Es la primera medida de fuerza que enfrenta Alberto Fernández. En la Casa Rosada creen que no cuenta con apoyo uniforme del sector.
A 88 días de asumir como presidente, Alberto Fernández enfrentará este lunes su primer paro, una protesta que no esperaba y ante la cual el Gobierno se mueve con cautela y una táctica clara: sin belicosidad.
"No exacerbar" es el mandamiento principal que derrama Fernández. En la lectura fina, luego de que la protesta se precipitó y estalló en una mañana, el Gobierno anota que nació parcial.
La "libertad de acción" de la Federación Agraria Argentina (FAA), y el rechazo del gremio UATRE -muy activo en el conflicto de 2008- y cámaras de transportistas, aparecen como señales de "debilidad" de la protesta, según la lectura de Casa Rosada.
Esa mirada da por hecho que sin estar de acuerdo con las retenciones en general, la última suba de 3 puntos a los grandes productores de soja, tuvo como contraparte bajas y beneficios para pequeños productores y economías regionales.
"Es una buena medida, no es recaudatoria sino distributiva. Lo que se recauda extra por la soja, vuelve al campo", apuntan desde la cima del Gobierno.
El diagnóstico, así y todo, no elimina las dudas. "Hay que esperar y ver que pasa", entiende un funcionario y cita el antecedente inmediato: el amanecer del jueves pasado no había hipótesis de paro y a media tarde de ese mismo día, se anunció una lock out de cuatro días.
El viernes apareció otro dato. La carne aumentó 5% producto del paro, porque se anticiparon las compras para garantizarse animales para toda la semana. Por ese aumento de la demanda, los precios de la hacienda subieron 2,42% y eso hará que la carne aumente entre 4 y 5 puntos.
Ese puede ser el primer efecto del paro: la suba de la carne en las pizarras de las carnicerías. ¿Puede impactar sobre la inflación? La lógica indica que luego de la semana de paro, se normalizará la oferta y eso hará que los precios bajen, según un economista que sigue el sector.
El interrogante mayor es si el lock out puede escalar a un estadío de otro tipo: controles en las rutas para que impedir que haya comercialización.
En gobierno creen que no hay clima para eso y que, desde un punto de vista logístico, en la situación actual con las entidades divididas, no es fácil la logística para cortar rutas masivamente.
Fue un dato clave en la protesta del 2008 y le aportó épica.
Ese escenario, no aparece en el radar de la Casa Rosada que más allá del enojo inicial de Fernández, decidió estratégicamente no confrontar. Ese mandato bajó de la cima del gobierno a todos sus actores.
Hubo silvestres como la parrafada de Oscar Parrilli que, dicen en el albertismo, no expresa la postura oficial: fue una reacción autónoma, aunque se le atribuya oficiar como portavoz sui generis de Cristina Kirchner.
El diagnóstico del Gobierno se detiene en otro dato: la protesta no generó adhesiones políticas ni de otras cámaras de la producción. La excepción fueron los sectores de Cambiemos como el espacio de CRA que responde al ex ministro de Macri, Luis Etchevehere.
Fernández baja una indicación: la decisión no tiene vuelta atrás pero hay que mantener el diálogo abierto, analizar medidas y defender, sobre todo, el esquema. "La suba afecta a 1 de cada cuatro productores" repiten desde el gobierno como un mantra.
"Las entidades no quieren aparecer con posturas distintas porque creen que si se rompe la Mesa de Enlace después van a estar más débiles", entiende un dirigente que conoce el mundo rural.
Comentá la nota