La campaña es, cuanto menos, estrafalaria desde donde se la mire. El revoleo de casas y de policías por todos lados que promete el kirchnerismo, si es votado, contrasta con la nada misma que ofrecen los candidatos del oficialismo desde el Gobierno, quienes evitan por todos los medios posibles caer en la trampa que creen que la oposición les ha tendido para que se desmorone.
Por: Marcelo Torrez.
La falta de vuelo en el debate es probable que responda a lo que, hablando de creencias y suposiciones, se piensa que se ha puesto en juego en esta etapa de las PASO, una para nada ingenua interna en los frentes y partidos que los votantes ordenarán con su voto el domingo 11. Pero, las PASO, lo saben todos, tienen el potencial de dejar escrito lo que vendrá condicionando cada paso del Gobierno y de la oposición ya enfilados hacia las elecciones generales del 24 de setiembre. Esto es que, lo que se está diciendo y lo que no en esta etapa, podría variar radicalmente durante julio, agosto y parte de setiembre, con los candidatos confirmados, con toda la carne puesta disponible en el asador y ya sin banquitos ni segundos a los que acudir con el combate lanzado arriba del ring.
Lo cierto es que, cuando se podía suponer, tomando el nivel extremo de gravedad que ha adoptado la crisis nacional y su impacto en Mendoza, que el sentido común, el criterio, el decoro y, por sobre todo, la vergüenza, se impondrían en la discusión electoral porque, sencillamente, el elector no estaría en condiciones de soportar más golpes, ni mucho menos extravagancias, estos parecen florecer y multiplicarse como si de un festival de juergas y disparates se tratase.
Sólo basta observar qué se discute en Las Heras, corazón y alma del divorcio de la coalición de gobierno, y en el cercano Guaymallén, dos de los departamentos clave del Gran Mendoza en todo sentido, también en lo electoral. Los ex socios de la entente gobernante, hoy en La Unión Mendocina, y quienes se quedaron en Cambia Mendoza, se han concentrado en ofrecer un espectáculo que deprime y remite a imágenes de otros tiempos más cercanos a una adolescencia o incipiente democracia, que a la consolidación de un sistema que está interpelando a todos. Una pelea de la casta, literalmente, ignorante de las consecuencias que pueda causar en un electorado con bronca y humillado.
La agenda de la política en el fragor de la campaña electoral luce desfasada de la que preocupa y ocupa a la mayoría de la sociedad, claramente, porque, cuando se habla de repartir viviendas a quien lo necesite, como tantos policías merezca el crecimiento del delito o de la inseguridad como hace una parte de la oposición; o cuando no se dice mucho o la nada misma respecto de lo que se tendría o lo que se contaría en manos ratificando el rumbo como ofrece oficialismo, es evidente que no se estaría encajando con las piezas ni conectando.
Hay un aliciente a todo esto, que opera como esperanza: que lo que se está viendo sólo sea parte de la previa y que, tras el domingo 11 de este mes, aparecerán los planes reales y de fondo que, aunque pareciera que no, son más necesarios de lo que cualquiera podría imaginar.
En la Nación, para profundizar el lamento, el divorcio es total y se expone cada día que transcurre. Aquí también una comparación con Mendoza que hace ver que, frente al delirio nacional, la provincia sigue por arriba y lejos de tal desconcierto en cierta medida, aunque no funciona como justificativo.
Pero, sólo mirar en lo que anda el Gobierno nacional permite comprender por qué, por ejemplo, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, una de las referentes principales del Partido Popular (PP) español –reciente ganador de las elecciones municipales en España–, dijo que espera lo mejor para su querida Argentina y para la gente que ha emigrado hacia su país y su ciudad: “Todo lo mejor para la querida Argentina, cuya gente cuidamos con tanto cariño desde Madrid. Vienen del futuro avisando a España”. Impactante definición que permite ver en alguna medida la magnitud del desastre que se ha conseguido en el país con tantos desaguisados y cómo son vistos desde fuera.
A modo de ejemplo, una vez más, el oficialismo en el Senado intentará activar el acuerdo necesario para que la camarista Ana María Figueroa, titular de la Cámara Federal de Apelaciones, siga al frente del clave organismo, el mismo que tiene que revisar las causas Hotesur-Los Sauces y la del Memorándum con Irán.
Figueroa cumple en agosto 75 años, con lo que quedaría fuera de la Justicia, pero la Constitución permite que siga en el cargo si recibe un acuerdo de la Cámara Alta, que se extendería por cinco años.
El voto de Figueroa es clave en ambos procesos y se supone que su opinión es no darle curso a la investigación que complica a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Este miércoles, 47 pliegos serán sometidos a votación en la Comisión de Acuerdos, donde Anabel Fernández Sagasti será confirmada como su titular. Con los votos suficientes, Figueroa y otros magistrados que interesan al oficialismo nacional conseguirán el aval mayoritario del cuerpo, y con ello garantizarán la continuidad de sus carreras en la Justicia federal. La agenda del poder versus la del ciudadano.
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