A un año de la salida del poder, la actual presidenta del PRO publicó un libro con memorias de sus cuatro años al frente del ministerio de Seguridad. Datos reveladores de una gestión exigente
Patricia Bullrich no tenía la menor idea de que Mauricio Macri le iba a ofrecer el Ministerio de Seguridad, pero dijo que sí en forma inmediata. Se bajó de la camioneta que el por entonces presidente electo también usaba de oficina y lo primero que hizo fue dirigirse a la Cámara de Diputados, a renunciar a la banca donde había llegado por cuarta vez, en esta oportunidad encabezando la lista. “Me preocupaba que el nuevo gobierno iba a necesitar aprobar algunas leyes apenas llegado al poder y quería que tuviera los números necesarios”, cuenta hoy.
Así es la actual presidenta del PRO, una mujer de Estado, que primero piensa el escenario e inmediatamente actúa, sin miedo. Guerra sin cuartel. Terminar con la inseguridad en la Argentina es el libro que acaba de publicar para contar las memorias de esos cuatro años frente a esa cartera tan exigente, donde por lo menos dos veces pensó en la posibilidad de una renuncia. Bien escrito, con diálogos reveladores, brindando datos desconocidos e impresiones esclarecedores de acontecimientos todavía muy presentes, el libro sirve para conocer un poco más a esta mujer que empezó su vida política en la izquierda peronista y hoy preside el principal partido de la oposición. “Soy admiradora de Angela Merkel, por eso de la economía social de mercado”, le dijo a Infobae.
- Llama la atención que en el libro se refiera al “golpe cívico del 20 de diciembre de 2001″. ¿Lo habló con Eduardo Duhalde? Él siempre cuenta que habla mucho con usted
- Sí, lo hablé. Porque una de las cosas que siempre me pregunté es por qué si De la Rúa no podía seguir en el gobierno, por qué no fue reemplazado por un radical. Eso hubiera sigo la continuidad de un gobierno. Cualquier gobernador radical, cualquier senador radical podría haber seguido, ahí hubo una responsabilidad grande del peronismo, hacer creer que solo ellos pueden gobernar. A mí eso me parece muy perjudicial para la Argentina, sobre todo porque no es cierto.
- ¿Y qué le dice Duhalde cuando se lo comenta?
- Que el radicalismo estaba débil, ese tipo de cosas. La verdad que no tiene una explicación clara. La debilidad política es un problema en la Argentina y existe esa idea de que el peronismo no tiene problemas en hacerse cargo. Es verdad que en ese momento se había creado un vacío del poder, un consenso al que habían llegado el peronismo, parte del radicalismo, la UIA, el sindicalismo. Había una licuadora que cada vez andaba más rápido. Yo pensé mucho en eso para cuando declaré ante el juez Norberto Oyarbide durante ocho horas sobre esa situación. Son situaciones que se dieron en otros países de la región, y es algo que hay que cuidar. Le pasó a Dilma Roussef, a Evo Morales, a Sebastián Piñera. Son situaciones distintas, pero en todos los casos las constituciones brindan salidas para la inestabilidad o la debilidad política. Y siempre me quedé con la idea de que se podría haber actuado de otra manera en la Argentina.
Patricia Bullrich durante la marcha del 8N en Córdoba (Foto: Mario Sar)
- El libro comienza con la conversación en la que Mauricio Macri le ofreció el cargo de Ministra de Seguridad. Da mucho detalles y queda claro que lo esperaba.
- No, para nada. Nunca se me ocurrió. Jamás.
- ¿Y por qué cree que a Macri sí se le ocurrió?
- Yo creo que para ese objetivo: necesito alguien que sea honesto, tenga coraje y no se deje avasallar por nada ni por nadie. Y creo que vos podés ser la persona que puede hacer eso. Como vio que no le había tenido miedo a los sindicalistas, podía hacerlo. Las fuerzas de seguridad, como los sindicatos, son organizaciones complejas, las tenés que manejar con firmeza y decisión. Al delito no le tenés que tener miedo. Nos tocaron cosas complicadas. Nos tocaron intendentes, jueces, a los que había que denunciarlos por las actividades ilegales que estaban haciendo.
- ¿Por qué no dudó en aceptar? Podía ser la presidenta del bloque oficialista.
- Cuando viene un presidente electo, y te dice te quiero para ahí, tenés que decir que sí. Además, no me dio nada de miedo. Yo ya había sido ministra. Siempre me mandan a los lugares más difíciles. Iba a ser por cuarta vez. Menos juego. Renuncié a la diputación enseguida, porque pensé que si me quedaba con la diputación, si no renunciaba ya, el próximo iba a tardar en asumir. Si se necesitaban leyes los primeros días de gobierno no íbamos a tener los diputados necesarios, fue lo que pensé.
- Algo importante de su libro es la reivindicación que hace desde el principio de un funcionario suyo, Pablo Noceti, que era tu jefe de asesores en la Cámara de Diputados y ya en Seguridad fue muy atacado por algunos medios kirchneristas.
- Sí, un abogado penalista que no viene de la política, extremadamente bueno. Y como defendió algunos militares que habían sido acusados por delitos de lesa humanidad, a su modo de ver, muy injustamente, había prejuicios contra él, porque en definitiva siempre tratan de agarrarse con alguno. Es brillante, y además, de muy bajo perfil. Pero cuando viajó a la zona de El Bolsón con el caso de Santiago Maldonado, se le dio por salir en una radio de allá, y estuvo durísimo, diciendo que no íbamos a permitir que corten la ruta, la única declaración que hizo en su vida, se armó un lío descomunal, muy injusto.
- ¿Por qué cree que tanta gente creía que se trataba de una desaparición forzada de persona?
- Porque había un prejuicio total y absoluto con gobierno de Mauricio. Cuando ví la reacción me di cuenta que era algo que ya dieron en otras ocasiones, muchos casos donde ellos imponían una verdad, y de tanto y tanto repetirlo, se imponía como verdad y nadie se animaba a dar batalla. Yo arranqué diciendo otra cosa, pidiendo que hablemos con ellos, con la familia, busquémoslo juntos, pero me daba cuenta que no lo lograba, que mucha gente parecía que no estaba interesado en la búsqueda de la persona. Una dirigente de derechos humanos, lo cuento en el libro, me dijo claramente “decime que es una desaparición forzada, no me importa todo lo demás”. No importaba tanto la vida de Santiago Maldonado. Así me dí cuenta que nos querían convertir una mentira en una verdad. Y me costó muchísimo convencer a nuestros propios funcionarios de cuál era la lógica. Yo les decía que no era mi interés pelearme, pero que no podíamos permirtir que nos quieran convertir en asesinos, en genocidas. Cuando yo me dí cuenta cuál era la jugada, que armaron pruebas falsas, lo tuve clarísimo. Además, yo tenía toda la información, las seis horas posteriores las tenía clarísimo, me dí cuenta que no hubo ninguna situación de violencia. Al revés. Hay situaciones de que los gendarmes hasta se ríen con los que todavía seguían cortando la ruta. Así fue que entendí a dónde querían llevarnos, que estaban inventando lo de la camioneta, lo de los los binoculares, todo, todo, todo, era una invención. Inventaron un relato como hacía el stalinismo, pero terminó siendo un golpe durísimo a la credibilidad de organizaciones de los derechos humanos que ya venían mal con otras situaciones complicadas, como Sueños Compartidos, entre otras cuestiones. Pero aquí se rompió con una verdad hegemónica. Fueron 78 días durísimos, donde yo la me la jugué a todo o nada.
- ¿Muchas veces se la jugó a todo o nada?
- Sí, cuando sos un gobierno que quiere cambiar, si no jugás al todo o nada, la gente no siente que vos cambiás. En seguridad la gente siente que fuimos Cambiemos, no fuimos Sigamos. Y eso lo hacés con gestos que son fuertes. Los ejemplos valen más que las enunciaciones. Una cosa es criticar la teoría zaffaroniana, pero si vos vas y respaldás a Chocobar es diez millones de veces más fuerte. O vos discutís lo de Maldonado. Mil millones de veces más fuerte. Nosotros hicimos doctrina distinta. Demostramos que en cuatro años podés construir una nueva doctrina.
-Probó que “sí, se puede”.
- Es que sí se puede. Te puede gustar o no, pero Trump cambió un montón de cosas, Bolsonaro también, Lacalle Pou ni te digo. Si vos tenés en claro el norte, podés cambiar. Tenés que mostrar esos cambios. Porque si no, la seguridad es algo monótono, que todos los días te pasa lo mismo. Hay que jugarse y mostrar lo que hacés.
- ¿Siente que su política, más allá de lo que vote la población, produjo un cambio de paradigma?
- Yo creo que sí, yo lo veo en las cosas que pasan. El 80% respalda a Chocobar. La liberación de presos tuvo al 80% de la población en contra. Las reacciones por el asesinato del policía federal (Juan Pablo) Roldán fueron descomunales. Eso no pasaba antes. La pistola Taser tiene 90% de apoyo en la población. Todas las discusiones que se van dando muestran que la sociedad estaba mucho más cerca. Nuestra gestión dejó una marca, no me cabe la menor duda. Y creo que es transversal políticamente.
- ¿Sergio Berni busca ese reconocimiento, también?
- Yo no lo conocía, pero debo reconocer que tuvo un espíritu colaborativo cuando se hizo la transición. En cuanto a lo que está haciendo ahora, la verdad que no sé. Es muy difícil hablar de seguridad, habría que ver los números. Es un tipo más razonable, pero me parece que está armando la grieta con Frederic solo para diferenciarse, no sé si hay gestión atrás.
- ¿Diría que esos valores que defendió en Seguridad son los que impulsaron a Macri a ofrecerle la presidencia del PRO?
- Yo creo que sí, que la determinación, la capacidad de conducir una situación compleja, fue valorado. En el PRO están dándose cuenta que hay que ponerse fuerte, porque los intentos de comprarte o dividirte te debilitan frente a la sociedad. El votante nuestro está muy exigente. Y hay que darse cuenta que mantener la base social que nos votó es nuestra principal tarea. Luego la vas a acrecentar. En mi visión, la tarea de mantener ese 41% que nos votó es fundamental. Nuestro electorado quiere que nos mantengamos firmes y no nos dejemos pasar, que no dejemos que se consoliden cambios que pueden ser definitivos para el futuro de nuestra sociedad.
Comentá la nota