Por José Luis Jacobo.
La denuncia de Emiliano Jair Mensor es una foto de la corrupción que se desplegó desde el Museo Mar, detrás de la cual hay una película que se inició en el último tramo de la gobernación de Daniel Scioli. Un museo en nuestra ciudad frente al mar era una aspiración de amplios sectores de la cultura local. Detrás de un buen propósito —como suele ocurrir— armaron un curro. O, una larga cadena de curros.
Valeria Bratelli es la llave que abre la puerta a los usos impropios —cuando menos— del Museo Mar durante la gestión en Cultura de Alejandro Damián Gómez, más conocido como “el conejo”.
Gómez —como casi todo el staff de María Eugenia Vidal— provenía de Capital Federal. Hincha de San Lorenzo de Almagro, llegó trayendo en sus alforjas el haber sido director del área cultural en CABA.
Creó el programa “acercarte” que recorría la provincia con un gran despliegue. Contratos con artistas de relativo renombre cuyos contratos nunca han sido publicados debidamente. El programa citado nunca fue masivo. Tampoco existió la intención de que lo fuera.
Es un clásico ejemplo de una maniobra que, en realidad, se usa para facturar —o «hacer caja», en la jerga— con la excusa que hay que «financiar la política». Hay una línea de trazo muy grueso que une las prácticas de facturación que se le denuncian a Bratelli y el programa Acercar.
En un acto, el gobernador Kicillof denunció que, durante el gobierno de MEV, en vez de comprar patrulleros se repartían sobres a periodistas y medios. La respuesta de Vidal es reveladora: el hada triste Morón (hoy en tránsito a CABA) respondió: “No es serio hacer denuncias electorales después de un año y medio de gobierno, teniendo toda la información desde el primer día”. Es cierto, los dichos de Kicillof son en clave electoral. No implica que, en los hechos, lo citado no haya existido.
El armado por fuera de la administración del museo MAR es un ejemplo, pero no el único del uso del Estado en beneficio de unos pocos. El esquema creado en la gobernación de Daniel Scioli se mantuvo intacto en los cuatro años de MEV y sigue vigente aún. El Museo parece no formar parte de la estructura provincial, al menos en términos administrativos.
Tal como señalé desde el verano de 2016, en el temprano tiempo en que “Mariu” era la diva de la política argentina, en la provincia sólo habían cambiado los colores: los bienes de la provincia —de todos nosotros, los ciudadanos bonaerenses— ya no estaban pintados de naranja. La deriva de negocios cambió de actores, pero era la misma actitud de tomar al Estado como una cosa propia en beneficio de algunos pocos.
Interrogante: ¿donde está la mesa de mármol autografiada por Marta Minujin? (Continuara)
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