Una de las batallas más determinantes para el futuro de Juntos por el Cambio se libra en territorio porteño. El macrismo puro y el radicalismo se disputaron el apoyo del jefe de Gobierno, que puso en pie a cada lado de la interna. El peronismo apuesta al desgaste de 16 años de gestión amarilla y a un electorado enfocado en los problemas puntuales del distrito. El funcionamiento del "desdoblamiento concurrente" y cómo jugará el aparato del PRO son las incógnitas abiertas que se despejarán este domingo.
Por Matías Ferrari.
En la Ciudad de Buenos Aires se libra otra de las batallas internas de Juntos por el Cambio, clave para la definición de liderazgos a futuro del espacio. Mauricio Macri logró imponer a su primo Jorge, exintendente de Vicente López, como el candidato “único” del PRO, para lo cual tuvo que forcejear políticamente durante meses con Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno se resistió a entregar las llaves del Ejecutivo porteño a un posible sucesor que nunca fue de su riñón, y más de una vez demostró estar más cerca de su aliado radical Martín Lousteau, a quien la abrió las puertas de una PASO competitivas incluso pagando un costo al interior de su propio partido. Desde la vereda de enfrente, como candidato de Unión por la Patria, Leandro Santoro, apostó a representar la “alternativa” –tal fue su slogan de campaña– frente al modelo de gestión vigente, que ya lleva 16 años en el poder. Ramiro Marra, de La Libertad Avanza, podría terciar en la discusión grande, aunque no contará con el efecto arrastre que podría haberle dado Javier Milei, por lo que debió pelear para instalarse. La interna del FIT-U, expresada en Jorge Adaro y Vanina Biasi, completan el menú principal de opciones para de los porteños, que se enfrentarán este domingo con un particular cuarto oscuro.
El método “desdoblado y concurrente” de la elección local respecto de la nacional, con Boleta Única Electrónica incluída, tuvo un impacto crucial en el armado político de los frentes y en el desarrollo de las campañas. Fue la condición de origen para que el acuerdo entre Rodríguez Larreta y Lousteau se concretara, dado que le permitió al radical competir sin tener que colgarse de las boletas nacionales. También habilitó, en cierta medida, a que los candidatos tomaran parte de las problemáticas porteñas en sus propuestas, en un distrito que suele nacionalizar al extremo la discusión. Y finalmente convirtió en un posible caos al sistema de votación: habrá biombos en reemplazo del tradicional cuarto oscuro, fiscales y autoridades de mesa dentro de las aulas y dos urnas donde depositar dos tipos distintos de boletas. En el entorno de los principales candidatos persistían las dudas sobre cuánto tiempo le llevará a cada elector cumplir con todos los pasos. El conteo, además, promete ser tortuoso y los resultados llegarán mucho más tarde de lo previsto, pasadas las 22.30 de la noche, según confirmaron desde la Dirección Nacional Electoral.
Con todo listo para la elección, Página/12 realizó un repaso por lo que se juega cada uno de los candidatos.
-Jorge Macri: “Estamos bien”, dijeron en el entorno del candidato del PRO respecto de las sensaciones para este domingo. Si bien reconocen que la campaña no estuvo exenta de “algunos sobresaltos”, como la renuncia de Franco Rinaldi al frente de la lista de legisladores por sus declaraciones antisemitas y las presentaciones judiciales por el tema del domicilio, creen que hubo luz al final del túnel, sobre todo a partir de la foto de apoyo que recibió este lunes de parte de Patricia Bullrich, Mauricio Macri y Rodríguez Larreta. “Eso nos dió el plus que estábamos buscando”, confiaron.
La idea de Jorge Macri de competir por la sucesión de Rodríguez Larreta nació luego de la elección de 2021, a partir de un acuerdo que le permitió una suerte de enroque al otro lado de la General Paz con Diego Santilli. En noviembre de ese año, desembarcó como ministro de Gobierno porteño y empezó a tejer poder hacia dentro de las primeras y segundas líneas de la gestión porteña. Pero el obstáculo fue siempre el propio jefe de Gobierno, que hasta último momento jugó con otras posibilidades, como Fernán Quirós, Soledad Acuña y hasta el presidente de la Legislatura, Emmanuel Ferrario, como sus opciones favoritas. “Horacio sigue teniendo intereses, lo cual está bien –aportan respecto del doble juego de apoyo hacia Lousteau–. Pero fue finalmente enfático en el apoyo a Jorge”. Pese a que el desdoblamiento nunca cayó del todo bien, por las chances para competir con cierta igualdad de condiciones que recibió el senador radical, lo cierto es que para Jorge Macri tiene un punto positivo: le permite retener un porcentaje del voto duro que podría haberse fugado por derecha si el candidato libertario, Ramiro Marra, competía colgado de la boleta de Javier Milei, que hace dos años ya demostró la potencialidad electoral que puede tener en el distrito. Un análisis similar estuvo detrás de la declinación de la candidatura del republicano Roberto García Moritán, el marido de Pampita: todo es agua para el mismo molino.
Otras dos fortalezas lo hacen posicionarse con opciones de festejar este domingo: su identificación con la agenda antikirchnerista más nítida –en contraposición con Lousteau, a quien más de una vez chicaneó por la 125– y con el electorado fiel al partido amarillo. En ese esquema de apuestas, aparece una suerte de degradé: desde los barrios cercanos a Vicente López (Nuñez, Belgrano, Palermo, Devoto, etc) hacia los del centro y el sur, y desde el electorado de mayor edad hacia los más jóvenes.
La incógnita a despejar, de todos modos, es cómo jugará el aparato del PRO, sobre todo en los barrios populares y del sur de la Ciudad: a priori no está claro que no tenga fugas hacia su rival en la interna, asunto que se descubrirá cuando se abran las urnas en Costa Salguero. Otra duda es cómo se moverá a partir de este lunes: la relación con Lousteau está rota y para ambos será clave la negociación posterior al resultado para retener el voto ajeno post-PASO.
De lo que nadie duda en la política porteña es que un triunfo suyo representa el retorno de las huestes de Mauricio Macri a la gestión que dejó en diciembre de 2015 en manos de Larreta.
-Martín Lousteau: En 2015, el actual senador radical estuvo a 55 mil votos de quedarse con la jefatura de Gobierno. Aquella vez compitió por fuera de Juntos por el Cambio y perdió en un mano a mano contra el propio Larreta. Ocho años después, se convirtió en uno de sus principales aliados. Buena parte de la estructura partidaria de la UCR a nivel nacional –desde Gerardo Morales hasta Maximiliano Pullaro, el ganador de las PASO en Santa Fe– apoya la aventura presidencial del propio Larreta, lo que se tradujo a nivel local en un acuerdo para desdoblar las elecciones y que “Guga” pueda competir “en igualdad de condiciones”. Ese pacto incluyó la campaña. “Cumplió con lo que dijo”, subrayaron en su entorno, “lo cual dice algo de sus preferencias”.
Una vez que se aseguró el mecanismo para competir, Lousteau avanzó en una campaña con eje en la “continuidad con ciertos cambios” de la actual gestión. La apuesta siempre fue por disputar el voto duro del PRO y también el independiente, en una suerte de tercera posición, que en la Ciudad de Buenos Aires tuvo expresiones electorales como Proyecto Sur y UNEN, en otros tiempos.
Pero la tarea también fue desmarcarse de Macri y, en el tramo final, intentar pescar el voto útil del sector del electorado que quiere ponerle fin a las gestiones amarillas en el distrito, lo que lo llevó a confrontar también con Santoro. En su entorno creen que ese electorado racional es “no va a tener tanto impacto”.
-Leandro Santoro: El candidato porteño de Unión por la Patria tiene como objetivo este domingo obtener un porcentaje de votos que lo deje a las puertas de una posible segunda vuelta contra el que resulte ganador de las PASO de Juntos por el Cambio. En ese sentido, tendrá un ojo puesto en esa interna: no será lo mismo competir en octubre contra Macri que contra Lousteau. En sus equipos de campaña entienden que si se impone el primo del expresidente tiene chances de cosechar alguno de los votos de centro que dejaría en el camino el senador radical.
La campaña de Santoro tuvo dos ejes bien diferenciados. El primero consistió en resaltar el desgaste del modelo de gestión del PRO –algo que surgió con claridad en la previa en los focus groups y encuestas cualitativas–, con énfasis en la desmesura inmobiliaria, los problemas de vivienda –sobre todo de los inquilinos– y lo que definió como “un sistema de negociados con lo público que lleva 16 años en el poder”, que fue central en su discurso de cierre este martes en el Gran Rex, donde estuvo acompañado por Sergio Massa. El segundo, y no menos importante, aunque molesto para él y sus equipos, fue combatir la idea de que el voto útil para destronar al macrismo debía irse con Lousteau, a quien acusaron de haber salido a “salir a pescar en el río ajeno”.
Cerca suyo coinciden en que el desdoblamiento le permitió plantear algunos temas de la agenda local, en una elección como la porteña que mayormente discute ideas nacionales. “Se abrió la posibilidad de hacer propuestas porteñas y Leandro se preparó mucho, metió mano en todo y escribió él mismo las líneas generales de un plan de gobierno”, dicen. En esa línea, sostienen con sorpresa la penetración en la calle, por primera vez en varias elecciones, de los “negocios inmobiliarios de Larreta, desde Nuñez hasta los barrios del sur”.
El resto de los candidatos, tanto Ramiro Marra (La Libertad Avanza) como Jorge Adaro y Vanina Biasi (ambos del FIT: el primero junto a Myriam Bregman, del PTS; la segunda junto a Gabriel Solano, del PO) son las opciones del menú porteño cuyo porcentaje puede alterar los guarismos de la disputa grande. Una buena elección del libertario podría incidir en la PASO de Juntos por el Cambio e incluso modificar los ánimos de competitividad de cara a las generales.
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