Cambiemos superó el riesgo de un cisma y se arregló un poco, aunque la la pelea interna sigue. Massa amenaza con irse pero será el responsable de lo que pase en el Gobierno tras su partida.
Empecemos por lo que es. La interna principal no es la kirchnerista que, según su jefa, pelean para no llegar terceros. Es la de Cambiemos, porque hace lo mismo y confunde a los que lo tenían por una alternativa ganadora. Entra Espert, sale o no entra Schiaretti, que es más importante. En las redes se anda con menos vueltas, lo que no siempre es receta para acertar, pero otras sí: en su afán de sumar a Schiaretti a destiempo y a la atropellada, Larreta restó.
Tenemos dos alianzas a las piñas. La de Cambiemos superó el riesgo de un cisma, se arregló un poco y por estas horas simula un break. Lo que no puede disimular es que discute candidaturas mucho más que ideas. La pelea aparece atemperada en la superficie, pero sigue por otros medios. Una de las mayores contribuyentes a la confusión general, Carrió, acaba de decir: si gana Bullrich habrá “un ajuste brutal con represión indiscriminada que termine en delitos de lesa humanidad”. Ni Aníbal Fernández se habría animado a tanto.
Ahora se viene encima la convención radical, en otros tiempos, importante acontecimiento político. ¿Qué podrá decir para no ampliar distancias? Cantado: ratificar su presencia en Cambiemos. Y quizás, dar luz verde a ensanchar Cambiemos, como impulsan Larreta y Morales. Pero apoyarán al radicalismo de Córdoba, que enfrenta en dos semanas al peronismo del medio o no tan del medio de Schiaretti. Larreta y Morales los mandaban al muere: el 24 iban a subir a Schiaretti a una alianza nacional y al día siguiente, el 25, confrontarían en Córdoba. ¿A quién se le pudo ocurrir eso? El PRO local y hasta la sucursal de la Coalición Cívica de Carrió repudiaron la jugada. No les quedó otra que meter la marcha atrás.
Córdoba es el segundo distrito electoral del país y el más anti K. Por un acuerdo con Cristina, Schiaretti coló en 2018 a su hoy candidato a gobernador Llaryora en el Consejo de la Magistratura, desplazando al que quería Cambiemos, el radical cordobés Mario Negri. Fue suplente de Graciela Camaño, otra peronista que jugó para el kirchnerismo.
En un reportaje en La Voz del Interior este 21 de mayo, Morales decía que “no era oportuno” explorar un acercamiento con Schiaretti en medio de un proceso electoral. Y dos días después, de visita en Córdoba y en cena con Luis Juez y Rodrigo De Loredo, los candidatos de Cambiemos, Larreta les dijo que las versiones sobre una negociación con Schiaretti eran “puro humo”.
Claro que no lo eran: técnicos del trío del porteño, el jujeño y el cordobés preparaban a toda máquina un documento de 12 puntos que proyectaban presentar este jueves como “los tres gobernadores más exitosos”. Entre otros, participaron Martin Rapetti, Diego Bossio y Martín Redrado. Fue coordinado por Julia Pomares , jefa de asesores del gobierno de la Ciudad.
El buen manejo del timing es esencial en la política, más que el entusiasmo de los golpes de efecto del marketing, generalmente pensados en oficinas dedicadas a ese negocio que es parte de otros muchos negocios. Un personaje clave detrás de esta historia es Guillermo Seita, operador mayorista de medios siempre cercano al poder: trabajó para Scioli y Massa y desde más tiempo para el peronismo cordobés. Suma ahora como clientes a la UBA del jefe radical porteño Yacobitti, al juez de la Corte Ricardo Lorenzetti, al gobernador peronista Perotti y al candidato cristinista Wado de Pedro. Atiende los dos lados del mostrador. Nada de esto es secreto. En oficinas suyas se juntaron en 2018 Schiaretti y Massa para armar otro proyecto antigrieta que capotó. Hoy es el asesor que más escucha Larreta, junto al empresario Sebastián Eskenazi.
Habrá que ver cómo siguen estas internas de nunca acabar. Nadie puede asegurar que Juntos haga honor a su nombre. Queda claro que dañan a la marca Cambiemos, que está en baja y que no aumentan el interés general por la política porque aparecen centradas en el interés particular de la política. Muchos dirigentes no se bajan porque sencillamente no tienen adónde ir. Pero, ojo: la que se puede bajar es la gente.
Cecilia Moreau hace de vocera de su jefe Sergio Massa y dice que el ministro "está harto".
En la otra orilla, la oficial, también hay convención, la que pilotean Massa y su locuaz socia Cecilia Moreau. Pero aquellos tiempos del Frente Renovador con el 20 por ciento peleándole a los K ya fueron. De ahí que el oficialismo (con tantos peronismos, ¿cuál elegir para referirnos?) haya decidido, al revés que Larreta, restar y no sumar. Se trata de apretar a Scioli para que abandone su albertismo y se baje. Fernández jura que lo mantendrá hasta el final. Si uno se guía por sus antecedentes, ese final está próximo. Pero esta vez lo de Fernández es bien emocional: no puede contener la bronca contra Cristina.
A falta de éxitos económicos, Massa también presiona y amenaza con abandonar el barco si no se levantan las PASO oficialistas. Lo manda a decir a través de Moreau y lo dijo nada inocentemente y no hace mucho su esposa Malena: “El final es cuando se vaya Massa”. Final también se llama helicóptero. Cafiero le respondió con otro apriete: no se puede ir porque sería el responsable de las consecuencias de su partida. Prisioneros unos de otros. oficialistas. no hace mucho, su
Cristina duda: Wado no levanta y no queda mucho tiempo para que levante. Le quedan Kicillof y Massa, ministro que es hoy en la práctica el verdadero presidente. El Fondo también duda y pasa las señales de siempre: estamos a un paso de las elecciones y no vaya a ocurrir que los dólares se vayan a tucumanadas electorales.
Hay otra repetición: el incombustible número uno era Scioli y, por los números que aporta, el incombustible dos es Massa. Del otro lado está Milei, que puede decir lo que se le ocurra sin incendiarse. Y después están los otros que, podríamos decir sin mucho temor a equivocarnos, se queman solos. Pónganle los nombres que quiera.
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