Hubo tensiones cruzadas entre la Casa Rosada, Monzó, Carrió y los radicales.
Parece un clásico de fin de año: Mauricio Macri no puede aprobar una ley en el Congreso, exige explicaciones a gobernadores y lo obligan a ceder un poco más para resolverle el problema.
La secuencia activa la interna oficialista que empezó a preocupar por el poder de fuego de Elisa Carrió, las pretensiones de la UCR y el rol de Emilio Monzó, en tensión permanente con Marcos Peña, pero presente en las negociaciones finales por pedido de los diputados del peronismo dialoguista.
En 2016 el inesperado traspié parlamentario fue en la ley de Ganancias, que venía a traer mejoras a los trabajadores y aun así fue modificada por un acuerdo opositor que Cambiemos no tenía en los cálculos.
Monzó no pudo frenarlo porque recibió la orden de no hablar más con Sergio Massa, aunque era quien le había garantizado la mayoría de las leyes. Para los ojos de la Casa Rosada ya era un rival electoral y prefería aunar esfuerzos en persuadir gobernadores y estos a sus diputados, un vínculo que en la Cámara baja tiene sus matices.
Cuando la Casa Rosada le ordenó a Monzó romper las negociaciones con Massa para aprobar una nueva ley de ganancias y se encargó de sumar los votos con los gobernadores, se abrió una grieta que nunca se cerró.
La metodología fue impuesta como norma, abrió una grieta nunca cerrada entre Monzó y la Rosada y se sostuvo pese a derrotas parciales en el recinto como en la ley de responsabilidad penal empresaria, que llegó al Senado sin un artículo deseado como el agua por Mauricio Macri, pensado para controlar la investigación por el escándalo de Odebrecht.
O el primer intento por encarcelar a Julio de Vido en pleno receso invernal, que el Gobierno vende hasta hoy como un "derrota triunfal", o sea, una escenificación para mostrar dónde estaban los malos.
El recambio de diciembre -se creía en la Rosada- solucionaría esos problemas. Al sumarse una veintena de bancas para Cambiemos, los leales a los gobernadores le alcanzaría para una mayoría simple en cada ley importante. Sólo sería cuestión de ponerse de acuerdo con ellos.
Pero el fracaso de la reforma previsional mostró que, de mínima, la estrategia no permite relajarse o dejar a algunos actores claves de Cambiemos sin participar.
Rogelio Frigerio dice no entender qué pasó. "No puedo creer que los gobernadores no controlen a sus diputados", se indignó, en la reunión de este viernes para cerrar una compensación a los jubilados y garantizar, esta vez sí, el apoyo de sus diputados para el lunes. Juan Manuel Urtubey se reía misterioso en la reunión.
El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, entra al Congreso a la reunión de este viernes con diputados y gobernadores.
Frigerio incluso debió soportar una clase de táctica parlamentaria de la gobernadora Rosana Bertone, de Tierra del Fuego, que no tiene diputados para aportar. Igual la invitaron.
En la reunión tuvo un rol estelar el diputado salteño Pablo Kosiner, jefe del interbloque Argentina Federal y la figura más buscada el jueves para garantizar el quórum. Cambiemos ya había sufrido sus movimientos en la sesión de ganancias. "Si voto con el Gobierno no te puedo garantizar un triunfo, porque recién están contando los votos", le explicó esa vez a Urtubey, que lo entendió y le dio libertad de acción. La historia se repitió esta semana.
"No puedo creer que los gobernadores no controles a sus diputados", protestó Frigerio en la cumbre de este viernes en el Congreso. El salteño Urtubey se limitó a reírse socarrón.
Frigerio festejó como un triunfo propio la aprobación de la reforma previsional en el Senado por la colaboración de gobernadores hostiles como Gildo Insfrán (Formosa), Carlos Verna (La Pampa) y hasta Alicia Kirchner, que obligó a su senadora María Labado a abstenerse. Ignoraron la presión de la CGT, dispuesta a parar el país si la reforma es ley.
Para Mauricio Macri era asunto terminado, pero una combinación de factores complicó todo. Aunque la idea de una reforma jubilatoria fue parte del pacto fiscal firmado por 23 gobernadores, algunos puntos de la ley no los conformaban y (suele pasar) lo supieron cuando ya había pasado por el Senado.
El principal era el empalme de las fórmulas de movilidad jubilatoria, que bajaba los haberes previstos para marzo. El senador chubutense Alfredo Luenzo se lo dijo a Federico Pinedo, que no pudo hacerse escuchar en la Casa Rosada.
Molestó además que los legisladores provinciales de Cambiemos rechazaran planes de ajuste fiscal en las provincias acuerdistas (Salta fue un caso), la pésima defensa oficial a la ley (como el sincericidio de Pablo Tonelli) y, tal vez más que ninguna otra cosa, las tardías críticas de Carrió con la ley ya aprobada en el Senado.
La rebelión en el interbloque federal no tardaría en llegar, porque para alcanzar 34 miembros aceptaron diputados sin jefes provinciales que habían anticipado su negativa a bajar las jubilaciones.
Varios de ellos (el correntino Oscar Macías y el jujeños José Luis Martiarena) fueron el viernes al despacho de Monzó junto a Kosiner, una exhibición de realismo mágico para los ministros. Con ellos hay ley, sin lugar a dudas.
El diputado Pablo Tonelli.
Que los gobernadores hayan pedido la reunión en el despacho de Monzó junto a sus diputados alienta una hipótesis, que en el Congreso no pocos dan como un hecho: Kosiner habría acordado con Agustín Rossi llegar tarde para frustrar la sesión y obligar a Macri a negociar.
Sólo así el Gobierno se bajaría del caballo y arreglaría una compensación, como finalmente ocurrió. Hay testigos en Diputados que aseguran haberlos visto juntos el mismo jueves por la mañana, mientras Nicolás Massot, el jefe del PRO, paseaba por el tercer piso del palacio buscando aliados.
En Diputados afirman que Kosiner había acordado con el kirchnerista Rossi demorar el ingreso de sus diputados para que se caiga el quórum y así obligar a Macri a negociar la entrega de un bono a los jubilados.
Ya en el recinto, a minutos de cumplirse la media hora de espera reglamentaria, se demoraba el ingreso de todos los diputados del bloque de los gobernadores: sólo había 3 de los 6 diputados del santiagüeño Gerardo Zamora.
Massot corrió hacia ellos para preguntarle por sus compañeros, pero no encontró certezas. Curioso: entre los ausentes estaba Norma Abdala de Matarazzo, que había firmado el dictamen de la reforma previsional y Claudia Ledesma, esposa del gobernador.
Rossi, muy activo en la semana, pidió levantar la sesión 14.30, como hiciera tantas veces cuando era minoría, entre 2009 y 2011, un antecedente imposible de olvidar en un tarde de tanta tensión.
Su planteo fue posible porque los diputados de los gobernadores, como les gusta llamarlos en el Gobierno, aún no estaban y nadie encontraba explicación a la demora. Los experimentados, en estricto off de récord, dicen que esperaron que el panel marcara 114 presentes, porque sólo 15 estaban dispuestos a dar quórum y no iban a entrar si la sesión no era posible.
Sin embargo, según supo LPO, Kosiner retrasó sin demasiadas explicaciones la reunión de bloque y mientras transcurría, diputados de Cambiemos llamaban desde el recinto. "Ya estámos bajando", los tranquilizaban.
La lista de presencias que exhibe el oficiaismo muestra 18 diputados del bloque de los gobernadores sentados en sus bancas a las 14.35, entre ellos 3 que nadie esperaba y LPO vio: el sindicalista Alberto Roberti, la chaqueña Elda Pertile y el sanjuanino Walberto Allende, quien llegó último para dar quórum y muchos creyeron que era un diputrucho.
Algo era seguro: el plazo de media hora sin empezar la sesión se había agotado y, aunque sobren antecedentes de reuniones iniciadas con demora, no era un riesgo a correr en una jornada tan difícil.
Mientras el quórum no llegaba, el rincón del oficialismo dejó algunas postales curiosas. Mientras Massot subía las escaleras y hacía llamados desesperado, Mario Negri permanecía quieto en su banca y hasta le indicaba a sus pares no entrar en discusiones.
Al su lado estaba la usualmente hiperactiva Silva Lospennato, leal a Monzó y a cargo de garantizar que sus diputados estén a la hora indicada. Cuando los aliados no aparecían, miraba el techo desentendida.
Algunas postales llamaron la atención, mientras el macrista Massot subía y bajaba las escaleras haciendo llamados desesperados, el radical Negri -aliado de Carrió- permanecía relajado en su banca y se desentendía de las polémicas.
Negri fue reelecto como jefe del interbloque por el apoyo de Carrió, con quien trabaja en equipo para cada sesión, en sintonía con Monzó. Este jueves parecían no tener tareas asignadas.
Al día siguiente la UCR marcó territorio en Cambiemos: eligió al gobernador Alfredo Cornejocomo presidente del Comité Nacional y armó una Comisión de Acción Política que quedó a cargo nada menos que de Enrique "Coti" Nosiglia y tiene como misión coordinar las acciones de los bloques parlamentarios del radicalismo, junto a los jefes de bloque Negri y Rozas.
Un mensaje claro a la Rosada: Habrá que esforzarse un poco más para conseguir el respaldo del radicalismo.
En la sesión Lilita estuvo de fiesta, lejos de la desesperación de la Casa Rosada por conseguir los votos vía Massot. Filmaba, sacaba fotos, se reía de la furia kirchnerista por la represión afuera del Congreso y hablaba armoniosamente con Andrés "Cuervo" Larroque. Cuando la oposición se unió al grito de "No hay quórum", pidió la palabra para levantar la sesión.
Dijo que haría "una expresión en minoría", o sea, confirmó o supuso que nunca hubo quórum. Ni bien supo que los ministros estaban firmando un decreto con la reforma tuiteó que no lo apoyaría y dejó a Macri con la lapicera en la mano.
Sus muestras de poder preocupan en el Gobierno y ya nadie sabe como frenarla. Tal es así que cuando gobernadores la mencionaron en la reunión de este viernes, Frigerio y Dujovne se hicieron los distraídos. Ya juegan en la interna de Cambiemos. Cada vez mayor.
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