La CUP le negó los votos que el líder secesionista necesitaba para seguir al frente del gobierno; nuevas elecciones
Por Martín Rodríguez Yebra
MADRID. La lenta agonía del líder independentista catalán Artur Mas terminó ayer de la peor manera cuando el movimiento antisistema Candidatura d'Unitat Popular (CUP) resolvió vetar de manera definitiva su continuidad como presidente de la región más rica de España.
Sin apoyos para aferrarse al poder, Mas queda condenado a convocar una repetición de los comicios autonómicos en marzo.
La rebelión separatista que inició hace dos meses entra ahora en un limbo mientras arranca una campaña trascendental que, como efecto colateral, amenaza con eternizar el bloqueo político que impide designar al próximo gobierno español.
"Es un poco macabro estar contentos por este resultado, pero el proceso (de la secesión) no está acabado. Hay que encontrar nuevas fórmulas", dijo la diputada de la CUP Gabriela Serra, al anunciar la conclusión de la reunión en la que se saldó una disputa interna que llevaba ya tres meses.
El alma anticapitalista de la CUP pudo más que su espíritu independentista. Los militantes de este grupo asambleario, casi anarquista (ver aparte), resistían al conservador Mas como héroe de la "liberación nacional" después de que en sus cinco años de gobierno impulsó fenomenales recortes sociales y quedaron al descubierto lacerantes casos de corrupción en su partido.
La semana pasada, en una insólita asamblea multitudinaria, el debate se había saldado con un empate (1515 votos para cada lado).
Se convocaron luego reuniones comarcales para que la militancia se pronunciara y la palabra final quedó en una comisión política de 67 personas, que tuvo ayer en vilo al país.
Ellos tenían la llave del poder después de las elecciones del 27 de septiembre. La coalición Junts pel Sí, orquestada por Mas, obtuvo el 39% de los votos (62 diputados). La CUP, el 8% (10 bancas). Entre ambas opciones pro-independencia no alcanzaban el 50% de los sufragios, pero sí sumaban la mayoría absoluta del Parlamento.
Mas necesitaba de al menos dos votos positivos de los cuperos y la abstención de los ocho restantes para ser investido presidente por una mayoría del Parlamento catalán, ya que los demás partidos (Ciudadanos, socialismo, Podemos, Partido Popular) se niegan tajantemente a apoyarlo. El debate de ayer en Barcelona terminó 36 a 30 (una abstención).
Llamado a elecciones
El plazo legal para salir de la parálisis vence el sábado. Al día siguiente deberá publicarse en el Boletín Oficial la convocatoria a nuevas elecciones (por celebrarse entre 45 y 60 días después).
El clima en el independentismo era lúgubre. "A todos aquellos que os sentís engañados, os pido perdón", escribió Jordi Sánchez, presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), la organización civil que impulsa desde hace cuatro años la movilización popular a favor de la secesión.
"Me equivoqué y mucho en confiar en la CUP", se lamentó la activista Carme Forcadell, presidenta del Parlamento que quedó ahora a punto de disolverse.
El escenario que se abre es de absoluta incertidumbre. En el orden nacional, todos los análisis coinciden en que la repetición de los comicios en Cataluña cristalizará el bloqueo que arrojaron las fragmentadas elecciones generales del 20 de diciembre.
El Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy ganador por escaso margen de esa contienda depende del socialista Pedro Sánchez para seguir al frente del gobierno de España. La posibilidad de que la CUP apoyara a Mas y éste reflotara la rebelión independentista dejaba margen para repensar el juego, con la excusa de salvar al país de la ruptura.
Sin esa amenaza, a Rajoy casi no le quedan armas para presionar al socialismo. La otra opción, un gobierno de Sánchez con Podemos, tampoco parece viable cuando el partido de los indignados antepone a cualquier negociación convocar un referéndum soberanista en Cataluña. Si nada se mueve, España también deberá repetir las elecciones entre mayo y junio.
Decisiones delicadas
La decisión de la CUP abre una crisis brutal en Cataluña, cuya clase política queda expuesta a decisiones delicadísimas en tiempo récord.
La primera: ¿se mantendrá la coalición independentista Junts pel Sí? Se había formado en septiembre entre dos históricos adversarios dentro del nacionalismo catalán. Por un lado, Convergència, el partido de centroderecha que encabeza Mas; por otro, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), los socialdemócratas liderados por Oriol Junqueras.
El fracaso de Mas reaviva la presión para que Junqueras sea la cabeza de la rebelión. O bien, la alianza puede partirse. Ya en las elecciones del 20 de diciembre fueron divididos: ERC superó por primera vez a Convergència. "Nunca nos cansaremos ni abandonaremos. Seguimos", escribió ayer Junqueras en Twitter, sin resolver la incógnita.
Otro posible punto de quiebre alude a los populistas de Podemos. En las elecciones catalanas una estrategia errática de su líder, Pablo Iglesias, hundió al partido. Sacó apenas el 8% de los votos. En las generales de diciembre, la campaña se la cargó al hombro la popular alcaldesa de Barcelona, Ada Colau: la lista de los indignados salió en primer lugar, con 24%.
Si consiguieran mantener esa tendencia en marzo, podrían soñar incluso con gobernar Cataluña. Ellos no apoyaron la declaración soberanista que Junts pel Sí y la CUP votaron en noviembre en el Parlamento, pero promueven una administración que negocie el derecho de los catalanes a decidir su estatus político.
El líder de Podemos vuelve apelar al PSOE
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, abogó ayer dialogar con los sectores del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que no rechazan un acuerdo entre ambas formaciones ni ponen líneas rojas en las negociaciones para desbancar a Mariano Rajoy del gobierno español.
"Creo que ahora mismo hay dos partidos socialistas: uno que está con el Partido Popular y otro que quiere avanzar", dijo Iglesias. "Nosotros queremos tender la mano a los sectores más sensatos del PSOE". El líder de Podemos pidió que los socialistas "digan claramente si van a permitir que Rajoy gobierne o si van a dialogar sin unas líneas rojas".
El principal escollo en las negociaciones entre Podemos y PSOE es la diferencia de posturas ante el desafío independentista de Cataluña. Iglesias se comprometió a celebrar allí un referéndum en un año, una iniciativa que no aceptan los socialistas.
Del editor: qué significa. Además de bloquear el incipiente proceso separatista catalán, el eventual llamado a nuevas elecciones amenaza el futuro político de Mas.
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