El Partido Empresario que no fue y el nuevo “sheriff” de Vanoli

El Partido Empresario que no fue y el nuevo “sheriff” de Vanoli

“No queremos presionar a nadie. Vamos a exponer nuestras ideas frente a los candidatos pero no se va a firmar ningún documento”. El presidente del Santander Río, Enrique Cristofani, acababa de invitar a periodistas y ejecutivos a la conferencia que hará el jueves en la UCA el Foro de Convergencia Empresarial, donde prometieron asistir Sergio Massa, Mauricio Macri, Julio Cobos, Ernesto Sanz y José Manuel de la Sota. 

Casi al pasar, luego de comentar que veía “un 50% de probabilidades” de arreglo con los fondos buitres una vez caída en enero la cláusula RUFO, el jefe del mayor banco privado del país admitió así que el superlobby nacido exactamente un año atrás renunció al anhelo que sostenía hasta la semana pasada: comprometer por escrito a los principales candidatos opositores a cumplir con un programa que incluye el habitual recetario corporate de respeto a la propiedad privada, rebaja de impuestos y estabilidad normativa.

Nacido al calor de la derrota oficialista en las elecciones del año pasado y de la irrupción de Sergio Massa como sepulturero de las ambiciones re-reeleccionistas del kirchnerismo, el Foro de Convergencia arrancó con una impaciencia que terminó por enfrentarlo a las cámaras patronales tradicionales, como la UIA y la Cámara de la Construcción, acostumbradas al silencioso trajín de despachos oficiales y a las sutilezas de quienes se saben dueños del poder real. Un apuro que también ahuyentó a los candidatos que consideraba propios, incluyendo a Daniel Scioli, el primero que se negó a firmar compromiso alguno. En el mismo auditorio donde se verán el jueves los foristas, un eufórico Luis Etchevehere reclamaba enardecido el 9 de diciembre pasado que los empresarios se sumaran más activamente a la política. “Que termine un mal gobierno no significa que el que venga va a ser mejor, en la medida en que no aportemos”, advertía entonces el ruralista desde el escenario pontificio. Sus adversarios en el G-6, que lo acusan de haber dinamitado inútilmente todos los puentes de diálogo para la transición y de haber intentado fundar un inviable Partido Empresario, preparan en cambio sus mejores pompas para recibir a Cristina Kirchner y a Axel Kicillof en sus respectivos congresos anuales.

Pido gancho

Al margen del acto del jueves, el Gobierno y el establishment se embarcarán en una tregua veraniega que parecía imposible un mes atrás, en pleno coloquio de IDEA y con la corrida cambiaria que llevó al dólar paralelo a acariciar los 16 pesos todavía en marcha. El Ministerio de Economía decidió incluso aplazar la embestida sobre un gran banco nacional con la que amagó la semana pasada, cuando la City se pobló de rumores que incluían desde su cierre temporario hasta una eventual estatización por sus conexiones non sanctas con Facimex, una de las sociedades de Bolsa sancionadas por la Comisión Nacional de Valores (CNV). En su oficina con vista al Obelisco de la Unidad de Información Financiera (UIF), de todos modos, José Sbattella atesora copia de las ocho multas que le aplicó a ese banco en los últimos tres años por no haber reportado operaciones sospechosas de lavado de dinero. Pueden servir como antecedente para eventuales castigos futuros.

El equipo de Kicillof celebró ayer con un breve brindis el aniversario de su unción como ministro, que coincidió con el desalojo del hasta entonces todopoderoso Guillermo Moreno. Ajeno a la euforia que reina en el axelismo desde que dio por derrotada la corrida, un nutrido grupo de empleados del Ministerio acompañó la efeméride con un “ruidazo” para reclamar la reapertura de paritarias, el blanqueo de precarizados y el pago de un bono por fin de año. Es la réplica doméstica del sismo inflacionario que -según la CTA de Hugo Yasky- recortó en un 7,7% el poder adquistivo del sueldo promedio. Para Claudio Lozano, del ala opositora de esa misma central, la pérdida llega al 11% para changarines e informales y eso hundió en la pobreza a un millón de personas en el último año y medio.

Saloon

Más por falencias ajenas -como la metralla de fuego amigo que descargó sobre UNEN Elisa Carrió- que por virtudes propias, el kirchnerismo surfea más que aceptablemente el fin de su primer año con caídas simultáneas del empleo y los ingresos. Los alquimistas encuestológicos de la Casa Rosada ya casi no ocultan que miden a Kicillof como potencial candidato a vice de Daniel Scioli. Y no por su ascendente sobre Olivos, sino porque con la guerra buitre dejó de restarles para empezar a sumar. Un dato insólito a la luz de la performance económica de 2014.

Los fondos buitre no descansarán hasta el brindis del 31. Incluso empezaron a revisar las cláusulas de aceleración con las que amenazan con forzar nuevos defaults parciales. Sigiloso, en tanto, Alejandro Vanoli terminó de completar su equipo de Intocables para enfrentar la próxima corrida, que descuenta que ocurrirá más temprano que tarde. No sólo logró sentar -aunque a regañadientes- a Ricardo Echegaray en la mesa que coordinará en adelante las inspecciones a financieras, bancos y sociedades de Bolsa. También dio amplios poderes a su nuevo gerente general, Jorge Rodríguez, considerado en la City un implacable sheriff regulador. Dueño de una parquedad a toda prueba y criado en la planta del Central, Rodríguez convocó para secundarlo a Luis Briones, otro “duro” de Reconquista 266 que había abandonado un año atrás la autoridad monetaria para asumir como director de Crédito Público con Kicillof. Una nueva mueca amenazante hacia el sector financiero, el único que transitó 2014 con ganancias más jugosas que el año pasado.

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