seguir su plan de conseguir el avión de combate. Según las bases de la promoción si una persona ya contaba con 15 puntos, podría entonces comprar con dinero un número ilimitado de puntos adicionales destinados a cualquier artículo de Pepsi pagando cada punto a 10 centavos.
John Leonard pensó que, haciendo cálculos, le costaría 700.000 dólares. Durante meses convenció a inversores anónimos para recopilar los 700.000 dólares del caza. Un año después mandó una carta a Pepsi.
La demanda del caza
En marzo de 1996, Pepsi recibió una carta firmada por John Leonard. En ella había 15 puntos y en el formulario se podría leer «1 caza Harrier». Adjunto a la carta, el remitente presentaba un cheque por el valor de 700.000 dólares para los puntos que le faltaban de acuerdo a lo que había calculado tras leer la letra pequeña.
Los responsables de Pepsi escribieron a Leonard con el cheque de vuelta y aludiendo que el caza no era parte del catálogo de premios, simplemente un reclamo para hacer más entretenido el anuncio y la campaña.
La compañía obsequió a Leonard con cupones descuento para disculparse por la confusión causada.
Pero John Leonard había sido fiel a la promoción, y no paró en su empeño de tener un caza en la puerta de su casa. El joven demandó a Pepsi por fraude, incumplimiento de contrato y publicidad engañosa.
En 1999 acabó el litigio contra Pepsi donde el juez falló a favor de la compañía concluyendo: «ninguna persona razonablemente objetiva podría haber llegado a la conclusión de que el anuncio realmente ofrecía a los consumidores un caza Harrier».
Por el contrario, la opinión pública apoyó a Leonard en todo momento porque consideraron que la publicidad era válida y que merecía su caza Harrier.
Comentá la nota