El mercado mexicano continúa entregando ganancias, en seguimiento a una temporada positiva de reportes financieros del segundo trimestre de 2021.
No es para hacer fiesta, pero el valor de las empresas más conocidas de México parece estar a punto de batir récord. ¿Acaso los inversionistas se han acomodado ya con lo que hay?
Existe un índice para saberlo. Es el Índice de Precios y Cotizaciones (IPC) de la Bolsa Mexicana de Valores, que coquetea desde hace días con el máximo conseguido por el indicador el 25 de julio 2017, que fue de 51 mil 713 puntos.
Ya mercados de referencia como el de Brasil y Estados Unidos han marcado récords posteriores a la etapa más crítica de la pandemia, pero México se rezaga ante la indefinición de un proyecto económico nacional, hasta ahora limitado a lo que hagan las empresas y proyectos del gobierno.
Si ustedes hubieran invertido mil pesos el año pasado en el IPC, hoy podrían sacar del cajero mil 330 pesos a cambio de esa posición. El índice aumentó 33 por ciento en un año.
Como ya saben, en ese índice está el OXXO a través de FEMSA, o Telcel, por medio de América Móvil.
Sucede que los inversionistas nacionales y extranjeros parecen acomodarse ya con lo que sea que quedó ahora, después de –y esa es otra historia– sexenios gubernamentales de mediocridad que antecedieron al vigente y que concluirá en 2024.
El mercado mexicano, dijeron analistas de Actinver la semana pasada, continúa entregando ganancias, en seguimiento a una temporada positiva de reportes financieros del segundo trimestre de 2021. Ellos y otros perciben que los valores seguirán subiendo.
Al final, los líderes de las empresas que toman como referencia para este índice hacen lo que pueden con lo que tienen y cumplen estándares de administración internacionales, que elevan o reducen el apetito por sus acciones.
¿Qué tipo de estándares? En el pasado parecía una ‘moda’ el requisito de un gobierno corporativo, por ejemplo. Es decir, el que exista entre otras cosas, un consejo independiente que realmente pese ante las decisiones de la familia fundadora de la empresa.
Ahora hay otra gran ola en camino y el disparo de salida lo marcó en junio de 2020 justamente la Bolsa Mexicana de Valores, a cargo de José Oriol Bosch.
Lo que hicieron el verano pasado pudo haber dejado en su cuenta, en la de ustedes, un poco más de dinero si hubiesen invertido en este otro producto en lugar de hacerlo en el IPC.
Crearon el índice de complicado nombre S&P/BMV Total México ESG, que es una referencia de Standard and Poor’s para medir el desempeño de acciones de compañías que cumplen con criterios de sustentabilidad. Su rendimiento durante el último año fue de 38.5 por ciento.
Ahí entraron solamente 29 de las 35 que cotizan en el IPC, justamente por tener más posibilidad de cumplir con estándares ambientales, sociales o de gobierno corporativo que forman las siglas ASG o ESG, en inglés.
Evidentemente estos criterios no están solamente relacionados con el medioambiente. Piensen en mujeres, por ejemplo. ¿Cuántas personas de sexo femenino toman decisiones en el consejo de administración?
Lo que antes podía ser pasado por alto, ahora forma parte de las decisiones de inversión de Afore o de administradores de fondos internacionales de trabajadores, como de los que dispone Blackrock para apostar o no en un país. Este es el big money que define a las empresas más valiosas del mundo.
La potencia adquirida por nuevas regulaciones europeas y estadounidenses, amén de promesas chinas de reducir sus emisiones, someten a una alta presión a quienes toman decisiones sobre en dónde invertir el dinero de millones de personas.
Tratándose de fondos de retiro, las inversiones suelen realizarse para periodos de 20 o 30 años, tiempo esperado de subsistencia para las compañías que reciben toneladas de capital a través de la compra de sus acciones. ¿Subsistirán las principales empresas mexicanas otras tres décadas?
Es en función de esa visión como las empresas mexicanas trascenderán. Al menos las empresas del IPC deben aspirar a ello.
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