Peñarol, equipo obrero

Todos laburantes. El último campeón de la Liga Cordobesa tiene el 70 por ciento de los jugadores laburando como albañiles. Pico y pala...

De un Renault 12 bajan siete muchachos. Banderas, camiseta, algún que otro escabio en la mano y se meten a El Trampero. Ellos, como buena parte de barrio Argüello, reconocen el esfuerzo de un grupo de tipos que, con botines o de pantalones largos, empujan hacia un mismo objetivo: que Argentino Peñarol siga creciendo. En el vestuario, el tarrito anaranjado pasa de mano en mano. El olor a átomo desinflamante está impregnado en las paredes. Pocos aromas deben remitir a un potrero como el de la popular pomada. Es olor a fútbol. Enamora e invita a quedarse. Sebita, el utilero, no se queda quieto. Todo tiene que estar perfecto. Las camisetas perfumadas son tan solo un mimo, pero de los mimos se alimenta el amor, y lo sabe. Hoy los viste de gala. No puede faltar ningún detalle. “Cerca del 70% del plantel es albañil, y el resto también se las rebusca”, dice Sergio Allende, DT y dirigente. Fue presidente hasta hace muy poco. Tomó la posta su hermano. Y sabe bien eso de gastar el cuero por los colores.

Facundo Martínez es el 9. Picante, muy fuerte y con una justa mezcla de rusticidad con calidad. Es uno de los cuatro titulares que trabaja en la construcción. Daniel Salas, delantero; Ramón Flores, marcador por izquierda y Leonardo Agüero, lateral derecho que se ganará la tarjeta amarilla por un patadón digno de volver a ser visto, son los otros. Varios quedaron afuera esta vez. Los entrenamientos se adaptan a sus horarios. Habitualmente, los martes tienen una jornada brava y el profe hace un trabajo liviano. Los viernes son los días más complicados para entrenar. Es que los muchachos cobran, y hasta no recibir la moneda, no van al club. Sea la hora que sea.

“La Banda de Argüello” está llegando. Las cajas de tinto arremangadas van de mano en mano. Cuelgan los trapos en la popular.

El mimado es Diego Palleres. El pibe de 21 años es crack. Vive a dos cuadras de la cancha. De tallo largo, estilizado, y con la 10 en la espalda, quedó libre a fin de año después de una temporada en Belgrano y volvió a su casa. “Se rasca la chota el chico”, dice un flaquito, sentado en un cajón de cerveza, intentando explicar que todavía lucha por poder vivir del fútbol.

No menos talentoso es Jorge Quevedo. El “Toro”. Un aguerrido volante central que logra mezclar brutalidad y lirismo sobre un par de baldosas. Es uno de los dos “delivery”. Seba Troilo, el 2, es policía y se encarga de hacer sentir el rigor a los delanteros. El Rodri Getán ya se sacó la pilcha de periodista, hoy le toca del otro lado.

La charla técnica retumba en la humedad del techo y se cuela por la ventana para escapar como un susurro. Argentino Peñarol está por pisar la cancha. Un tipo con lo dedos anudados al alambrado lo intuye y revienta a insultos a la terna arbitral. Por las dudas, de ante mano.

Daniel Machado, arquero, capitán y empleado metalúrgico que padece una distensión de ligamentos pero que no se quería perder el debut por nada del mundo, frena la marcha y pega los últimos gritos.

La tierra y el humo de los choripanes envuelven al plantel en su salida al terreno de juego mientras, de camisa desprendida y gorra apenas apoyada sobre la pelada, pasa un viejo con una jarra en la mano. “Es coca, pibe”, aclara. No hace falta, la espuma amarillenta habla por sí sola. Él vino a ver a su equipo. Ese que esconde horas de laburo y pasión detrás de una pelota.

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Es la ilusión de “crecer”

Sergio Allende hoy es el técnico de Peñarol, pero hasta hace poco también fue presidente. Por eso, puede hablar desde dos posturas: “Queremos que sea algo que disfrutemos. Vamos a ir partido por partido, sin objetivos exagerados. Es un orgullo estar jugando este campeonato porque es lo que todos como club ansiamos: jugar en un nivel superior”, sostiene, aunque sus ojos reflejen más expectativas de las que declara.

El DT, sabe con lo que cuenta para encarar el torneo, por eso puede asegurar: “Más allá de las limitaciones técnicas, la cabeza de ellos adentro de la cancha es como la de un profesional. Lo hacen por pasión. Juegan por el amor al fútbol. Nosotros, los dirigentes, estamos cumpliendo varios roles. Solo por la ilusión de que el club siga creciendo”.

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