Patricia Bullrich camina a octubre sin el respaldo del larretismo bonaerense. Las PASO ungieron a Néstor Grindetti, pero no saldaron la interna. Un fantasma llamado 21% y una campaña indefinida agitan temores en la tropa.
Por Pablo Lapuente
Diego Santilli, el perdedor de la contienda, que debía estar al lado del ganador la misma noche del domingo, y los intendentes y dirigentes territoriales que lo acompañaron cada lunes en las juntadas realizadas en la calle Olazabal del barrio porteño de Palermo, están ausentes en esta segunda etapa. El primero, refugiado en su búnker familiar de Tigre a la espera de los resultados del escrutinio definitivo; los segundos y terceros, masticando sus propias frustraciones o -los pocos que lograron triunfar- encerrados en sus microcampañas de pago chico.
En definitiva, las reglas explícitas que tomaron del peronismo clásico -“el que gana conduce y el que pierde acompaña”- por ahora no se están cumpliendo. Las razones o excusas que se ponen a un lado y otro de la interna son disímiles. El team halcón tiene sus propios dilemas, provocados por diferencias entre defensores de la política clásica y estrategas del marketing. Unos le piden a Bullrich que siga igual, auténtica y tal cual se mostró en la primera parte de la campaña, incluso con una postura mucho más arrasadora; otros sugieren esperar resultados de focus groups y encuestas de Derek Hampton, el consultor estrella que fue alumno de Jaime Durán Barba, para acaso larretizarse un poco y buscar el voto del medio, por el que también va Sergio Massa.
Mientras se resuelve la estrategia electoral que los unirá o terminará de distanciarlos, el radicalismo pareciera estar más atento a los pasos que Grindetti suma sin Santilli; no porque toda la dirigencia -con lugar o no en las boletas de octubre- esté en sintonía con la figura de macrista explícito que encarna el de Lanús, sino porque la mayoría se alistó en el bullrichismo y la interna amarilla le resulta ajena. Mientras los primeros, detrás de su líder, Abad, le armaron a Grindetti una bienvenida calurosa en La Plata el último jueves, donde le mostraron respaldo y cierta convicción de ir a buscar la elección de octubre, quienes jugaron para el jefe de Gobierno cultivan el perfil bajo.
“La campaña está totalmente desinflada, Bullrich está entrampada”. La definición que un intendente radical que jugó para Larreta soltó ante Letra P el jueves en estricto off de record dice mucho del sentimiento que reina en el palomar. Más: “Está definido”, sentenció.
El alcalde, quien a la cumbre en La Plata asistió más por compromiso que por entusiasmo, entiende que Bullrich no tiene chances de sumar los votos necesarios para entrar a un ballotage para el que Javier Milei tendría ticket asegurado. Sin contar los de Larreta, Bullrich quedó a poco más de 2,5 millones de votos del candidato de Unión por la Patria (UP). El problema para la jefa de los halcones no sería tanto retener los propios como fidelizar los de su adversario interno. La pasividad que muestran los coroneles territoriales que jugaron con el alcalde porteño complica más la situación.
Misión ballotage: ¿Imposible?
Ese pesimismo tiene una cifra que lo representa: el 20 o 21 por ciento de intención de voto que, según encuestas que manejan en cada uno de los tercios en que quedó dividido el mapa político, tiene Bullrich en este momento. Como contó Letra P, una caída semejante de JxC enciende luces de alerta en el panperonismo, que descuenta un crecimiento de Milei y, entonces, intenta regular la polarización con el líder de La Libertad Avanza para evitar su eventual triunfo en primera vuelta, sin necesidad de un repechaje en noviembre.
Con un partido con hambre de poder, que se quedó con los principales lugares de disputa en las listas, la dirigencia halcón del PRO se esfuerza por mostrar entusiasmo y sufre las ausencias que laceran su objetivo. Crecen los reproches en formato pregunta: ¿Dónde están Diego Valenzuela y Ezequiel Galli, dos de los principales integrantes del larretismo/santillismo bonaerense caído en desgracia, o los otros dirigentes de peso del sector? Las opciones que dejan trascender sus pares son que están resolviendo las problemáticas propias de una gestión local afectada por la crisis económica o a la espera de ver cómo se amalgaman a una candidata y un candidato que no querían ver sentados en el sillón de la Casa Rosada y la gobernación de Buenos Aires.
Como sea, entonces, si nadie le empuja el auto a Grindetti en el distrito del 37% del padrón electoral nacional, ¿cómo piensa Bullrich asomar la nariz en la final con tan solo el 17% que consiguió en soledad y sin tener asegurado el 11% de su rival?
La muestra de afecto radical y acompañamiento político que la UCR le brindó al candidato a gobernador no se traducirá en un caudal de votos sustantivo que cambie la ecuación para octubre. Menos, teniendo en cuenta que en esa tropa no está el intendente de Tandil, Miguel Lunghi, ni el de San Isidro, Gustavo Posse, los dos distritos radicales con mayor cantidad de electores ( 112.902 y 291.587, respectivamente). Mientras en el entorno del tandilense reina el silenzio stampa, el precandidato a vice de Santilli caído en desgracia tampoco dio señales de apoyo al bullrichismo. Con un interrogante: ¿A quién le va a juntar votos Posse? El histórico intendente del distrito del norte del conurbano también perdió el municipio, en la figura de su hija Macarena, quien cayó en la interna frente a Ramón Lanús, lo que tampoco lo motiva a hacer campaña local.
Juntos por el Cambio luce destartalado. Camina rengo la campaña para el partido por los puntos. Sufre un presente confuso, sin el liderazgo único que habría de emerger luego de la interna. Las PASO pusieron a Bullrich y a Grindetti en el cuarto oscuro del 22 de octubre, pero no ordenaron nada; más bien, fueron el inicio de otro huracán interno que hace crujir a una coalición urgida de definiciones para salir del brete en el que la mete la polarización entre el minarquista y el hincha de Tigre.
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